Opinión | VENGA, CIRCULE

El crack y el piquito

Yo de las artimañas de Rubiales destacaría cómo al principio llamó imbécil a todo el mundo porque él no había hecho nada malo, había sido un besín de nada

Luis Rubiales a su llegada a la Audiencia Nacional.

Luis Rubiales a su llegada a la Audiencia Nacional. / JOSÉ LUIS ROCA

Sigue sin enterarse Rubiales de cuál es el problema, de qué fue lo que hizo para terminar teniendo que saltar del barco con una carta de dimisión subida a Google Drive para disfrute de todos los que cogieron su dirección de correo electrónico y probaron a ver en qué webs de películas XXX estaba registrada. Su cuenta de correo personal, no la carta de dimisión, para que nos entendamos. No tiene ni pajolera idea de hay de malo en nada de lo que sucedió, dan ganas de hacerle unos dibujos o un esquema. Decía hace unas semanas para justificarse que había sido un piquito de nada, un piquito sin pasión ni ningún tipo de maldad, un besito como los que le daba a sus hijas, por ejemplo. No sé yo hasta qué edad puede un padre darle piquitos sin maldad ni pasión a sus hijas, no quiero indagar porque no siento curiosidad y porque una vez se sabe algo ya no se puede des-saber, pero me atrevería a afirmar que la ausencia de maldad o de pasión no justifica el largarle un beso en la boca a nadie sin preguntarle primero si lo quiere o no. Se llevan algunos tipos y algunas tipas las manos a la cabeza porque claro, qué será lo próximo, qué es eso del consentimiento, ahora tendremos que pedirles permiso a nuestras parejas antes de besarlas y tocarlas o cómo va la vaina esta. Algo dentro de mí se remueve con estas cosas, paso los siguientes días sintiéndome un poco aturdida, incluso cóncava. 2023, la rueda nunca completa su giro, siempre se queda atascada en el mismo punto. La gente está loca, explican, la gente está desquiciada, enloquecen por cualquier cosa. El grupo de personas denominado "mujeres" está para encerrar y cómo exageran, eh. Las mujeres, cómo se pasan. Suelen ser los mismos que ponen el grito en el cielo si otro hombre les da dos besos o los manosea un poco o es más cariñoso de la cuenta. "Mariconeos los justos". Ah, cómo cambia la película entonces, pero qué coraje da que algunos solo entiendan qué es eso del respeto cuando se les amenaza con la misma violencia que suelen ejercer.

Siempre he pensado que una vez uno decide mentir ha de ser consistente con su mentira. Sabérsela bien, evitar cualquier cambio en los detalles, por nimio que sea. Llevar esa versión hasta el final, a no ser que se decida uno a decir la verdad. Yo de las artimañas de Rubiales destacaría cómo al principio llamó imbécil a todo el mundo porque él no había hecho nada malo, había sido un besín de nada; luego, sus gritos asegurando que NO iba a dimitir y que se estaba cometiendo una injusticia con él, un hombre bueno; después, un diálogo demencial que parece haber sido escrito por una Inteligencia Artificial: "Ella me dijo ‘Eres un crack’ y yo le dije ‘¿Un piquito?’". No me lo imagino ofreciéndole el dichoso piquito a un árbitro, a un entrenador o a un futbolista, llámenme cínica. Finalmente, en la versiónfinalrevisada_estasí_versióndefinitiva.pdf, toma la decisión de pegarle un par de vueltas de campana a su defensa e intenta convencer a quien lo quiera escuchar de que en realidad el agredido fue él y que Jenni Hermoso lo alzó por los aires y le plantó un beso en la boca. Además de ser un soberbio y un mentiroso toma a todo el mundo por estúpido, y por estúpidos también nos toman todos los presidentes de las federaciones que se pusieron de pie y le aplaudieron en la Asamblea de la RFEF retratándose como lo que son, unos palmeros, unas personas sin un ápice de dignidad, que solo están allí porque él los sentó en los puestos que ocupan. ¿Y los futbolistas? Pues qué puedo contarles, qué esperan que les cuente, ¿que fueron valientes y apoyaron a su compañera? A excepción de Borja Iglesias y Andrés Iniesta, el resto se ha desmarcado como suelen desmarcarse cuando sus compañeros abusan de una mujer o comparten vídeos que no tendrían que compartir, como los cuatro jugadores de la cantera del Real Madrid a los que la Policía Judicial de Las Palmas detuvo el jueves por un supuesto caso de revelación de secretos de índole sexual. Dimite veinte días después de brotar al grito de que no lo iba a hacer, cual Leonardo DiCaprio en El lobo de Wall Street. Qué personaje tan lamentable.