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Esta es la receta para conseguir que los niños lean

Distintos profesionales reflexionan sobre la medida de la Junta de Andalucía para que los menores de entre 6 y 16 años dediquen a la lectura media hora al día

Niña leyendo.

Niña leyendo. / Unsplash / EPE

María G. San Narciso

María G. San Narciso

Leer es comprender, por eso al hecho de realizar una lectura correcta se le llama comprensión lectora. Cuando se afianza ese hábito, cada vez nos resulta más fácil entender las palabras escritas y eso ayuda, por ejemplo, a estudiar. Pero leer también es placer. Es evadirse de la rutina y una excusa para la desconexión mientras se descubren otras vidas y puntos de vista que ayudan a conectar con nuestras propias ideas y a encontrar respuestas. La duda es si el camino para lograr que leamos bien pasa por que se nos obligue desde pequeños a coger un libro.

La comprensión lectora es fundamental en el ámbito educativo, y eso solo se consigue cogiendo hábito. Elena Jiménez Pérez, profesora del Departamento de Didáctica de la Lengua y la Literatura en la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Granada, publicó un documento con la Junta de Andalucía que recoge algunas pautas para que los pequeños lean. Y muchas de ellas pasaban por que las familias den ejemplo y acompañen desde edades tempranas, con las narraciones orales, hasta edades más mayores, compartiendo ratos de lectura.

Pero, por diversos motivos, no todas lo hacen. Así que ahí entra en juego la escuela, que "se encuentra entre dos extremos de una gran paradoja". "Si obligan a los niños a leer obras elegidas por una autoridad académica, muy probablemente terminen detestando la lectura. Pero, si no hacen este acompañamiento, el menor abandonará el hábito, especialmente en la adolescencia", asegura Daniel Cassany, investigador sobre lectura y escritura de la Universitat Pompeu Fabra (UPF).

Un tiempo de lectura al día

Preocupados por que los niños "no entienden lo que están leyendo", la solución que acaba de aprobar Junta de Andalucía es obligar a los pequeños de seis a 16 años a leer media hora cada día en clase. Serán los centros educativos los que decidirán en qué asignatura se desarrolla cada día ese momento para la lectura. En otras comunidades autónomas tienen otros programas, como el Pla Lector en Cataluña. Joan Maria Roig, profesor de Filosofía en el Institut Abat Oliba de Ripoll donde se aplica este programa que se basa en media hora de lectura obligatoria al día, aseguraba en EL PERIÓDICO DE CATALUNYA que el resultado estaba siendo "muy positivo" porque "la mayoría de alumnos iban adquiriendo el hábito". "Lo interesante es que, una vez se adquiere, es más fácil disfrutar de la lectura y el vocabulario se enriquece. Pero son ventajas que requieren el primer esfuerzo", añadía.

"Establecer un tiempo dedicado a la lectura es tan bueno como dedicárselo al cálculo mental o a una actividad deportiva. Es una forma de implantar tiempos para mejorar competencias. Hasta aquí, como principio, no es negativo", apunta Sylvie Pérez, psicopedagoga y profesora colaboradora de los Estudios de Psicología y Educación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). El problema para ella es que "una cosa es hacerla obligatoria, y otra que lo perciban como una obligación". Si ocurre lo segundo, pueden desincentivar una actividad que, en principio, debería ser divertida para ellos. Por eso, en su opinión es fundamental preguntarse qué se quiere conseguir con ese tiempo de lectura y cómo se va a desarrollar.

Algo parecido opina Elena Mesonero, logopeda y socia fundadora de La Clínica del Lenguaje, en Valladolid. "Leer media hora al día dentro de la jornada lectiva es un mínimo si tenemos en cuenta que en la mayoría de los colegios se trabaja con libros de texto. No me parece que sea una exigencia demasiado grande si además esa media hora puede estar vinculada a cualquier materia", apunta.

No existe una solución rápida

Pero lo que todos los expertos tienen claro es que por muy positivo que sea que los centros dediquen dos horas y media lectivas a leer, la medida no es suficiente para que los niños, niñas y adolescentes adquieran ese hábito lector. Necesitan recursos y acompañamiento, que no tienen por qué ser exclusivo de la escuela, sino que puede involucrar tanto a su familia, como a las bibliotecas o los centros culturales. Así lo plantea Cassany, quien reitera la idea de que "no existe un medicamento o una solución instantánea".

En el documento de Elena Jiménez Pérez también se recoge un decálogo sobre cómo conseguir que los menores odien leer. En él entran algunos 'esfuerzos' dentro del plan educativo, como exigir leer El Quijote a estudiantes de 14 años; no dar a elegir literatura actual, sino obligar a leer El árbol de la ciencia, La Regenta o los Episodios Nacionales desde un principio; o poner fechas para cada lectura de corto plazo en la que los chavales tengan que entregar un trabajo sobre el libro no serían las mejores ideas para incentivar la lectura de los más pequeños.

Un abanico de posibilidades

Por eso según Cassanny, autor del libro Laboratori lector (Ed. Anagrama), lo ideal es que los menores descubran lecturas que se alineen con sus gustos, ya sea la música o las películas de Marvel; que vean que hay libros más allá de los obligatorios o fenómenos de ventas como Harry Potter o Crepúsculo. Para ello necesitan que el docente o bibliotecario sepan aconsejarles y guiarles. También es necesario que haya recursos accesibles, que incluyan "desde novelas infantiles y juveniles a cómics", pasando por libros en formato físico y digital.

"Quizá sería también interesante que el alumnado pudiera utilizar esa media hora de lectura para leer por placer y poder compartir sus gustos y preferencias lectoras con los compañeros", añade Mesonero. Asimismo, "pueden enviar mensajes a través de las redes sociales explicando lo que están leyendo y cuánto le están gustando", apunta Cassany. Escuchar a booktubers y a booktokers y acudir a actividades culturales según su edad, como cuentacuentos, charlas o teatros, son otros de los ingredientes que aportan para la receta que consiga hacer una comunidad lectora joven.