Opinión | EDITORIAL

Pesos y medidas en el nuevo Gobierno

No parece que respecto al anterior gabinete, el nuevo se diferencie por un más «alto perfil político»

Traspaso de carteras Ministerio de Igualdad

Traspaso de carteras Ministerio de Igualdad / ZIpi

Pedro Sánchez definió el lunes a su nuevo Ejecutivo como «un Gobierno de alto perfil político para una legislatura de alto perfil político, con dirigentes capaces de gestionar, pero también de llegar a acuerdos y explicarlos». Aparte de servir de justificación de las decisiones discrecionales del presidente del Gobierno, sus palabras no parecen ajustarse a la realidad de sus actos: el peso político de sus componentes no parece ni mayor ni menor que el del anterior Gabinete. Y en la recomposición de competencias de las caras que repiten tampoco ha habido cambios notables, más allá del reconocimiento del papel de Félix Bolaños. Aunque mientras Sánchez no le reserva una de las vicepresidencias formalmente, en la práctica la acumulación de resortes que quedan en sus manos le convierten en algo más que un ministro.

Es llamativa también la pérdida de presencia del PSC al tiempo que los pactos de investidura han brindado a Junts y ERC un protagonismo que perdieron en las urnas. Aunque ese equilibrio territorial también deja fuera escenarios importantes de cara a próximas citas electorales como el País Vasco y Galicia. Sin embargo, el reparto de carteras sí parece augurar la preparación del terreno para el relevo al frente del partido en diferentes federaciones. Así podría entenderse el reforzamiento de la aragonesa Pilar Alegría o la valenciana Diana Morant; o el mantenimiento de la castellanomachega Isabel Rodríguez.

Hablando de pesos relativos, tampoco parece claro el reparto de responsabilidades entre 22 ministerios, algunos de ellos con una cartera de no poca relevancia pero no excesiva carga competencial, como Infancia y Juventud o Transformación Digital. Aunque este departamento pueda tener una explicación ad personam, la de mantener a un ministro que ha pechado con la reforma de las pensiones como José Luis Escrivá en situación de disponibilidad ante los posibles horizontes europeos que se abren a las vicepresidentas Nadia Calviño o Teresa Ribera.  

Tras el anuncio de la composición del nuevo gabinete, ayer llegó el momento de los actos protocolarios de toma de posesión y relevo de carteras ministeriales. Traspaso que tuvo poco de pura formalidad y sí bastante de inquina en el caso de las dos ministras salientes de Podemos, Irene Montero y Ione Belarra. El relevo al frente del Ministerio de Igualdad tuvo un elemento relevante, el contraste entre el discurso de despedida de Irene Montero y el tono de su sucesora, Ana Redondo, con un talante orientado a la difícil tarea de recomponer los desgarros en el campo del feminismo. Pero la atención se la llevó Montero con su «hoy Sánchez nos echa de este Gobierno», una queja que tiene algo de impreciso (la vicepresidenta Yolanda Díaz no estaba menos interesada en su salida) y un tono que no se compadece con el de la nueva política que buscaba no eternizarse en el poder. 

Los reproches personales en el universo Sumar-Podemos no pasarían de ser un episodio más de las pulsiones autodestructivas congénitas de una izquierda que fue extraparlamentaria y parece añorar volver a serlo si no entrañasen un factor de inestabilidad evidente para la ajustada mayoría que ha permitido la investidura de Pedro Sánchez. Entre la «legislatura de cuatro años» que éste promete y las divisiones presentes y futuras que se exhiben o atisban también hay una distancia notable entre lo que se proclama en un atril y lo que sucede en realidad.