Opinión | MACONDO EN EL RETROVISOR

Violencia, femenino plural

Asumimos que la única opción era apretar los dientes y tragar con lo que hiciera falta

Las mujeres también matan

La conversación del bus

La oxitocina juega un papel fundamental en el parto y la lactancia

La oxitocina juega un papel fundamental en el parto y la lactancia / Freepik

He leído hace poco que las ranas hembras europeas fingen estar muertas para evitar a los machos no deseados, que en esta especie, utilizan violentas prácticas de reproducción. Y no sé qué me remueve más del asunto: la astucia de estas criaturas, supuestamente irracionales; o la constatación, de que, al parecer, no sólo las humanas tienen que elaborar ‘artimañas’ para sobrevivir.

No hay que ser feminista, sino objetivo y justo, para reconocer que el irónicamente llamado sexo débil está expuesto a mayores y constantes ‘amenazas’. Y no me refiero ya a lo obvio. A las violaciones, los abusos, el maltrato o la discriminación, porque me parece ofensivo tener que defender o usar como argumentos realidades indiscutibles, avaladas por datos y estadísticas. 

Hay otros muchos peligros y riesgos cotidianos, que tenemos que aprender a sortear desde pequeñas. La campeona del mundo Aitana Bonmatí, que fue galardonada la semana pasada con el premio Woman-Sport 2023, contaba el otro día en una entrevista cómo creció escuchando a los padres de los niños con los que jugaba al fútbol, afearles que ella fuera capaz de regatearles la pelota siendo una niña. Comentarios machistas, que no le impidieron seguir con su sueño, pero que todavía a día de hoy recuerda, y llenan de sentido el imparable SeAcabó. 

Hay muchas formas de infligir violencia sin que haya sangre o moratones. Algunas, tan silenciosas y arraigadas en lo cotidiano, que durante años han pasado totalmente desapercibidas. Hasta que un día alguien las señala con el dedo y ya es imposible, o debería, dejar de verlas.

Raquel Lobatón, creadora del concepto ‘nutrición incluyente’, habla en un podcast del Club de las Malasmadres sobre la ‘violencia estética’, entendida como "el implacable y constante escrutinio y presión a los que se ven sometidas las niñas, directa o indirectamente, desde edades muy tempranas, para encajar con ciertos estándares de belleza"; y que, en muchos casos, les lleva a crecer con la idea de que sus "cuerpos nunca serán lo suficientemente buenos". 

Habrá a quien le sorprendan estas afirmaciones o a quien le parezcan una exageración. Y, sin embargo, a veces un dato vale más que mil palabras. Porque las consecuencias de esa insatisfacción con la propia imagen se ve traducida en cifras contundentes que hablan por sí solas. Sólo en nuestro país, el número total de intervenciones de cirugía estética en 2021 ascendió a 204.510 (215% más que en 2013, según un estudio realizado por IMOP Insights). Y en el 85% de las mismas, las pacientes fueron mujeres.

También hemos normalizado y quitado importancia a la violencia obstétrica. Durante siglos aceptamos sin rechistar que aquello de que "parirás con dolor" era un castigo bíblico inherente a nuestro sexo y a nuestra capacidad reproductiva. 

Asumimos que la única opción posible era apretar los dientes y tragar con lo que hiciera falta, si queríamos disfrutar del privilegio de ser madres. Hasta que a alguien se le ocurrió poner las cosas en su sitio y denunciar las barbaridades que tienen lugar en un paritorio un día sí, y otro, también.  

Los datos disponibles reflejan que en España casi un 40% de las mujeres identifica haber sufrido también este tipo de violencia. La Organización Mundial de la Salud (OMS)la describe como: "maltrato físico, humillación y abuso verbal. Procedimientos médicos coercitivos o no consentidos. No obtener un consentimiento informado. Negativa a administrar medicamentos para el dolor. Descuido de la atención o violaciones graves de la intimidad".

Hay estudios que aseguran incluso que dos de cada tres mujeres ha sufrido al menos una de estas ‘atrocidades’ durante el proceso de dar a luz a sus hijos. Un momento, edulcorado por la ficción, y normalizado por la mayoría de los mortales, que, sin embargo, se puede tornar en traumático debido a una mala praxis. 

Según la ciencia, el cuerpo humano sólo puede soportar 45 unidades de dolor y, sin embargo, se estima que en el momento del parto algunas mujeres pueden llegar a experimentar hasta 57, que sería el equivalente a romperse 20 huesos a la vez. Pese a ello, nos pasamos la vida escuchando que tener un hijo es lo más natural del mundo y la epidural es considerada por algunos un lujo de ‘pijas’.

Mucho me temo que lo de las ranas no tiene solución, pero con un poco de más de empatía y educación, quizás podríamos hacer del mundo actual un lugar un poco menos hostil para las mujeres. Uno en el que la violencia en todas sus posibles versiones deje de ser femenino plural.