Opinión | ANÁLISIS

Llegar a La Moncloa exige una fase de cocción

Núñez Feijóo emprende animoso la senda de González, Aznar, Zapatero, Rajoy y Sánchez, todos salvo una excepción perdedores de un par de elecciones antes de alcanzar el poder

Pedro Sánchez y Yolanda Díaz, en una sesión de control al Gobierno en el Congreso.

Pedro Sánchez y Yolanda Díaz, en una sesión de control al Gobierno en el Congreso. / EFE

Todos los niños norteamericanos sueñan con ser presidentes de Estados Unidos, a Trump no le hubiera importado lograrlo desde el Partido Demócrata. También los chavales españoles preferirían llegar a la Casa Blanca que a La Moncloa, no solo como un subproducto de la colonización yanqui. Esta desafección por el cargo reduce la competencia, casi más simplificada que la relación de aspirantes al trono. La enumeración de los candidatos frustrados a la presidencia del Gobierno durante la última década queda adelgazada a RiveraCasadoIglesiasSorayaYolanda DíazCospedal Calviño.

Pese al desinterés masivo por la segunda magistratura del Reino, tampoco se alcanza la presidencia del Gobierno sin más que presentarse con un mínimo aliño. Llegar a La Moncloa exige una fase de cocción lenta del candidato. Ha de dejarse impregnar por los zumos y aromas de la cúspide del poder aparente, porque el real siempre está en otra parte. De ahí la buena nueva de que el cruce de mensajes de fin de año deparara un cambio de actitud en Núñez Feijóo, el único aspirante en condiciones en estos momentos.

Feijóo ha necesitado medio año para empezar a aceptar que no ganó las elecciones del 23J, y que lo tiene todo por hacer. Ha comprendido el festina lente de "vísteme o invísteme despacio, que tengo prisa". Emprende animoso la senda de GonzálezAznarZapateroRajoy Sánchez, todos salvo una excepción perdedores de un par de elecciones antes de alcanzar la inhóspita Moncloa. Y la lista podría aumentarse sin desvariar con Adolfo Suárez, obligado también a un rally sorteando la cúpula franquista, antes de incorporarse a la terna definitiva del prestidigitador Torcuato Fernández Miranda.

El país posee la experiencia democrática suficiente para redactar un manual de uso, con los trámites indispensables que conducen a La Moncloa. Nadie se imagina al prepotente González perdiendo unas elecciones, pero cayó en 1977 y 1979 sin una mejoría excesiva entre ambos comicios. El PSOE solo llegó después de Tejero. También Aznar opera como si hubiera inventado la democracia y la Constitución, pero en 1989 y 1993 tropezó con tal reiteración que se dudó de su consistencia. Su heredero dinástico Rajoy se estrelló en 2004 y 2008 contra el único presidente del Gobierno que nunca ha perdido unas generales, papel que la Historia juguetona le tenía reservado a Zapatero. También Sánchez cayó por duplicado, con el agravante de una investidura fallida, porque Felipe VI es un Rey con más investiduras malogradas que triunfantes. En fin, a Pablo Casado le corresponde el triste honor de ser el único político del tándem PP/PSOE que ha perdido dos elecciones sin ganar ninguna a continuación. La excepción a la regla.

Por tanto, solo el shock de una violenta derrota electoral coloca a un candidato español a La Moncloa en disposición de afrontar el envite en condiciones. La encrucijada actual de Feijóo no es un experimento, sino la confirmación de un comportamiento asentado y regulado. Una vez familiarizado con el arte de la espera que predicaba Baltasar Gracián, el presidente del PP necesita también a un Sánchez de relativa fortaleza, para saber a qué oponerse. Concentrarse en los satélites de Puigdemont o Bildu es un error.

El expresident de la Generalitat, Carles Puigdemont.

El expresident de la Generalitat, Carles Puigdemont. / EFE

Bajo estas premisas, 2024 se convierte para Feijóo en el año en que empezó todo, una perspectiva alentadora para una persona que ya no cumplirá 62 años. El jefe de la oposición ha de anular el sobreentendido de que el actual presidente del Gobierno sería el único, entre la estrecha nómina de candidatos, que se atrevería a gobernar España en sus actuales condiciones. Con el agravante de que Sánchez tiene peligro, pero el líder de la oposición ha de guardarse antes del espíritu vengativo del PP que de su antagonista del PSOE.

La necesidad de ejercer el liderazgo viene confesada por Feijóo cuando asume los fichajes contradictorios de Cayetana Álvarez de Toledo y de Javier Arenas, para recordar a continuación que ambos pesos muertos trabajan ahora a sus órdenes. La magnanimidad con los traidores conlleva un énfasis en el protagonismo propio, que afianza el liderato. La siguiente pauta supera en dificultad a la anterior, y consiste en no rehuir los pactos con el Gobierno, una política de sumisión solo aparente que permitió a Zapatero llegar a la Moncloa al primer intento. Claro que esta pirueta endiablada exige contar con un Richelieu, y González Pons no es Rubalcaba.

Irrumpe ahora el elefante en la habitación, para recordar que los anteriores gobernantes conservadores no contaban con Vox. Tampoco el presidente del PP cuenta con la extrema derecha moderada, que se debate folklórica entre Franco Tamames. Según el libro de cocina de la Moncloa, el candidato Feijóo no ha de empeñarse en convencer de que es el mejor, sino de que es el siguiente.