Opinión | POCA CREACIÓN DE EMPLEO

El derecho y el revés de las cifras de empleo

Hay que interpelar a los actores implicados para que afronten los déficits de la calidad del empleo generado

PARO

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El pasado julio fue un buen mes para el empleo en España pero, observado a fondo, empiezan a surgir dudas sobre la bonanza aparente de los datos. Así, no puede obviarse que la cifra de 2,6 millones de parados registrados es el mejor guarismo desde hace 15 años o que los casi 22.000 afiliados que sumó la Seguridad Social, hasta alcanzar los 20,89 millones de trabajadores en activo, suponen un récord en la serie histórica. 

No obstante, la cifra de nuevos ocupados (en una época favorable a la contratación, como son los meses de temporada alta turística) muestra síntomas de cierta desaceleración en la creación de empleo (algo que los analistas ya advirtieron tras los datos de junio). Junto a estos números coyunturales de enfriamiento en la creación de ocupación (que ya se verá si tienen confirmación durante el otoño), hay que resaltar otras cuestiones de carácter más persistente, referidas a la calidad del empleo creado.

En primer lugar, pese a la continua reducción del empleo registrada en los últimos meses, hay que recordar que España sigue teniendo una de las tasas de paro más altas de la Unión Europea (con un 11,6%, según la Encuesta de la Población de Activa del segundo trimestre) y que se aspira a llegar a una situación de paro estructural, valorada como casi de pleno empleo, cuando se alcance el 8% (cifra lograda tras la burbuja inmobiliaria de 2003-2007, que estalló abruptamente un año más tarde), un nivel que sería considerado demasiado alto en países del norte de Europa o EEUU. 

En segundo término, la productividad laboral en España apenas crece, probablemente por la excesiva dependencia que muestra la economía del sector servicios (en contraposición con el cada vez menor peso de la industria, el único sector con capacidad para crear empleos de alto valor añadido de manera generalizada, algo que no puede hacer la construcción ni, por lo que se ve hasta ahora, el sector público).

Finalmente, pese al impacto positivo de la reforma laboral en la calidad del empleo (con una caída destacada en la proporción del trabajo temporal, del 25% al 17%, en apenas año y medio), ésta ha venida acompañada de un aumento significativo del denominado empleo fijo-discontinuo. Por su propia naturaleza, se trata de trabajadores que, en la estadística, forman parte de los contratados indefinidos pero que, en realidad, pueden acabar estando en condiciones de empleo efectivo el mismo tiempo que un trabajador sujeto a trabajos temporales. Y, tal como está la legislación actual, las empresas pueden tener más incentivos para contratar a estos empleados con la continuidad alterada (no solo en el sector turístico, sino también en el educativo, por ejemplo) para disponer de más flexibilidad y ahorrarse costes en potenciales indemnizaciones, mejorando más las estadísticas de empleo que la situación laboral real.

A partir de la situación descrita se puede estar satisfecho ante la evolución del empleo registrado, pero habrá que prestar atención a los datos que empiecen a publicarse tras el fin de la temporada turística. Y, sobre todo, habría que interpelar a los distintos actores implicados (administración, empresarios y sindicatos) para que afronten, de manera decidida, los déficits estructurales que afectan a la calidad del empleo generado en el país.