Opinión | LA ESPIRAL DE LA LIBRETA

Los casos y el tirón del forense Bardalet

Sobre la señora de la guadaña, el sentido del humor y la trascendencia

Narcís Bardalet

Narcís Bardalet / EPE

La investigación criminal y la muerte seducen desde siempre, si bien las observamos de reojo, por el rabillo del ojo. El asunto, sin embargo, vive un auge espectacular en los últimos tiempos, tal vez por los avances técnicos en la medicina legal y por la sofisticación de los mecanismos mentales que pueden inducir al crimen. El caso es que Narcís Bardalet, uno de los forenses más reputados del país, se está convirtiendo en una estrella, hasta el punto de que sus experiencias no solo protagonizan dos libros recientes, escritos por las periodistas Tura Soler (‘Rigor mortis’, La Campana) y Clàudia Pujol (‘Els casos més impactants del forense Narcís Bardalet’, Ara Llibres), sino también una serie documental en TV3 junto con el reportero Manel Alías. Bardalet tiene el tirón de un animal mediático. Ya jubilado, los años le han dejado el poso de un gran reserva; parece un cruce entre el Grissom de ‘CSI Las Vegas’ y el teniente Colombo.

Desde que comenzó a ejercer, cuando no se había desarrollado aún la técnica del ADN y la Guardia Civil hacía los atestados tirando de Olivetti y papel carbón, Bardalet llevó una especie de diario donde anotó una entrada impagable el 24 de enero de 1989, fecha en que le correspondió efectuar el embalsamamiento de Salvador Dalí en la Torre Galatea de Figueres. Consciente de que se enfrentaba al caso más importante de su vida, aun tratando el cadáver con suma delicadeza, quiso firmar la autopsia insertando dentro del fémur izquierdo del pintor una pequeña ampolla de penicilina, bien disimulada y vacía de líquido, donde había introducido un papelito con su nombre y el de otro forense que lo había asistido en las tareas, Rogelio Lacaci Díaz. Una pequeña rebeldía, el descaro de que la muerte trascienda a la misma muerte; también se empeñó en que los bigotes del genio bajasen a la tumba marcando desafiantes las diez y diez. Quién iba a decirle que al cabo de 30 años le tocaría exhumar la momia después de que una vidente interpusiera una demanda para que se la reconociera como hija de Dalí (un cuento chino).

Sentido del humor

A medida que el tiempo va haciendo fechorías, uno puede convertirse en un cínico o, por el contrario, aguantar el tipo con cierto sentido del humor, finísimo en el caso de Bardalet, cuya mirada, además, se ha impregnado de hondura por el contacto constante con la señora de la guadaña. En el libro de Tura Soler, el médico reflexiona sobre el momento en que el simio se convierte en humano. Ni cuando se pone en pie y aprende a caminar ni cuando desarrolla la capacidad de comunicarse —razona—, sino en el justo instante en que, frente al cadáver de un congénere, siente un estremecimiento y necesita enterrarlo, guardar un recuerdo de él; saber dónde permanecerá para profesarle respeto.