Opinión | FOTOGRAFÍA

«Haga la foto con el móvil, como todo el mundo»

En este mundo de imágenes superpuestas y encadenadas hemos ido deconstruyendo nuestras vidas para construir otras que son de postureo

Cámara de fotografia.

Cámara de fotografia.

Vivimos en una especie de tragicomedia continúa, donde al final una no sabe dónde están los límites si acaso estos existen. Hace unos días charlando con un amigo fotógrafo, periodista, me recordaba como a ellos, los profesionales, en cualquier evento multitudinario, sea concierto, mitin, congreso…, se les tiene restringido el tiempo para tomar imágenes, así como los accesos, mientras a las miles y miles de personas que acuden como público se les permite tomar cuantas imágenes deseen con su móvil, así como vídeos, pudiendo hacerlos virales y compartiéndolos a través de las redes sin que para ello exista ningún límite, ni ningún código de buenas prácticas, cosa que por otro lado chocaría frontalmente con la libertad que proclamamos sin entender que esta es de todos y no de unos pocos, como algunos parecen defender. En esa misma conversación, y frente a la terraza en la que estábamos sentados, paró un coche de policía y mi amigo comentó: «Si tuviera una Nikon profesional y se me ocurriera tirar una foto a ese coche patrulla se montaría una gorda; sin embargo, si ahora mismo hiciera una foto a ese mismo vehículo con mi móvil no pasaría nada de nada».

Y era verdad lo que decía, porque en este mundo de imágenes superpuestas y encadenadas hemos ido deconstruyendo nuestras vidas para construir otras que son de postureo y en ocasiones solo dan razón de todo aquello que no somos ni tenemos y aunque lo seamos o tengamos es solo la luz de un momento y como momento es fugaz y esquivo.

La tarde en aquella terraza se fue evaporando y con ella la luz de sol que se iba consumiendo en el horizonte. Recuerdo que hablamos de muchas otras cosas como la construcción de las noticias que en ocasiones no son ni noticias, de los días pasados, de las noches vividas y bebidas, de los fríos recuerdos que nos recuerdan las cosas que quizá nunca debimos hacer o decir, de la sinrazón de las guerras, de los estados que se embriagan con su propia necedad, hasta que mi amigo dijo: «Llevo la Nikon en el coche. El instante lo merece».

Tardó apenas cinco minutos en volver con su cámara al hombro y cuando se disponía a fotografiar la mesa con nosotros hablando y brindando, el encargado se acercó y le preguntó que para qué esa foto, que el establecimiento tenía un acuerdo de confidencialidad con sus socios. Mi amigo le dijo que era una foto para nosotros, nada más; entonces el encargado le dijo: «Hágala con el móvil como todo el mundo. Para qué ese aparato tan grande, da desconfianza».