Opinión | EL LÁPIZ DE LA LUNA

¿Y qué hago yo?

"La violencia machista, aunque está mal, siempre ha existido y es inevitable". "Si la violencia es de poca intensidad no es un problema" o "es algo habitual en el seno de la pareja"

Manifestación del 25-N

Manifestación del 25-N / EUROPA PRESS

El otro día me escribió una lectora para preguntarme si estaba bien, pues llevaba varios artículos bastante alicaída. Yo le agradecí su preocupación y le expliqué que sí, que por ahora gozo de buena salud, pero que entendiese que, si el mundo se ha vuelto loco, difícilmente podía ser ajena a ello, y si a esto le sumamos que soy una blanda, me resultaba casi imposible hablar de banalidades. Mientras le contestaba recordé el libro Patas arriba: la escuela del mundo al revés, de Eduardo Galeano, en el que cuenta que, tras conocer El País de las Maravillas, Alicia se mete en un espejo para descubrir el mundo al revés. Un mundo con la izquierda en la derecha, el ombligo en la espalda y la cabeza en los pies. Pensé a su vez que Alicia hoy en día podría ahorrarse el mal trago de atravesar el espejo, le bastaría con darse una vuelta por su barrio y ver la cantidad de gente que hay durmiendo en la calle, asomar el hocico a las redes sociales o poner las noticias para ver que las cosas están manga por hombro. Al mismo tiempo que cavilaba todo esto decidí que mi próxima columna tendría un cariz más optimista. Hablaría sobre psicología positiva o neuroeducación, pero claro, luego llega la realidad y me cambia los planes –como lleva haciéndolo cada día este queridísimo dos mil veintitrés– (nótese la ironía ante el «queridísimo») y me pone delante el siguiente titular de periódico: «El 23% de los jóvenes opina que la violencia de género no existe». Sí, habrá quien me diga que deje de leer la prensa, luego, ¿qué hago yo? ¿Irme al País de las Maravillas? En lo que llevamos de año, cincuenta y dos mujeres han sido asesinadas a manos de sus parejas o exparejas, dos más que en todo el dos mil veintidós. Estamos batiendo récord. Leí también en el reportaje que el negacionismo ante esta lacra está aumentando en jóvenes de entre quince y veintinueve años. Mientras, curiosamente, también crecen el control del teléfono móvil, los gritos o insultos ante los momentos de desacuerdo en la pareja, el chantaje psicológico, el uso del miedo como dominio sobre el otro o la insistencia para mantener relaciones sexuales cuando la otra persona no quiere. Durante la investigación que se realizó para elaborar el reportaje el periodista recogió opiniones, cuando menos, preocupantes: "La violencia machista, aunque está mal, siempre ha existido y es inevitable". "Si la violencia es de poca intensidad no es un problema" o "es algo habitual en el seno de la pareja" ¿Es normal que en el seno de la pareja se asesine, se golpeé, se insulte o se viole? ¿Cuál es el termómetro que marca cuándo debes parar mientras machacas a la persona con la que compartes tu vida? Porque si así están las cosas, mejor atravesar el espejo, ya que el mundo al revés es realmente el que estamos viviendo. Si los jóvenes tienen esa mirada ante una relación, ¿qué carajos les están enseñando en casa o en los colegios? ¡Ah, caramba!, que en los colegios y en los institutos aún no hay una asignatura de «Educación afectivo-sexual» para abordar temas como este del que hablamos, y detectar posibles patrones de normalización de la violencia o perfiles sumisos que puedan ser carne de cañón para los depredadores. Desde luego, bien no lo estamos haciendo si cada vez hay más campañas contra la violencia machista, más concienciación, más indicadores de alerta, a la par que se normaliza que entre novios se den de vez en cuando un tortazo. Tristemente, creo que el artículo de psicología positiva o de neuroeducación tendrá que esperar. ¿A la próxima semana? No lo sé. Quizá hasta que salga del espejo.