Opinión | EL TRIÁNGULO

Una mayor soledad se aproxima

Seguimos a cuestas con las negociaciones para la investidura de Sánchez que se enredan como una yedra en cada uno de los balcones de Junts y así sigue aumentando el cabreo ante una amnistía que todavía es una incógnita

El presidente del Gobierno en funciones y secretario general del PSOE, Pedro Sánchez.

El presidente del Gobierno en funciones y secretario general del PSOE, Pedro Sánchez. / Europa Press

Seguimos a cuestas con las negociaciones para la investidura de Sánchez que se enredan como una yedra en cada uno de los balcones de Junts y así sigue aumentando el cabreo ante una amnistía que todavía es una incógnita y que sin embargo desata odios que llevan a un número importante de ciudadanos a echarse a las calles, algunos de forma cívica, otras de forma brutalmente incívica. Pero estas son las cosas que suceden cuando las informaciones se van cuarteando desde y en las distintas sedes políticas y al final unos esgrimen que esta es la solución al problema catalán y otros que con esa amnistía se dispara al centro del corazón de la Constitución y se rompe España y entonces todo resulta demasiado previsible y una mayor soledad se aproxima y cubre el resto de los problemas que también afectan, y mucho, a nuestro país.

Hace unos días una sanitaria del Hospital Miguel Servet me contaba cuál era la situación de algunos servicios donde, pongamos por caso, una máquina que se estropeó en septiembre sigue ahí, inútil y sin ser sustituida, de forma que las pruebas que efectuaba esa máquina ya no se pueden hacer, al menos en el Servet, lo que supone que las listas de espera sigan creciendo, algo que también sucede en servicios como dermatología donde la demora está entre 300 y 400 días o en procesos de rehabilitación y en determinadas intervenciones que no son de urgencia. Pero independientemente de eso la sanidad pública funciona, peor de lo que querríamos y mucho mejor del trato recibido por parte de las administraciones y gobiernos y si funciona es sobre todo gracias a los hombres y mujeres que habitan esas ciudades donde se encierra el dolor y se alimenta la esperanza y se investiga la vida y su curación y todo ello en forma de terapia para hacer la pena menos visible, mitigar el llanto y conseguir que un rayo de sol deshiele la angustia que precede a la muerte.

Hace unos cuantos días más recibí una llamada del Servicio de Psoriasis del Hospital Miguel Servet, del que soy paciente, para participar en unas jornadas para hablar de mi experiencia con esta enfermedad cuyo padecimiento es muy silencioso, porque poco a poco va invadiendo todo tu cuerpo con manchas que son heridas abiertas que pican, supuran, te impiden relacionarte y malamente te dejan sonreír o dormir. Me gusta saber que en los hospitales hay zonas de docencia donde compartir y aprender y me gusta porque eso significa que quienes nos cuidan y a los que demasiadas veces descuidamos les importa saber de nuestros anhelos cuando padecemos una enfermedad o cuando simplemente nos sentimos culpables y no encontramos consuelo salvo en esas manos que no juzgan y sí liberan.