Opinión | ORIENTE PRÓXIMO

Israel: el desgarro de la izquierda

En los Estados Unidos el Partido Demócrata se está desgarrando en dos jirones contrapuestos como consecuencia de la guerra en Gaza

Un grupo pide en el Senado estadounidense un alto el fuego en Gaza el día en que tenía previsto acudir el secretario de Estado Antony Blinken y el de Defensa Lloyd Austin.

Un grupo pide en el Senado estadounidense un alto el fuego en Gaza el día en que tenía previsto acudir el secretario de Estado Antony Blinken y el de Defensa Lloyd Austin. / EFE/EPA/JIM LO SCALZO

El conflicto es sobrecogedor: la brutal agresión de Hamas a Israel del pasado 7 de octubre, que produjo una sanguinaria matanza de civiles, ha recibido la más dura respuesta que cabía esperar del estado agredido, que está destrozando materialmente Gaza, causando miles de víctimas, sometiendo al pueblo palestino al hambre y al terror, generando el indiscriminado exterminio de quienes habitan en la Franja, en lo que parece ser un nuevo y definitivo Armagedón. Lo grave del caso, y lo que provoca consecuencias imprevistas, es que si la razzia palestina fue un crimen de lesa humanidad que otorgaba, lógicamente, pleno derecho a Israel a defenderse, la respuesta masiva de los israelíes está siendo tan desproporcionada que también puede ser calificada de crimen de guerra.

No sería extraño que la confrontación abierta que Israel mantiene con flamígera rotundidad terminara incendiando toda la región, lo que provocaría una gran crisis mundial. Pero, de momento, hay otra crisis abierta que puede cambiar el signo de los tiempos. En los Estado Unidos, la izquierda, representado por el Partido Demócrata, se está desgarrando en dos jirones contrapuestos. Molly Ball, la analista principal de The Wall Street Journal, escribía este martes que “desde los pasillos del poder en Washington hasta las protestas callejera y las redes sociales, los progresistas se encuentran en desacuerdo con aquellos a quienes alguna vez vieron como espíritus afines”. Y continúa: “tanto los defensores proisraelíes como los propalestinos describen su sentimiento de desilusión a medida que las relaciones se fracturan y se intercambian palabras duras. El resultado, muchos predicen, podría ser una brecha que divida a los demócratas durante una generación con consecuencias políticas incalculables”. Y explica que los judíos liberales, consternados por aquella gran agresión de Hamas en octubre, ven con inquietud cómo se diluye el inicial sentimiento de solidaridad que recibían. Gran parte de los estudiantes y profesores universitarios, los grupos organizados Black Lives Matter y los Democratic Socialists of America, han justificado e incluso celebrado las acciones terroristas de Hamás, en defensa de un pueblo sojuzgado durante 56 años, como ha recordado el secretario general de la ONU.

Si el Partido Demócrata de Biden —quien trata inútilmente de nadar entre dos aguas— se fractura, todo puede ocurrir, y produce escalofríos pensar que podría regresar, precisamente ahora, el desaforado Trump. Pero el conflicto tiene mal arreglo porque nadie en el Próximo Oriente merece toda la comprensión: el terrorismo indiscriminado nunca puede ser argumento político, pero tampoco un estado democrático puede comportarse como un terrorista.

De hecho, Occidente está recogiendo lo que sembró: Israel, que es ante todo un desolado regalo al pueblo judío tras el horrendo Holocausto, es una gran democracia que tiene que ser defendida. Pero este gran pacto no incluye que Israel pueda maltratar arbitrariamente, por tiempo ilimitado, al inocente pueblo palestino. Los EEUU y Europa debieron haber actuado antes, cuando aún había tiempo de implementar la solución de dos estados. Ahora ya es tarde para todo cuanto no sea matar o morir. Y la culpa es de todos nosotros.