Opinión | ANÁLISIS

El mundo sin trabajo de la IA

Los parámetros socioeconómicos manejados hasta ahora cambiarán, y no necesariamente en sentido negativo

Un muchacho ante un logotipo de Inteligencia Artificial

Un muchacho ante un logotipo de Inteligencia Artificial / Manu Mitru

La sociedad global que se despliega alrededor de Internet ha quedado anonadada al asistir, de la noche a la mañana, al despliegue de ChatGPT, de la mano de Open AI y después de Microsoft, expuesto en una web y a disposición de toda la humanidad. Chat GPT es un chatbot especializado en técnicas de lenguaje, ajustado con sofisticadas técnicas de aprendizaje. En la práctica, responde a preguntas y elabora textos a partir de un gran bagaje de información que le ha sido proporcionado por sus creadores. Lo inquietante es que, siendo como es todavía un simple rudimento, ya nos asombra, por lo que si se sigue perfeccionando, adquirirá facultades antropogénicas asombrosas.

Antes de esta eclosión, algunas mentes lúcidas han advertido de los riesgos que trae consigo la inteligencia artificial, y que cobran verosimilitud a la luz de estos alardes. El fallecido Stephen Hawking, experto en física teórica y cosmología, indagó sobre la IA y divulgó sus conclusiones: en una entrevista a la BBC de 2014, declaraba que los esfuerzos por crear tecnologías de un nivel avanzado representarían una amenaza para la sociedad: “El desarrollo de una completa inteligencia artificial podría traducirse en el fin de la raza humana”. En su libro “Respuestas breves a las grandes preguntas” (2018), Hawking escribe que “es tentador descartar la noción de máquinas altamente inteligentes como mera ciencia ficción, pero esto sería un error, y potencialmente nuestro peor error”. Más allá de estas disquisiciones futuristas, Hawkins mostró gran preocupación por el impacto que tendría la tecnología en la fuerza de trabajo. En una columna realizada para The Guardian, advirtió que la IA reduciría los trabajos de la clase media por la creciente automatización y empeoraría la desigualdad.

Esta es la primera gran inquietud que debemos experimentar: todas las tareas recurrentes y automatizables serán pronto desempeñadas por máquinas. Médicos, ingenieros, arquitectos, conductores, pilotos de aviación, prestatarios de servicios rutinarios… Serán sustituidos total o parcialmente por robots cada vez más baratos y eficientes… que serán capaces con el tiempo de perfeccionarse ellos mismos. Eso significa que habrá trabajo solo para una parte de la sociedad, que será la que dirija política y técnicamente la previsible utopía, hecha ya realidad. Quienes no trabajen han de ser sostenidos mediante un salario vital suficiente, de cuya cuantía dependerá gran parte de la demanda… Los parámetros socioeconómicos manejados hasta ahora cambiarán, y no necesariamente en sentido negativo. De nosotros depende que mantengamos la capacidad de control de un gran campo abierto de posibilidades ilimitadas.