A FONDO

Andrés, 73 años y a por su 46 maratón de Madrid: "Que por qué lo hago. Yo qué sé, me lo paso bomba"

Este ferroviario jubilado acometerá el domingo en las calles de la capital los 42,195 kilómetros de una prueba que ha conseguido terminar en todas las ediciones disputadas desde 1978. Solo otras cinco personas lo han logrado

Andrés Sánchez Franco, que este domingo correrá su 46 maratón de Madrid.

Andrés Sánchez Franco, que este domingo correrá su 46 maratón de Madrid. / ALBA VIGARAY

Víctor Rodríguez

Víctor Rodríguez

El domingo se levantará pronto, revisará la mochila, cogerá el coche y conducirá los 25 kilómetros que separan Pinto a Madrid. Conoce un sitio donde suele encontrar aparcamiento. Como lleva haciendo desde 1978, se atará las zapatillas, calza un 45 y medio, cogerá aire y se dispondrá a tomar la salida, uno más entre los 40.000 participantes que este año se han inscrito en la Zurich Rock 'n' Roll Running Series Madrid, 11.000 de ellos, como él, en la modalidad de maratón. Un resfriado hace unos días interrumpió su plan de preparación de 12 semanas, pero aun así espera cruzar la meta. Lo ha hecho en 45 ocasiones. Si lo consiguió en 2023 pasado con 72 años, ¿por qué no ahora con 73?

Nacido en Linares (Jaén), el 10 de diciembre de 1945, trabajador de Renfe jubilado y corredor aficionado, Andrés Sánchez Franco ha concluido todas las ediciones celebradas hasta la fecha del Maratón Popular de Madrid, que este domingo 28 de abril alcanza la cita número 46 y en cuya salida volverá a estar. Solo ha faltado en 2020, cuando se suspendió la carrera por la pandemia. En 1995, con su padre en la UVI, por un infarto, subió desde Jaén, corrió y se volvió junto a él. Tampoco falló en 2014, cuando a él mismo le diagnosticaron un linfoma por el que tuvo que someterse a un tratamiento de quimioterapia. Solo otros cinco participantes, que también correrán el domingo, lo han logrado. Se les conoce desde hace años como "los legendarios". El cuerpo ya no responde como hace algo más de dos décadas, cuando corría los 42,195 kilómetros en menos de tres horas y media y se iba a trabajar después. Ahora se contenta con llegar en menos de las seis horas que marcan el límite de la descalificación y termina baldado, directo a la cama. Pero sigue. "¿Que por qué lo hago?", comenta ante un café cortado en la estación de Atocha. "Yo qué sé. En las carreras me lo paso bomba".

Y eso que todo comenzó de una manera accidental. Hijo de un ferroviario, empezó trabajando en la planta de Santana en Linares, donde se fabricaban los Land Rover, hasta que aprobó una oposición para Renfe. Como jefe de estación marchó a Granada, luego a los Pirineos hasta que se estableció en Madrid, primero en Villaverde y definitivamente en Pinto, en los años 70. Le gustaba jugar al fútbol. Llegó a formar con los aficionados del Granada y estar en un equipo de Preferente en sus años en la provincia de Girona. "Jugaba de central, dando leña", bromea. Seguía en ello en ligas locales de Pinto cuando, en 1978, vio con un compañero de trabajo un anuncio en un periódico para inscribirse en el primer Maratón de Madrid. Muchos de los que correrán el domingo no habían nacido.

"Fue un poco una locura", recuerda. "Por entonces yo corría un poco por Pinto, pero nada... Y lo del maratón ya llevaban varios años pensando en organizarlo, pero no fue hasta entonces cuando lo anunciaron. Un amigo y yo lo vimos en un diario y dijimos: '¿Qué hacemos? ¿Nos apuntamos y hacemos 20 kilómetros?'. Y fuimos".

Una procesión de zombis

Como ellos se apuntaron 7.500 personas (unas 400 mujeres), la mayoría, como Andrés y su compañero, bastante desinformados. La carrera estaba lejos de ser el gigante que es hoy, cuando solo la lista de espera ya supera los 5.000 aspirantes. En total, 40.000 participantes se echarán a las calles el domingo en tres categorías (11.000 en el maratón, 20.000 en la media maratón y 9.000 en los 10 kilómetros), con gente venida de más de 100 países y una proporción total de mujeres de un tercio, de un 16% en el caso de la distancia máxima, y mayoritaria, por segundo año consecutivo, en los 10 kilómetros. En 48 millones de euros cifran los organizadores el impacto económico de la prueba en 2023.

Andrés Sánchez (dcha.) en una carrera de hace años.

Andrés Sánchez (dcha.) en una carrera de hace años. / ARCHIVO ANDRÉS SÁNCHEZ

Aquel 21 de mayo de 1978, en cambio, todo era bastante distinto. "La noche antes había cola en la sede para apuntarse y los dorsales los hacían a mano con bolígrafo", asegura Sánchez, quien tampoco olvida el precio de la inscripción: 100 pesetas (lo que serían 60 céntimos de euro). Los dorsales para el maratón de este año oscilan entre los 65 y los 95 euros, según la fecha en que se reservaran. Pero no solo era eso. "La ropa, el calzado, no tenían nada que ver. Yo corrí con una camiseta de baloncesto y no te quiero contar las rozaduras. Venía la gente con pantalones de fútbol ajustados, con zapatillas de tenis... Había a quien le sangraban las piernas, tenían ampollas en los pies... El final, cuando subías la calle Vitruvio antes de bajar ya hacia el Retiro, era una procesión, parecíamos zombis".

A pesar de lo cual, Andrés no solo no se retiró a los 20 kilómetros, sino que terminó con una digna marca de 4 horas y 52 minutos, más del doble que el ganador, José Manuel Sánchez, que llegó en 2 horas 24 minutos y 49 segundos, pero lo suficiente para que le picara el gusanillo y repetir al año siguiente. Abandonado el fútbol, correr era la forma más barata de seguir haciendo deporte. Y los primeros registros eran tan altos que resultaba sencillo ir bajándolos de año en año, ese dulce veneno que suele atrapar a los corredores.

"Nos juntábamos un grupo en Pinto y alguien dijo que a ver si conseguíamos rondar las tres horas", rememora. "Me parecía un exceso de entrenamiento, con tiradas de hasta 30 kilómetros algún día y dije que pasaba, que yo me conformaba con bajar de las tres horas y media". Algunos de aquellos compañeros llegaron a correr en 3 horas y 10 minutos. Él se quedó en aquella ocasión en 3 horas y 25 minutos y aún llegó a bajar su marca poco después al entorno de las 3 horas y 20 minutos en 1990 o 1991.

Tres maratones al año

Eran sus mejores años. Llegaba a correr hasta tres maratones al año, el de Barcelona en marzo, el de Madrid en abril y uno en la provincia de León en verano. En el de Madrid había veces que incluso se iba a trabajar después de correr. "Estuve pluriempleado muchos años de camarero dando bodas y comuniones. Me cambiaba en la oficina, que estaba en la avenida Ciudad de Barcelona, y me iba a una comunión", relata. "Estaba deseando acabar para llegar a casa y tirarme en el sofá, pero tenía el compromiso. Porque, además, el maratón pasaba por donde daba las comuniones, unos salones que había al lado de Virgen del Puerto, y según pasaba estaban los compañeros diciendo: 'Venga, corre, que te estamos esperando...'".

Pero no todo ha sido tan bonito a lo largo de estos 46 años. En 1995 se disponía a correr su maratón de Madrid número 18. Para entonces, los veteranos que habían participado en todas las ediciones ya habían medio institucionalizado quedar a cenar juntos un día. "Entonces lo solíamos hacer en La Mazorca, un restaurante vegetariano muy conocido en Infanta Isabel, que era de uno los que por entonces aún habían estado en todas", cuenta. Era el miércoles previo al maratón. Andrés se estaba preparando para ir a la cena cuando recibió una llamada de su hermana. A su padre le había dado un infarto, estaba inconsciente, en la UVI, muy grave.

24.04.2024. MADRID. El maratoniano Andrés Sanchez Franco, en Madrid. Foto: Alba Vigaray

El jiennense, afincado en Pinto, ha corrido 60 maratones en total y 200 medias maratones. / ALBA VIGARAY

"Cogí el coche y me bajé a Linares", prosigue. Estaban en el hospital de guardia su hermana y él, y al cabo de los días, como su padre no evolucionaba ni a mejor ni a peor, su hermana le dijo que si quería se fuera a correr el maratón, que si pasaba algo, ella ya le avisaba. "Vine el sábado para coger el dorsal y corrí el domingo después de cuatro noches sin apenas dormir. Terminé fundido, lo pasé fatal. Entonces se pasaba por Colón y tuve que pararme y sentarme un rato allí antes de llegar. Y cuando terminó el maratón, coche y otra vez a Linares". Su padre murió al cabo de una semana.

Diecinueve años después, en 2014, a Andrés le diagnosticaron un linfoma. Tuvo que someterse a quimioterapia. "Le dije a la doctora que tenía el maratón y me contestó: 'Bueno, haz caso a tu cuerpo, si ves que fatigas mucho, te retiras'. Ese año me lo tomé con mucha calma". Y aún estuvo a punto de abandonar en otra ocasión, cuando a la altura del kilómetro 35, un calambre de la cabeza al tobillo le dejó rígido: "Estaba en el Puente de Segovia y había un puesto médico. Me metí, me eché en la camilla y le dije a los médicos que estaba completamente acalambrado. Me dijeron que me retirara, pero yo pensaba que qué iba a hacer allí hasta que pasaran a recogerme, pedí que me dieran un masaje y a rastras casi llegué a la meta. Otro que estaba como yo se quedó allí". El año pasado terminó tumbándose en el césped al terminar. "No podía ni moverme".

42 kilómetros con la cabeza, 195 metros con el corazón

Desde hace años en casa ya saben lo que hay. Llega de la carrera y directamente se tumba tres o cuatro horas. Se levanta y apenas toma una sopita. Hasta la cena no come nada porque no le entra. En la actualidad pesa 75 kilos, de los que en el maratón dice que pierde cuatro. Ha perdido seis la ocasión que más. Con 48 pulsaciones por minuto en reposo (ha llegado a tener 42), su doctora de cabecera le dice que siga haciendo deporte. "Lo que no me dice es que haga una locura...", comenta.

24.04.2024. MADRID. El maratoniano Andrés Sanchez Franco, en Madrid. Foto: Alba Vigaray

Sánchez estira en el Parque del Retiro. / ALBA VIGARAY

Los años, no obstante, le han enseñado a correr, o eso cree al menos. Le gusta repetir que en los maratones se disfruta al principio y al final "y se sufre todo por el medio". Y que todo es cabeza, que se tienen que correr 42 kilómetros con el cerebro y 195 metros con el corazón: "A veces, cuando te ves entre tanta gente, te entra el subidón y aceleras. Y eso lo pagas, vaya si lo pagas. Cuando llegas a Callao y bajas hacia Sol por Preciados, que está lleno de gente, te vienes arriba, y en cuanto enfilas la calle Mayor te entra el bajón".

Por qué seguir haciéndolo, entonces. "Pues yo qué sé", asegura entre risas, con ese acento jiennense que 50 años después de salir de Linares aún no ha perdido. "Mira, yo en las carreras me lo paso bomba. Todos los amigos que he tenido que corrían conmigo lo han ido dejando porque ya no podían hacer las marcas que hacían antes. Pero eso es natural. Yo con 40 años hacía 38 minutos en los 10 kilómetros y ahora hago una hora y cinco minutos. Pero me lo paso bien. Casi todas las semanas hago alguna carrera de 5 o 10 kilómetros. Entreno solo porque ya todo el mundo va o muy rápido o muy despacio para mí. Y cuando llega el domingo me gusta correr con gente, aunque ya llegue entre los últimos".

El veterano corredor en una prueba bajo la lluvia cuando era más joven.

El veterano corredor en una prueba bajo la lluvia cuando era más joven. / ARCHIVO ANDRÉS SÁNCHEZ

Después de 60 maratones y 200 medias maratones corre sin reloj. Aunque el domingo sí que irá pendiente de los registros. "Como en 2023 lo pasé tan mal y acabé rondando las seis horas, voy a intentar hacer al menos los mismos tiempos. Cada cinco kilómetros voy a ir mirando, y si voy marcando los del año pasado o menos, voy a seguir. Pero si voy marcando mucho más y voy a entrar fuera de tiempo lo dejo. A ver cómo responde el cuerpo. Los otros cinco compañeros que han corrido todos los años tienen en la cabeza llegar a las 50 participaciones seguidas, pero, claro, faltan cuatro años. Yo me plantaría en 78, que tiene tela... Tengo asumido que llegará un momento en que tendré que retirarme y animar a los que queden...".

Sí le dolería, no obstante, no poder cruzar este año la meta de la mano de sus nietos, Mireia y Mateo. Con ella ya ha atravesado el arco final varias veces. En 2017, cuando cumplía 40 ediciones, su familia y amigos le montaron un bonito homenaje, con permiso de la organización, corriendo por tramos junto a él y grabando un emotivo vídeo que culminaba con Andrés llegando mientras empujaba el cochecito con su nieta a bordo. Pero con el crío solo ha podido hacerlo una vez, cuando era un bebé, con él en brazos. Ahora tiene tres años y le gusta correr con su abuelo. "No creas, me cansa...". El año pasado la familia de su hija tenía un compromiso en Málaga y no pudo ser. "Todo lo que tengo en la cabeza no es nada más que eso, a ver si puedo entrar con él".