Opinión | GUERRA DE UCRANIA

Carne de cañón

Frente al engañoso optimismo que siguen exhibiendo algunos en Washington y Bruselas, muchos analistas hablan de pérdidas considerables tanto humanas como de material bélico por parte sobre todo de Ucrania

Trabajadores de emergencias en un edificio residencial dañado por un bombardeo ruso, este martes 13 de junio en Kryvyi Rih, en la región de Dnipropetrovsk (Ucrania).

Trabajadores de emergencias en un edificio residencial dañado por un bombardeo ruso, este martes 13 de junio en Kryvyi Rih, en la región de Dnipropetrovsk (Ucrania).

Tal vez desde la Primera Guerra Mundial (1914-1918) no se veía en el extremo de Europa a tantos jóvenes convertidos en carne de cañón al servicio de unos intereses sobre todo estratégicos. Da a veces la impresión de que no nos importa cuántos centenares de ucranianos y rusos mueran diariamente en esa trituradora de carne que es la guerra de Ucrania.

Hemos olvidado todos deliberadamente los antecedentes del conflicto: la ampliación de la OTAN a las fronteras de Rusia y la línea roja trazada en su día por el Kremlin a la adhesión de Ucrania a esa alianza militar. Hemos olvidado también las advertencias de destacados diplomáticos y politólogos occidentales sobre el peligro de desafiar a una potencia nuclear como Rusia en un claro intento de debilitarla y, a ser posible, provocar un cambio de gobierno.

Y que hubo un intento de llegar a una solución diplomática que habría evitado el conflicto: los llamados acuerdos de Minsk, negociados con ambas partes por Berlín y París, que establecían la neutralidad permanente de Ucrania y ofrecían al país garantías de seguridad. Aceptados en principio tanto por Kiev como por Moscú, finalmente se frustraron por las súbitas presiones en sentido contrario sobre Kiev del premier británico Boris Johnson y de los EEUU de Joe Biden.

Se trataba de castigar a Rusia por su invasión de Ucrania, a todas luces contraria al derecho internacional y por tanto condenable, pero en ningún caso “no provocada”, como sostiene la OTAN, olvidando así los años de guerra civil entre Kiev y los separatistas del Donbas y sus catorce mil muertos, de los que apenas se ocupó la prensa occidental.

Población rusófona del este de Ucrania que no había aceptado el derrocamiento por las presiones callejeras en Kiev, apoyadas por la embajada de EEUU, de un presidente democráticamente elegido y la posterior reorientación hacia Occidente de la política ucraniana en claro perjuicio de sus viejas relaciones con Moscú. Es necesario recordar todo eso porque sin conocer los antecedentes de un conflicto, pretendiendo deliberadamente ocultarlos como algo que ya no interesa, nunca va a poder solucionarse.

La guerra de Ucrania no está saliendo en cualquier caso como deseaban ninguna de las partes. Occidente no ha conseguido debilitar a Rusia: su economía está hoy más fuerte que antes a juzgar por las previsiones del Fondo Monetario Internacional. Las sanciones occidentales por la invasión de Ucrania no convencen a la mayoría de los países del llamado Sur Global, que no quieren seguir en ello a Occidente, al que acusan de doble moral. 

Pero Rusia tampoco ha logrado su proclamado objetivo de una arquitectura de seguridad europea que tenga en cuenta sus intereses estratégicos sino que ha provocado la unidad de los europeos en torno a Washington y la ampliación de la Alianza a países que eran antes neutrales.

Occidente sigue armando a las fuerzas ucranianas con la esperanza de que consigan recuperar el territorio ocupado por Rusia, pero la tantas veces anunciada contraofensiva no parece estar dando el resultado pretendido. 

Frente al engañoso optimismo que siguen exhibiendo algunos en Washington y Bruselas, muchos analistas hablan de pérdidas considerables tanto humanas como de material bélico por parte sobre todo de Ucrania. Pero es una verdad ciertamente incómoda. Parece como si Occidente hubiese obligado a Kiev a lanzar una ofensiva para la que no parece estar preparada, a demostrar algún éxito militar, cueste lo que cueste en vidas humanas. En cualquier caso, quienes mueren son sólo eslavos.