Opinión | INTERNACIONAL

En ninguna parte se muestra hoy el racismo colonial como en Chagos

La ONG Human Rights Watch califica la situación del archipiélago de “crimen de lesa humanidad” basado en mentiras

Imagen aérea del Archipiélago de Chagos.

Imagen aérea del Archipiélago de Chagos.

Hace ya medio siglo, británicos y estadounidenses, que en tantas cosas suelen ir juntos, establecieron con las más racistas e inhumanas de las estratagemas una base militar en el archipiélago de Chagos. Estados Unidos se había fijado desde hacía algún tiempo en esas islas situadas entre África oriental, la península arábiga y la India y que pertenecían a la colonia británica desde las guerras napoleónicas.

Pensaba el Gobierno de Washington en el valor estratégico que tendría una base conjunta de comunicaciones en la mayor de ellas, la de Diego García. Mientras tanto, bajo la presión de los nuevos movimientos nacionalistas tanto en Asia como en África, Gran Bretaña se veía por aquellos años obligada a desprenderse de muchas de sus antiguas colonias. Entre ellas estaba Mauricio, en el Índico, a la que pertenecía Chagos, y el Gobierno de Londres aceptó concederle a la primera la independencia, pero no sin antes separarla de ese archipiélago, que seguiría siendo parte del “territorio británico del Océano Índico”.

La idea era pues establecer allí una base militar, pero había un problema: en el archipiélago vivía millar y medio de isleños aproximadamente, en su mayoría descendientes de esclavos procedentes del continente africano y que trabajaban en las plantaciones de cocoteros. Como señalan los historiadores, se había desarrollado allí una cultura autónoma con su música, su lengua criolla, sus costumbres y el catolicismo como religión dominante, todo ello bajo la bandera británica.

¿Cómo deshacerse de aquella población, que molestaba para el proyecto militar estadounidense? Los británicos hicieron creer al mundo que allí no vivía nadie de forma permanente, sino unos cuantos trabajadores por cuenta ajena. Y a partir de ese momento se inició un proceso de vaciamiento forzoso de Chagos de sus pobladores: a quienes se veían obligados por razones médicas o de cualquier otro tipo a viajar a Mauricio o las Seychelles se les impedía regresar.

Dejaron de llegar allí barcos y el archipiélago se cerró en la práctica al mundo exterior en 1973, lo que permitió la apertura de la base militar norteamericana en Diego García mediante un contrato de alquiler del territorio vigente hasta 2016 pero que el Gobierno de Boris Johnson prolongaría hasta 2036.

La base de Diego García tuvo un papel importante en las guerras de Afganistán y de Irak. Y tras la de Irak, Londres trató de frustrar todo intento de modificar el statu quo de su territorio de ultramar y para ello declaró el archipiélago “zona de protección marina”.

Gracias, sin embargo, a la filtración a Wikileaks de un documento diplomático estadounidense se supo que se trataba de una nueva estratagema del Foreign Office para impedir la vuelta a Chagos de los isleños expulsados o de sus descendientes. Pero en 2017, a petición de Mauricio, la Asamblea General de la ONU solicitó a la Corte Internacional de Justicia un informe sobre la situación del archipiélago.

El tribunal de la Haya sentenció que los habitantes de Chagos habían sido “expulsados con violencia” y que la descolonización de Mauricio no se había completado debidamente, por lo que Londres debía devolver a Mauricio el archipiélago. Tanto la Corte Penal Internacional como la Asamblea General de la ONU – ésta última por 116 votos a favor frente a sólo seis en contra- exigieron poner fin a aquella situación colonial, pero Londres hizo caso omiso de aquello.

En su último informe, la ONG Human Rights Watch califica la situación del archipiélago de “crimen de lesa humanidad” basado en mentiras y en racismo.

Según el profesor de derecho internacional Philip Sands, autor de un libro titulado La Última Colonia, preocupan sobre todo a Londres las repercusiones que la devolución de Chagos a Mauricio pudiera tener en otras situaciones coloniales como las de Gibraltar o las Malvinas. ¿Es eso lo que se conoce en Occidente como “el orden internacional basado en reglas”?