LA VIDA CONTIGO

Qué fue de… Ruphert, el estilista que inventó el pelo frito y pasó décadas acicalando a artistas y a señoras de la alta burguesía

Muchas celebridades pasaron por las manos mañosas del carismático peluquero, que en 2009 abrió su último local en la madrileña calle Velázquez 

Ruphert, el peluquero favorito de los famosos.

Ruphert, el peluquero favorito de los famosos. / RODRIGO MENA RUIZ/EUROPA PRESS

Ha sido el Dalí de la peluquería. O al menos así lo bautizaron los entendidos. Y aunque es cierto que Ruphert nunca supo pintar cuadros ni tiene el bigote del genio de Port Lligat, él siempre se ha visto a sí mismo como un verdadero artista. "Me considero una persona privilegiada", dijo sin titubear. "Vengo de muchas reencarnaciones y soy muy inteligente. La gente me toma por loco, pero soy brillante e ingenioso. Un peluquero no pasa de moda. Yo, cuanto más tiempo pasa, más grande soy".

Nacido en Tomelloso, provincia de Ciudad Real, Ruphert se forjó como peluquero haciendo la permanente a gitanos y prostitutas en el prostíbulo de su pueblo. Con catorce años se trasladó a Madrid para triunfar en el mundo del estilismo, y pasó algunas penurias hasta que, durante el servicio militar obligatorio, le pusieron a cortarle el pelo al que fuera ministro del Ejército, Camilo Menéndez Tolosa.

"A todos les gustó cómo cortaba el pelo, incluso a Franco, y me hice famosísimo entre las mujeres de los militares", ha relatado. "Recuerdo que gané propinas para comprarle a mi padre cuatro casas en Tomelloso. Creo que fui el único que salió rico del servicio militar. Fueron dieciocho meses divinos, rodeado de gente guapa y simpática". 

Grace Kelly o Jacqueline Kennedy, entre sus clientas

Aquel golpe de suerte le llevó a montar una peluquería en Gran Vía. Pero el negocio no funcionó y terminó encontrando trabajo en la de Di Stefano. Allí lo descubriría Lola Flores, a quien le llamó mucho la atención su manera de alisar el pelo con un secador y un cepillo. Después de eso, la esposa de Manuel Fraga, Carmen Estévez, le contrató para peinar a Grace Kelly y a Jacqueline Kennedy cuando vinieron a España.

A los diecisiete años, invitado por la periodista y presentadora Nelly Raymond, Ruphert puso rumbo a Argentina para trabajar 15 quince días en Canal 13 de Buenos Aires. Esas dos semanas se acabaron convirtiendo en siete largos y provechosos años. "Manolo Escobar y Palito Ortega fueron solo algunos de las decenas de famosos que vinieron a la inauguración de mi peluquería en el país austral, donde, por cierto, inventé el corte unisex”, presumió en una entrevista.

Durante aquella etapa también pasaron por sus manos mañosas celebridades como la cantante de ópera María Callas, la actriz María Félix o la bailarina y activista Josephine Baker, que llevaba puesta una de sus pelucas cuando murió. Ya a su regreso a Madrid, abrió en el barrio de Chamberí una peluquería que al parecer resultó ser demasiado moderna para el gusto de algunos.

"Este es un país donde la envidia es el deporte nacional y no dejan brillar a las estrellas", aseguró sobre el asunto. "Yo he tenido cerrada mi peluquería tres veces por escándalo público. Una vez porque se tiñeron las partes íntimas del cuerpo, algo muy normal en estos tiempos. Y, en otra ocasión, porque fui el primero en tener una peluquería unisex y me denunciaron mis propios compañeros alegando que era un prostíbulo”.

El entonces alcalde de Madrid, Miguel Ángel García Lomas, reabrió ese local después de que Ruphert se presentara en su despacho acompañado por periodistas de distintas partes del mundo que hablaban de su innovador negocio. Luego trasladó aquel salón al Paseo de la Castellana. "Allí lancé un libro que le dediqué a Fellini", recordaría. "Más tarde le tocó el turno a la calle Serrano. En ese local impulsé la moda de quitar los visillos y empecé a peinar a las mujeres de los ministros de la era [Felipe] González en las ventanas. La gente pasaba y veía a la [esposa de] Solchaga, [la de] Solana,... Fue una revolución muy grande”.

El mejor para Federico Fellini

Durante alrededor de 20 años, Ruphert peinó a la exmodelo y estilista Naty Abascal. Ambos acabaron enemistados el día que ella se empeñó en ponerse un postizo y él, tras advertirle que no le iba a quedar bien, se lo arrancó de cuajo. Ruphert también pasó dos décadas acariciando la cabeza del cineasta italiano Federico Fellini, que llegó a referirse a él como el mejor peluquero del mundo. "Fellini me amó, pero nos amamos sin sexo", sostiene el manchego.

Pero fue en la década de los ochenta cuando Ruphert gozó de su punto álgido de popularidad, gracias a aquel anuncio de televisión donde una jovencita Victoria Abril lo invocaba al grito de: "¡Ruphert, te necesito!". El icónico peluquero contó luego a Vanity Fair que a la actriz la eligió él mismo, y que la malagueña "negoció muy bien el contrato porque se compró medio París. Su madre me decía que las había sacado de pobres, y con su hermana todavía tengo trato. Con Victoria acabé fatal”.

En realidad, pocas estrellas femeninas se resistieron en esos años a poner sus cabezas en manos del rey de las permanentes, que una vez comentó que solo se le habían escapado Antoñita Moreno, a la que recuerda como “la más guapa de las folclóricas”, y la reina emérita. “Me habría gustado haberle hecho dos moños a la reina Sofía”, declaró. “Siempre le gustó cómo peinaba. Pero siendo santero y vidente, la Reina me cogió miedo”.

A la hora de contar batallitas nostálgicas (que seguramente mezclan realidad y fantasía), Ruphert siempre ha hecho hincapié en que fue él quien inventó las pelucas, creó el pelo frito (que experimentó en la melena de Rocío Jurado, aunque la actriz Paca Gabaldón fuera su pionera) e ideó el multicolor (que la cantante Mónica Naranjo convirtió durante un tiempo en su principal seña de identidad). 

"Tuve un problema con Madonna, a la que iba a hacer un peinado de dos colores", apuntó al respecto. "Ella quería saber cómo peinaba y le mandé un vídeo. No llegó, porque se perdió, y le tuve que dar el pelo a Mónica Naranjo. Siempre me quedó esa espina de que si lo hubiera lanzado con Madonna, no se lo hubiera quitado nunca, como se lo quitó Mónica. Porque si Madonna va con ese color y tiene tanto éxito como tuvo esa otra mujer, ella muere con él".

Ni shows en el extranjero, ni cadena de peluquerías

No está probado que Ruphert inventara también el día nacional de la autoestima, pero resulta evidente que el hombre tiene una especial habilidad para granjearse enemistades. Cuando en una ocasión le preguntaron qué opinaba de sus compañeros de profesión, él respondió que no se llevaba bien con ninguno de ellos. Todos le parecían "horrorosos". Del desaparecido Lluís Llongueras, por ejemplo, dijo que nunca le había visto peinar. El estilista catalán comentó entonces que "el pelo frito es un cabello estropeado y yo nunca he hecho pelo frito, evidentemente". Y añadió: "Seguramente Ruphert no me tiene simpatía porque no me quedé con una peluquería que quería venderme. Es un profesional, aunque muy limitado. Ruphert, por ejemplo, nunca ha hecho un show en el extranjero; yo hice más de 500".

Lo que sí hizo Ruphert fue apostar por la atención personalizada a sus clientes. Seguramente por eso nunca pasó por su cabeza la idea de montar una cadena de peluquerías, ni tampoco quiso que su negocio se convirtiese en central franquiciadora. “Llegó un momento en mi vida en el que solo peinaba a artistas”, reconoció una vez. "Si llego a estar siempre en ese mundo habría acabado en la ruina, porque muchos famosos no pagan. Ahora, además, me gusta hacer cosas más espirituales, como ayudar a las monjas o las iglesias, unos lugares a los que la gente está dejando de ir y en los que se coge una energía que no encuentras en ningún otro sitio”.

En el año 2009, Ruphert trasladó su emblemática peluquería al número 71 de la madrileña calle Velázquez. Allí, entre techos y paredes decoradas con fotografías de toda la gente conocida a la que atendió, siguió peinando y entreteniendo al personal con su labia hasta que, no hace tanto, decidió colgar las tijeras y el cepillo. Su salón abrió tras el confinamiento por la pandemia de la mano de Gabriel Llano, un joven estilista que actualmente maquilla, corta el pelo y peina a algunas de las actrices más famosas del panorama nacional. 

"Ahora las modas han cambiado mucho y las princesas quieren ir con el pelo suelto, natural y desenfadado", se quejó ante un periodista. "La peluquería está atravesando un momento muy difícil. Han abierto muchas peluquerías baratas de peluqueros que no saben peinar. Se está perdiendo el arte. No creo que haya más estrellas dentro del mundo de la peluquería cuando yo me muera".