Opinión | ERROR DEL SISTEMA

La alianza de las ilusiones

Ni España es el país monocolor que defienden PP y Vox, ni la mitad está hundida en las sombras como dibuja Sánchez

Sánchez saluda a Feijoo tras la investidura.

Sánchez saluda a Feijoo tras la investidura.

Rezos en las plazas, niñatos soltando boberías, banderas desenterradas del desván de la historia, lemas y gestos repulsivos en Ferraz… Todas esas imágenes corren por las redes para solaz de los oponentes. Unas risitas a cuenta de los comportamientos más caricaturescos. No hay nada mejor para reafirmarse en las ideas propias que burlarse de la necedad ajena. 

En Catalunya sabemos mucho de mofarnos los unos de los otros. Durante los años del ‘procés’, resultó prácticamente gratis ridiculizar a los que se oponían a la súbita conversión a la fe independentista. Desde la otra orilla, también era fácil carcajearse de aquella mezcla de cursilería y mesianismo que parió algunas criaturas perturbadoras. Pero la realidad era mucho más amplia y compleja, excedía a los personajes grotescos. Como entonces, ahora hay la tentación de complacerse en la burla de las protestas contra la amnistía. La mofa tiene mucho de refugio, pero también de miopía. Y cuesta horrores volver a calibrar la mirada. Eso también lo sabemos en Catalunya.

Sánchez enmarca la amnistía en su relato contra las fuerzas oscuras de la ultraderecha. Es cierto que PP y Vox cogobiernan en seis autonomías y en decenas de ayuntamientos. Y hay voces del partido de Feijóo que comparten el lenguaje incendiario de Vox. Pero si se equipara una formación a otra, se está creando el marco mental de que en España hay más de once millones de votantes de extrema derecha (de los casi 25 millones que concurrieron a las urnas en las últimas elecciones). Falso. Y un colosal e inmerecido regalo a Abascal.  

El debate de la investidura llegó y pasó. La amnistía vivió diversas transmutaciones. Para Sánchez, un jarabe que hay que tragar para favorecer la convivencia (y el gobierno). Para Feijóo, un veneno para la democracia y España. Para Nogueras, una escupidera para verter su soberbia nacionalista. Ni un atisbo de entusiasmo entre los que han forjado el acuerdo. 

Por ahora, la emoción solo está a un lado: en un enfado con diversos grados de intensidad. Ni España es el país monocolor que defienden PP y Vox, ni la mitad está hundida en las sombras como dibuja Sánchez. La realidad es un mosaico policromo en el que aún no hay acomodo para todas las teselas. Muchos auguran una legislatura corta. Quizá. Y el PSOE se juega algo más que el presente. Solo hay una oportunidad de sobrevivir (a la legislatura o a la próximas urnas): convertir ese pacto de intereses en una alianza de ilusiones. Forjar otra idea de España. Un reto descomunal, incluso para Sánchez.