Opinión | MIDCAT

Una política energética europea

Las reticencias de Francia al proyecto MidCat podrían tensar la relación del eje franco-alemán si se bloquea la interconexión que reclama Berlín

Imagen de archivo del gaseoducto NordStream, que traslada a Alemania el gas ruso.

Imagen de archivo del gaseoducto NordStream, que traslada a Alemania el gas ruso. / REUTERS/HANNIBAL HANSCHKE

El abastecimiento de energía es una de las consecuencias de la guerra de Ucrania que más preocupa a la Unión Europea. La amenaza de Rusia de cortar la llave del gas obliga a buscar alternativas incluso allí donde antes habían sido descartadas. En este contexto hay que entender el interés de Alemania en la construcción de un gran gasoducto que conecte España con los países centroeuropeos. Ello supondría recuperar el aparcado proyecto MidCat, que ha despertado viejas diferencias entre países, evidenciando la falta de una estrategia energética europea, que debilita a la UE en la defensa de sus intereses comunes ante terceros.

Las reticencias de Francia podrían tensar la relación del eje franco-alemán si París se reafirma en su tradicional oposición a la interconexión que pide Berlín. Para España supondría tener un mayor protagonismo como proveedor de gas a Europa, por lo que cuenta con la posición favorable del Gobierno central, con la lógica reclamación de que se financie con fondos europeos y que no sean únicamente los contribuyentes españoles quienes paguen por una infraestructura que beneficiará al conjunto de la UE. También desde Cataluña se ve con buenos ojos. 

El MidCat es un proyecto iniciado hace más de 20 años, que cruzaba los Pirineos por Girona pero que nunca llegó a ver la luz porque las autoridades de competencia españolas y francesas lo tumbaron en 2019 al considerar que no había necesidades de mercado que lo justificaran. Entonces el gas que provenía de Rusia era fiable y barato, y la nueva infraestructura, muy costosa y sin interés comercial. Ahora las circunstancias han cambiado radicalmente.

España tiene la mayoría de centrales transformadoras de gas licuado de la UE, además de la conexión del gasoducto con Argelia, pero su capacidad exportadora se ve muy limitada por los dos gasoductos que la conectan hoy con Francia. El MidCat permitiría duplicar esta capacidad. Los argumentos de Emmanuel Macron -es una obra muy cara que no solucionará la crisis energética y que supondrá un paso atrás en el objetivo de descarbonización- pueden tenerse en cuenta para mejorar este proyecto, pero no para bloquearlo. Tienen razón quienes advierten del retroceso que supone invertir en combustibles fósiles, pero hoy por hoy las energías renovables no son capaces de atender toda la demanda y el proceso de transición será largo. Con el nuevo MidCat, además, existe la intención de que pueda transportar también hidrógeno líquido, haciéndolo compatible con una economía verde.

La lentitud en la ejecución del proyecto hará imposible resolver la urgencia derivada del conflicto con Rusia. Sin embargo, no se trata de dar una solución inmediata, sino de avanzar hacia una mayor integración de la política energética que permita a la UE una mejor respuesta ante futuras crisis. Algo que no se conseguirá si cada país mira solo por su propia conveniencia.