Opinión | LAS CUENTAS DE LA VIDA

Tres escenarios

Los tres escenarios nos hablan del viejo mundo que salió del final de la guerra y que se encuentra en un estado avanzado de descomposición

La economía, estúpido

En la frontera

El humo de un edificio tras un ataque en Gaza.

El humo de un edificio tras un ataque en Gaza. / EFE

Tres escenarios. Bélico, el primero: las impactantes imágenes que nos llegan día tras día desde Oriente Próximo; ya sean de Israel, ya de la Franja de Gaza. El terror encapsulado que estalla en cuestión de segundos y deja tras de sí sangre y muerte. Bélico también el segundo, situado en la Ucrania ocupada, con el salto adelante que ha causado la utilización por parte del ejército ucraniano de los primeros misiles ATACMS. El resultado ha sido la destrucción de media docena de helicópteros rusos y la muerte de decenas de soldados en un solo ataque. El tercer escenario no es militar, sino geopolítico y se emplaza en China. Lo explica, en su cuenta de X (antes Twitter), el exministro portugués de Asuntos Europeos Bruno Maçães desde al Foro de la Ruta de la Seda, la gran iniciativa global de infraestructuras que ha puesto en marcha el gigante asiático. Dos mensajes salen de allí. El primero es que entre la asistencia apenas hay representantes del mundo occidental (ni un solo estadounidense); todo lo contrario de lo que sucede con los asiáticos, africanos o hispanoamericanos. El segundo es el que les transmitió un alto funcionario chino: "Vienes aquí y lo que te encuentras es paz. Viajas a Occidente y es matar, matar, matar". No hay que minusvalorar el impacto propagandístico de este mensaje. China ofrece al mundo en desarrollo un modelo político y de crecimiento distinto al de nuestras democracias liberales. Esa es la batalla geopolítica que se libra en todos los continentes.

Los tres escenarios nos hablan del viejo mundo que salió del final de la guerra y que se encuentra en un estado avanzado de descomposición. Es la Pax Americana lo que se disuelve a medida que avanzamos hacia un planeta multipolar, sin centro de poder fijo ni estable. Es también la democracia parlamentaria, nuestros derechos y libertades, lo que está en peligro con el resurgir del nacionalismo, la tecnopolítica y los distintos populismos. Las ruinas del mundo que emergió de las postrimerías del siglo XX se evidencian en la fractura social y de clase que aqueja las sociedades avanzadas, en las migraciones masivas, en la ira como motor de la política, en la frivolidad que impera en el debate público, en la crisis sistémica que afecta al Estado del bienestar —el gran logro europeo que surgió de la posguerra—, en el abismo cultural que ha sustituido la lectura por el TikTok, en el malestar ideológico y en el colapso de la educación. La misma civilización cristiana, que forjó Europa en el pasado y que, junto con el racionalismo ilustrado, hizo posible la Modernidad, se halla en trance de desaparecer (al igual que la propia Ilustración, por otro lado).

Tres escenarios que apuntan en la misma dirección, es decir, a una inestabilidad creciente. También en España, donde la mutación constitucional parece ya inevitable, al igual que una fuerte desaceleración económica con la consecuente aplicación de las nuevas medidas de ajuste presupuestarias exigidas por Bruselas y la más que previsible alza del precio del petróleo. Nos enfrentamos, quizás, al periodo histórico más peligroso de las últimas décadas. Y este, me temo, es sólo el inicio de un largo proceso.