Opinión | MUJERES

Más que carga, sobrecarga mental

Más del 70% de las mujeres, sobrepasadas por la planificación de las tareas familiares

Viñeta de la obra "La carga mental" (Lumen), de Emma Clit.

Viñeta de la obra "La carga mental" (Lumen), de Emma Clit. / Emma Clit

Un cómic de la dibujante, historietista y bloguera francesa Emma Clit popularizó hace unos años entre las mujeres y en los círculos feministas el concepto de carga mental. En 2017 Emma publicó en su blog una tira gráfica, "Fallait demander!" ("¡Habérmelo pedido!"), en la que ponía en evidencia que en los hogares y en las familias, en general, las mujeres asumen, además de la ejecución de la mayor parte de las tareas, su planificación y supervisión. Eso constituye un esfuerzo que se añade al tiempo y a la energía que se requiere para completarlas. No solo es hacerlo, es estar pendiente y preocuparse de ello.

Esa expresión, carga mental, fue utilizada con ese mismo significado y por primera vez aplicada a las mujeres años antes, hacia 1996, por la socióloga Susan Walzer. Hay coincidencia, según distintos estudios, en que ese malestar que se denomina carga mental, y que seguramente está tras el elevado consumo de psicofármacos entre el género femenino, afecta a más del 70 por ciento de las mujeres.

Más que carga es sobrecarga mental. No se trata de un invento del feminismo, es un término acuñado por los psicólogos y que se aplica al ámbito laboral y, en general, al desempeño de tareas, tanto en hombres como en mujeres. Hay protocolos y manuales, incluso editados por el Instituto Nacional de Seguridad y Salud en el Trabajo, para reducirla y mejorar el bienestar de los empleados en sus puestos de trabajo.

Solamente el 13% de mujeres universitarias escoge una carrera STEM.

Solamente el 13% de mujeres universitarias escoge una carrera STEM. / Archivo

Simplificando, culminar una tarea requiere, además de un esfuerzo físico o intelectual, un trabajo previo de organización y proyección y una supervisión, cierta vigilancia, que se ha de mantener durante un tiempo, y todo ello puede acabar generando incomodidad, estrés o ansiedad.

Lo que para lo varones es una carga, para las mujeres es sobrecarga, porque lo habitual es que ellas asuman no una sino varias jornadas laborales, una remunerada, como los hombres, y otra más, cuidando del hogar, de los hijos y, con el tiempo, también de los padres. Carga sobre carga.

Evidentemente, reducir la carga mental de las mujeres es complicado, porque no basta con buena voluntad y disposición. Cuidar, satisfacer, contentar, resolver problemas, sacrificarse, todo ello lo aprendemos las mujeres muy pronto. No hace falta que nadie nos lo enseñe, está en el aire, lo impregna todo y se nos refuerza continuamente. A menudo hasta cargamos con más responsabilidades de las que se nos exigen.

Sacudirnos ese peso no es fácil, para empezar porque conforma nuestra identidad. Renunciar a esas competencias, además de muchas otras implicaciones, nos obliga a cuestionarnos quiénes somos.

Lo que para lo varones es una carga, para las mujeres es sobrecarga

También para ellos es difícil repartir esa carga. No se trata solo de ayudar, como planteaba Emma en su cómic, sino de implicarse en el bienestar de la pareja y de los miembros de la familia que dependen de ella. Se trata de recordar las fechas de los exámenes, de estar pendiente de los rotos en el uniforme escolar, de las ojeras del chiquillo, de la medicación de los mayores, de revisar la nevera y redactar la lista de la compra y de hacerlo todo por iniciativa propia. Preocupándose y ocupándose de ello.

Aliviar la carga mental de las mujeres es un objetivo ambicioso, que excede la determinación personal y que requiere de acciones políticas, de cambios culturales, educativos y, en definitiva, de toda una reorganización social.

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