Opinión | LAS CUENTAS DE LA VIDA

Una Europa debilitada

El futuro de Europa es cada vez más frágil

Militares en el este de Ucrania

Militares en el este de Ucrania / Europa Press/Contacto/Madeleine Kelly

El futuro de Ucrania se oscurece a medida que el invierno despliega sus alas. Hace algo más de medio año, la contraofensiva alimentaba el sueño de una rápida victoria sobre la obsoleta industria armamentística rusa: un ataque relámpago que infligiría una humillante derrota a Putin. Se hablaba de los tanques Leopard y de los vehículos de combate Bradley, de los misiles de crucero ATACMS y de los Storm Shadow. La revuelta interior de un batallón de mercenarios, el Grupo Wagner que inició una fracasada marcha sobre Moscú, parecía subrayar las divisiones internas entre las elites del país. China mantenía un silencio espectral, como un portaviones dispuesto a decidir el futuro de un combate naval. El cansancio de Occidente todavía permanecía encubierto por el optimismo que vendían los medios. ¿Cómo iba a hacer frente Rusia a la tecnología militar europea y estadounidense?

La realidad es que el contraataque ucraniano terminó en fracaso y que ninguna de las sucesivas líneas Maginot del ejército invasor fue superada. Llegaron las lluvias del otoño y después la nieve, el frío y la oscuridad, y una gran preocupación se extendió por Kyiv. Zelenski, en estos momentos, ya habla claramente de emplear una estrategia distinta: defender el territorio en 2024 y avanzar –si es posible– en 2025. Para entonces, Trump puede haber ganado las elecciones presidenciales. Gran parte del futuro en el este de Europa se dirime en América, no en la UE.

Para nosotros los europeos, esto último resulta especialmente relevante. Indica la profundidad de muchos de nuestros males: la pervivencia, por ejemplo, de intereses nacionales a menudo antagónicos e irreconciliables que dificultan los avances de la Unión. La ausencia de una política geoestratégica adulta, que permita priorizar determinados objetivos y avanzar en el diseño de unas líneas claras de actuación, acusa asimismo la fragilidad del proyecto comunitario. Las promesas a Ucrania se han visto invalidadas por la escasa capacidad productiva de una industria que no quiere ampliarla si no es con la garantía presupuestaria de nuevas inversiones. Lo mismo sucede en una multitud de sectores estratégicos: de la transición energética a la economía verde, del I+D a la vivienda, de la Inteligencia Artificial a las empresas globales de Internet. ¿Qué mensaje lanza al mundo una Unión incapaz de defender Ucrania frente a la agresión rusa a pesar de todas las promesas previas? ¿Qué mensaje envía cuando se muestra incompetente para articular una política autónoma en lo que concierne a la seguridad del continente? Las buenas palabras no equivalen a buenas obras. De hecho, a menudo, las palabras y las obras pueden ser antagónicas.

El ejemplo de Ucrania es extensible al rostro que deja ver la Unión. La debilidad se manifiesta en las fronteras del sur, presionadas por la inmigración, y en la fractura de clase que erosiona aquel ideal de la posguerra, consistente en una sociedad de amplias clases medias. En el concierto global, Europa se ha convertido en una meca de la inversión exterior, pero no en un motor de desarrollo ni de crecimiento. Entre la austeridad y la expansión fiscal, la ciclotimia comunitaria no oculta esa ausencia de rumbo. La hipertrofia burocrática pone palos en las ruedas del crecimiento, sin aportar un plus real de estabilidad. Los populismos de cualquier signo explotan esta cadena de fragilidades. Más que nunca la Unión necesita ser fiable y marcar un rumbo. Ucrania nos lo recuerda a diario. Y quizás en unos meses Washington redoblará su presión sobre nosotros.