Opinión | ELON MUSK

Acantilado de cristal

Inversores y periodistas económicos andan preocupados con la ubicuidad de Musk, que empieza a afectar a sus negocios

Elon Musk, la semana pasada en París.

Elon Musk, la semana pasada en París. / GONZALO FUENTES

Una mujer, Linda Yaccarino, es la nueva ejecutiva principal (CEO: Chief Executive Officer) de Twitter, la red propiedad de Elon Musk. Inversores y periodistas económicos andan preocupados con la ubicuidad de Musk, que empieza a afectar a sus negocios. Hay llamadas de atención sobre el futuro de Tesla, por ejemplo, y también sobre los aspectos económicos de Twitter, que Musk parece decidido a convertir en una plataforma política no neutral. El lanzamiento de la campaña de Ron DeSantis a las primarias del Partido Republicano a las presidenciales de 2024 es un indicio más que evidente.

Pero lo más interesante del caso de Yaccarino es que se habla abiertamente del fenómeno poco conocido del llamado "acantilado de cristal" (glass cliff). En contraposición al techo de cristal, esa barrera invisible que impide a las mujeres acceder a los más altos puestos de decisión, en los negocios o en la política, la hipótesis del acantilado de cristal sostiene que es más probable que las mujeres alcancen estas posiciones de poder sólo cuando las organizaciones están en crisis o en momentos de serias dificultades. Ese poder es precario.

Esta teoría fue expuesta ya en 2005 por dos profesores de psicología de la Universidad de Exeter, Michelle Ryan y Alexander Haslam, en un artículo publicado en el British Journal of Management. En los Estados Unidos, la prensa ha recordado los casos similares de Marissa Mayer, que pilotó la venta de Yahoo a Verizon en sus últimos meses (en 2012), o el de Ellen Pao, que fue fichada en 2014 para salvar Reddit, sin éxito. Un ejemplo más cercano lo tendríamos en España con el caso de Inés Arrimadas y el ocaso de Ciudadanos. Los profesores Ryan y Haslam examinaron las empresas cotizadas del Reino Unido, y concluyeron que, ya en la década del año 2000, la llegada de mujeres a las cúpulas de las grandes corporaciones tenía más que ver con el mal comportamiento financiero de las empresas en los meses anteriores que con el reconocimiento explícito a sus cualidades profesionales y ejecutivas.

La existencia del acantilado de cristal supone un problema, por diversas razones. Asignar a las mujeres estos liderazgos precarios, que parecen condenados al fracaso, alimenta el discurso atávico de la mayor capacidad de los ejecutivos tradicionales (varones blancos) frente a otras opciones. También que las mujeres gestionan peor. No hay nada inocente en las decisiones de este tipo. Ojalá que Yaccarino no sea otra víctima cazada en la trampa.