Opinión | INVASIÓN DE UCRANIA

Rusia no es Putin

Es injusto estigmatizar a la población rusa por las barbaridades que está cometiendo Vladimir Putin en Ucrania

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Todas las guerras se cobran víctimas más allá de los campos de batalla. A medida que se prolongan y muestran sus devastadores efectos sobre las poblaciones civiles, las opiniones públicas suelen reaccionar de modo binario, a favor o en contra de los pueblos concernidos, como si estos tuvieran la responsabilidad de las muertes provocadas por los ejércitos.

El resultado suele traducirse en filias y fobias que simplifican las causas del conflicto y crean las condiciones para que surjan brotes racistas tan injustos como peligrosos. Han aparecido ya los primeros síntomas de esta deriva en torno a la guerra de Ucrania, que deben ser combatidos por los poderes públicos y los medios de comunicación.

"Hay que poner en valor la oposición a la guerra de ciudadanos rusos que se arriesgan a la represión y la cárcel"

Las barbaridades cometidas por el ejército ruso en numerosas poblaciones ucranianas, las imágenes de barrios destrozados, hospitales atacados y civiles martirizados por las bombas, unido a los problemas para lograr que los corredores humanitarios sean realmente vías seguras para evacuar a la población, están creando un clima de opinión que alimenta prejuicios hacia el pueblo ruso, como si este fuera el responsable de la peligrosa deriva en la que se ha embarcado Vladimir Putin.

Sin embargo, esta alarma no debe alimentar prejuicios hacia el pueblo ruso, como si ese fuera el responsable de la barbarie que se abate sobre Ucrania.

Los brotes de estigmatización de los ciudadanos rusos, y de lo ruso en general, que se han producido en diversos países europeos, constituyen una alarma que debe ser combatida desde la sociedad y desde los poderes públicos. Poniendo en valor la oposición a la guerra de Putin manifestada por muchos ciudadanos rusos –que se arriesgan a una dura represión y a terminar encarcelados- y entre las comunidades de migrantes rusos que se desmarcan completamente de la campaña bélica del Kremlin.

En España algunos de los rusos que viven entre nosotros han participado en acciones solidarias con Ucrania, lo que constituye la mejor respuesta a la sinrazón desencadenada por Putin. Tan perniciosas son las muestras de rusofobia como los rasgos de rusofilia que anidan en algunas actitudes políticas de la extrema izquierda española, basadas en estereotipos que cuajaron en la opinión pública europea por el papel del Ejército Rojo en la derrota del nazismo. No resulta fácil, ciertamente, aceptar que un mismo ejército haya pasado de liberador a ocupante o de luchar contra el fascismo a hacerlo contra un pueblo soberano, a las órdenes de un dictador cada vez más aislado y autista.

"Tan perniciosas son las muestras de rusofobia como los rasgos de rusofilia en sectores de la extrema izquierda"

No se trata de impedir el debate sobre la agresión rusa, sobre la complejidad de sus antecedentes y sobre la mejor forma de hacerle frente. Y aún menos de cercenar la libertad de expresión en nombre de la guerra. Hacerlo supondría competir con los métodos de Putin, que encarcela a los manifestantes, cierra los medios de comunicación independientes y ve a un enemigo de la patria en todo ciudadano que no comulga con sus métodos. 

No obstante, en algunas de las reticencias que se han manifestado en España contra el envío de armas al ejército ucraniano anida la idea de que un agresor ruso merece un trato distinto del que mereció, pongamos por caso, Estados Unidos durante la guerra de Vietnam. El empeño en mantener el ‘no a la guerra’ de los tiempos de la guerra de Irak, sin señalar a Putin, es significativo.

Ni los rusos son responsables de lo que ocurre en Ucrania ni Putin es heredero de los rusos que defendieron Stalingrado. Es un producto del estalinismo que masacró a millones de rusos y que ha alumbrado un régimen despótico, contrario a la democracia y a la soberanía de los pueblos. Un líder dispuesto a todo para mantenerse en el poder.

La opinión del diario se expresa solo en los editoriales. Los artículos exponen posturas personales.