Opinión | VENGA, CIRCULE

Crecer, morir

El tiempo no es real. Piensen lo que quieran, desde luego vivimos en una sociedad, pero más allá de las cosas que nos suceden el tiempo no existe, solo es una secuencia de eventos superpuestos

Crecer, morir

Crecer, morir

Escribió Ángel González: “Yo lo noto: cómo me voy volviendo menos cierto, confuso, disolviéndome en aire, cotidiano, burdo, jirón de mí deshilachado y roto por los puños. Yo comprendo: he vivido un año más, y eso es muy duro. ¡Mover el corazón todos los días casi cien veces por minuto! Para vivir un año es necesario morirse muchas veces mucho”. Cumplí un año más esta semana y no solo no fue fiesta nacional, sino que además tuve que trabajar. La vida sigue se ponga uno como se ponga y sea cual sea el acontecimiento que consideremos digno de paralizar las imprentas y el tráfico. Como bien señalaron algunas amistades, comparto aniversario con el duelo al amanecer entre Aaron Burr y Alexander Hamilton que acabó con la vida del segundo, la masacre el Srebrenica, el incidente de la isla de Perejil, el fin del soporte técnico para Microsoft Windows 98 y la fuga del Chapo Guzmán de la cárcel de máxima seguridad El Altiplano. Estará bien o estará mal, no lo sé, pero cada año me noto más cierta y menos confusa, mejor clavadita en el suelo. En la mitad de la mitad de un segundo se puede producir un suceso que proceda a cambiarnos la vida para siempre, por lo que intento construir mis días sin muchas certezas más allá de las básicas e inamovibles, como el amor de mis progenitores y mis hermanos o la salida del sol que señalará el comienzo de un nuevo día.

El tiempo no es real. Piensen lo que quieran, desde luego vivimos en una sociedad, pero más allá de las cosas que nos suceden el tiempo no existe, solo es una secuencia de eventos superpuestos. En estos treinta y dos años aprendí algunas cosas y desaprendí otras tantas. He dejado de darle demasiada importancia a lo que cualquiera vaya a pensar de lo que hago o dejo de hacer, y he intentado dejar de preocuparme hasta la angustia por sucesos que todavía no se han producido. He olvidado poco a poco lo de prepararme para que todo vaya mal sin contemplar siquiera cómo proceder en caso de que las cosas salgan bien. También he aprendido que uno solo es realmente libre cuando la imagen que tiene de sí mismo no depende de que le den amor o se lo nieguen. Quizá la vida sea como atravesar un pasillo estrecho para una persona que arrastra una maleta y una mochila, solo nos damos cuenta de que hay espacio para nosotros cuando dejamos de arrastrar las cosas. Algunas personas creen en el horóscopo y en las líneas de las palmas de las manos, yo creo que si algo es para mí nada ni nadie me lo podrá arrebatar. Nuestros días están construidos en torno a situaciones y momentos que tendrían que haber ido de otra forma -al menos así nos lo planteamos en nuestras cabezas- pero no fueron tal y como nos imaginamos que iban a ir. Esto nos rompe o nos endurece o nos enseña a no dar nada por sentado jamás. Perdí amigos que creí que siempre estarían ahí. Su desaparición en el vacío no me destruyó, pero tampoco me hizo más suerte, solo se quedó ahí flotando como uno de esos hilos musicales de ascensor. Lo sigo escuchando en ocasiones cuando todo está en silencio y aprietan el insomnio y el calor. No me di cuenta de eso, no fui consciente en estos treinta y dos años de que las personas tienen formas particulares -y dolorosas, a veces- de pasar por las vidas de los demás. Solo me puso triste y descubrí en esa tristeza que estar vivo implica enfrentarse a una serie de dolores y sinsabores sin bajar los brazos del todo. Aceptar el cansancio sin entregarse a la desesperanza.

Descubrí más cosas, por supuesto. Hay manchas que salen más fácil de la ropa si las frotamos con un poco de bicarbonato. Un gestor de contraseñas nos salvará de tener que ir apuntándolas todas en una libreta o de tener la misma para todas nuestras cuentas. A nadie le hace especial ilusión comprarse una sartén buena, pero la vida es un poco más fácil una vez damos el paso. Todas las personas tienen un motivo por el que hacen lo que hacen, que no lo entendamos o no nos parezca bien no cambia nada. Tomar la decisión de alejarse de alguien no nos hace cobardes. Siempre es mejor un vaquero 100% de algodón. Otros treinta y dos años pasarán y quizá siga yo cometiendo los mismos errores y no pasará nada. Al final lo único importante es la muerte.