Opinión | DATOS DEL PARO

Empleo al alza, pero sin euforia

La alegría por la reducción de la tasa de paro hasta niveles previos a la crisis de 2008 no debe obviar las precauciones ante la tormenta que se espera tras el verano

Un operario trabaja en la localidad menorquina de Mahón.

Un operario trabaja en la localidad menorquina de Mahón. / EFE

España cerró el segundo semestre del año con una tasa de paro del 12,48%, la más baja desde el tercer trimestre de 2008. Ello representa un total de 2.919.400 parados, menos de tres millones por primera vez en casi 14 años, según los datos de la Encuesta de Población Activa (EPA) divulgados ayer. Nunca en la historia se había creado tanto empleo indefinido: casi 617.000 nuevos contratos, más de 2,5 veces el dato del mejor trimestre hasta ahora. Además, la ocupación ha alcanzado los 20,47 millones de trabajadores, lo que significa que en un año se han creado 800.000 puestos de trabajo.

Es legítima la autocomplacencia de quienes destacan que la reforma laboral y los ertes han sido en esta crisis pandémica unas magníficas herramientas para preservar el empleo y salvar la economía, al contrario de lo que se logró mediante la austeridad y el rigor en la gran crisis financiera de 2008-2014. Sin embargo, lo razonable en este momento no es derrochar triunfalismo sino insuflar toda la prudencia posible en la gestión del sistema económico global, y, por supuesto, en los subsistemas nacionales, también el español.

La subida de tipos para frenar la inflación puede derivar en una recesión. De hecho, Estados Unidos ya está en recesión técnica

Estamos padeciendo un gravísimo episodio de inflación, que básicamente es de oferta —aunque el exceso de demanda tras la pandemia pueda haber influido— que se quiere corregir mediante decisiones de política monetaria. El BCE acaba de elevar dos cuartillos el precio del dinero. La Reserva Federal americana ha ido más allá, con 0,75 puntos de elevación, pero somos conscientes de que estamos en una encrucijada: si seguimos por este camino, nos arriesgamos a frenar gravemente la actividad; algunos analistas piensan que estamos próximos a una recesión. De hecho, Estados Unidos confirmó ayer que ha entrado en recesión técnica con un segundo trimestre consecutivo de caída del PIB. Pero, por el contrario, si no se elevan los tipos, la inflación puede desbocarse todavía más.

Así las cosas, parece que lo correcto es buscar soluciones para frenar los precios de la energía y mantener cierta estabilidad macro, de forma que se congelen el déficit y la deuda, cuidando que los recursos que se utilicen para aliviar las necesidades de los más golpeados por la inflación provengan del propio sistema. El Gobierno defiende los impuestos sobre energéticas y banca que acaban de perfilarse alegando que van en esta dirección.

Pero las expectativas que nos aguardan son inquietantes y tenemos que estar prevenidos

Las buenas cifras de empleo van asociadas al final de la pandemia —o a la recuperación del ocio—, y a la movilización de muchas personas que ahora buscan desahogo mediante el turismo y los servicios vinculados al mismo. Pero las expectativas que nos aguardan son inquietantes y tenemos que estar prevenidos. Los expertos recomiendan varias iniciativas complementarias: una, reducir a toda costa el conflicto de Ucrania; dos, acelerar la generación de energías limpias y la diversificación de fuentes, evadiéndonos cuanto antes del chantaje ruso; y tres, luchar contra la ‘gran resignación’, el fenómeno que deja en casa a miles de convalecientes de covid deprimidos que no se animan a regresar a su trabajo mediocre. En definitiva, hay que regresar a la situación solvente de la prepandemia, acabar con energía la guerra de Ucrania y poner en práctica todo lo que hemos aprendido en estos años convulsos.