Opinión | POLÍTICA Y MODA

Arma de comunicación

Nunca es sólo ropa, es un arma de comunicación capaz de diferenciarte

Nikki Haley. Puede que nunca más vuelva a leer su nombre y mucho menos por este motivo. O tal vez, con algo de suerte para ella, la que fue gobernadora de Carolina del Sur y embajadora de EEUU ante la ONU, siga avanzando en las primarias de los republicanos y en todos los artículos se señale precisamente cómo logra sobresalir visualmente. Hasta la fecha, en los cuatro debates celebrados para postularse como candidat@ conservador a las elecciones presidenciales de 2024, llama la atención y no se la confunde con ninguno de sus rivales. No sólo porque sea mujer, sino porque ha decidido vestir falda (azul cielo, roja y, en los dos últimos, blanca) mientras sus adversarios varones acuden a cada cita vestidos prácticamente idénticos. Todos ellos lo hacen, además, emulando el uniforme de Donald Trump (su máximo y mayor rival real, por el momento): traje azul oscuro, camisa blanca, corbata roja y la insignia de la bandera de los EEUU en la solapa de la chaqueta.

Una de las frases que más repito en mis clases sobre comunicación estética es una cita de Diana Vreeland. La primera editora de moda de la historia, quien trabajó en publicaciones como Harper Bazaar o Vogue, recordaba que “los defectos son siempre oportunidades para destacar”. Gracias a su maravillosa convicción—“no hace falta nacer hermoso para ser tremendamente atractivo” es otro de sus mantras—, la periodista e icono de estilo rompió con muchos estereotipos de belleza. Fue la primera en saber ver (valorar) los labios de un cantante prácticamente desconocido llamado Mick Jagger y puso en portada la nariz de Barbara Streisand cuando la mayoría le pedía, rogaba o exigía que se la operara.

Diferenciarse de la competencia

Por supuesto, ser mujer o vestir una falda no son tampoco y de ningún modo un defecto, pero para el sistema político conservador (y más el estadounidense) en cierta manera sí. Como mínimo, como todo cambio, se perciben como una amenaza. Pero Haley y su equipo han entendido algo básico del marketing y el éxito, también del político. Si pretendes ganar es esencial tener valor para diferenciarte de la competencia (más cuando ideológicamente es tan parecida a ti). Hillary Clinton y Kamala Harris no se atrevieron a deshacerse del prestigio masculinizador que supuestamente concede el pantalón. Podría decirse que el traje sastre pantalón es demócrata y que también por ello, la republicana opta por lo opuesto. Ahora bien, en su caso la falda jamás sube por encima de la rodilla. Y aunque en cierto aspecto la prenda sea aún radical para tal escenario político, también envía un mensaje recatado de mujer tradicional. También lo hizo Sarah Palin en su momento, enfundándose faldas rectas. Donald Trump recogió esta perspectiva de la tendencia estilística republicana femenina cuando durante su mandato advirtió que las féminas de su equipo “vestirían como mujeres”…

Pero pese a vestirse bajo el supuesto patrón estético republicano modelado para las hembras; en el tercer debate uno de sus contrincantes aprovechó para intentar ridiculizarla por sus altos stilettos (el ataque también apuntó al tacón que se rumorea que Ron DeSantis usa en su calzado). Haley contestó: “Uso tacones. No son una moda, son munición”. La sentencia consiguió el aplauso del público y, al día siguiente, su equipo de campaña puso a la venta una taza de café con la frase impresa por 19 dólares.

Nunca es sólo ropa, es un arma de comunicación capaz de diferenciarte.