Opinión | AGRESIONES SEXUALES
La presunción de inocencia de Ramón Paso
No puede usarse esta garantía y derecho fundamental como una mordaza, porque entonces el sistema y la justicia perderían su razón de ser para todas las víctimas
“Maltratador”, “abusador”, “miedo”, “secta”, “pesadilla”... son algunas de las palabras con las que definen a Ramón Paso las mujeres que trabajaron con él. La Fiscalía de Madrid ha presentado una denuncia contra el dramaturgo por presuntos delitos sexuales a catorce mujeres. Su caso se suma a otros ya conocidos. Hay cinco puntos para reflexionar después de este tiempo.
- Trabajar con un acusado. La excepcionalidad de Pepe Viyuela. El actor ha rechazado trabajar en la obra de teatro de Ramón Paso donde actuaba. Ha hecho lo que debería hacer todo hombre. Y quizás, eso, el ser hombre, le ha dado un plus de autoridad a sus palabras. Comentaba Viyuela que “no tenía tripas” para salir al escenario. Si un hombre que jamás ha sido abusado tenía esa sensación, imaginen a las mujeres que sí lo han sufrido y han tenido que trabajar con ellos bajo amenazas, mientras eran elogiados por su equipo y público.
- Exigir una denuncia. Se abre una brecha entre las víctimas según cómo actúen. En este caso, haber denunciado ha propiciado un mayor apoyo del sector cultural. En cambio, hace poco, con la investigación sobre Carlos Vermut hubo reacciones más prudentes. Se sigue sin entender que, a veces, las víctimas no quieren penas ni enfrentar un juicio con miedo. Quieren solo compartir sus testimonios, advertir a otras mujeres, un cuestionamiento social o solo ser creídas y apoyadas.
- Las cazas de brujas no existen. Recuerdo en su momento cartas de apoyo a Weinstein, a Domingo o a Depardieu. Sin embargo, no recuerdo que escribieran cuando luego fuesen condenados o reconocieran sus abusos. Ellas fueron linchadas públicamente, acusadas de una caza de brujas. No hay un tópico que tenga más carga simbólica sobre las mujeres, esas que traman en grupo sobre “hombres inocentes” bajo la acusación de “resentidas”. La psicología que trabaja con las víctimas sabe que las cazas de brujas no existen, sino que siempre fue una baza del patriarcado para desautorizar nuestra palabra.
- La presunción de inocencia siempre existirá. Porque esta opera en el ámbito judicial. Y el problema es que se usa demasiadas veces para que la prensa calle y para que las mujeres callen. Los medios podrán informar, las mujeres pueden hablar y la presunción de inocencia estará ahí en cualquier proceso penal. No puede usarse esta garantía y derecho fundamental como una mordaza, porque entonces el sistema y la justicia perderían su razón de ser para todas las víctimas. El equilibrio y las garantías judiciales existen.
- El agresor es esa persona que conocemos. Ha pasado siempre. Ante acusados conocidos (y más, con mucho poder) hay defensores porque no creen las acusaciones a ese amigo íntimo, a ese compañero, ese ídolo, ese ser culto, ese profesional admirable… Pues sí, y quizás aquí está el problema. El estar tan lejos de las víctimas que se piense que eso es excepcional. Vermut, Plácido Domingo, Depardieu o Weinstein fueron casos públicos. Pero en España hay una denuncia por agresión sexual cada cuatro horas. Y ahí hay muchos anónimos y cercanos. Piensen sobre ello.
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