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Putin y la amenaza nuclear: ¿un farol o una posibilidad?

 Las primeras declaraciones altisonantes en este sentido se remontan a los mismísimos inicios de la contienda, cuando el presidente ruso anunció el comienzo de la "operación militar especial" en la madrugada del 24 de febrero

Otra de las recreaciones de una guerra nuclear entre Rusia y la OTAN que han inundado estos días las redes sociales. En el mapa, una bomba para Rota.

Otra de las recreaciones de una guerra nuclear entre Rusia y la OTAN que han inundado estos días las redes sociales. En el mapa, una bomba para Rota. / REDACCIÓN

Es un patrón que se viene repitiendo desde el inicio de la invasión de Ucrania. En cada ocasión en que Occidente se plantea incrementar su compromiso con el Gobierno de Kiev, ya sea enviando armas más sofisticadas, ya sea involucrando en la contienda ucraniana a sus ejércitos en un mayor grado, desde Moscú se emiten amenazas de un inminente Armagedón nuclear, una suerte de batalla final con armas atómicas y destrucción garantizada para todos los implicados. "Los oponentes de Rusia deben recordar que tenemos armas capaces de alcanzar su territorio", advirtió Vladímir Putin hace unos días, un mensaje que, a juzgar por su contenido, estaba claramente dirigido a una audiencia extranjera, y que se produjo poco después de que el presidente de Francia Emmanuel Macron evocara por vez primera la posibilidad de enviar tropas terrestres al país eslavo.

No es la primera ocasión en que se pronuncian semejantes amenazas. Las primeras declaraciones altisonantes en este sentido se remontan a los mismísimos inicios de la contienda, cuando el presidente ruso anunció el comienzo de la "operación militar especial" en la madrugada del 24 de febrero. Hacia el final de su discurso, Putin advirtió a quiénes se sintieran "tentados de intervenir", de "consecuencias que nunca habían asumido" en su historia, aun sin mencionar por su nombre el arma atómica. Eran los primeros compases de la invasión, y el líder del Kremlin esperaba una rápida caída del Gobierno de Kiev y una deserción en masa del Ejército ucraniano, por lo que los expertos deducen que sus amenazas sobre todo buscaban disuadir a potencias extranjeras de acudir en ayuda del país atacado.

Poco tardó Moscú en darse cuenta de que la invasión no iba a ser el paseo militar que preveía. Tres días después de que los primeros blindados cruzaran la frontera, el Gobierno de Volodímir Zelenski informó de terribles pérdidas sobre el terreno para el bando ruso, que incluían 80 tanques, 2.800 soldados y una decena de aviones. Las imágenes de militares ucranianos, mostrando orgullosos al mundo los restos de una columna blindada rusa neutralizada en los alrededores de Kiev gracias a proyectiles antitanques enviados por Occidente, estaban dando la vuelta al mundo.

Ello empujó al presidente ruso a intentar suscitar miedo de nuevo. En un gesto teatral, Putin convocó en su despacho al ministro de Defensa, Serguéi Shoigu, y al jefe del Estado Mayor del Ejército, y les ordenó colocar a las "fuerzas de disuasión" -en referencia a las fuerzas nucleares- "en régimen de alerta máxima de servicio". Las primeras batallas estaban mostrando al mundo que el escenario de Afganistán en el verano de 2021, donde el Gobierno pro occidental colapsó en cuestión de días ante el empuje talibán, no se repetiría, y que Ucrania estaba dispuesta a resistir. Países de la UE como Alemania o España, reticentes hasta entonces al envío de armas, se empezaron a plantear suministrar material bélico a Kiev, aunando fuerzas en este ámbito con EEUU y Gran Bretaña.

Desde entonces, las evocaciones a un Holocausto nuclear son recurrentes, aunque han ido perdiendo fuerza a medida que son repetidas. En abril de 2022, Putin habló del nuevo misil intercontinental ruso Sarmat, mientras que en mayo de 2022, el embajador ruso en Washington, Anton Antónov, se quejó de que la OTAN no estaba "tomando en serio" sus advertencias.

Nada es descartable

En la Rusia de Putin, nada es descartable, pero si hay algo en lo que coinciden los expertos es que, en la fase actual del conflicto, con una posición de Rusia reforzada en los frentes de batalla y sin riesgo aparente de ceder terreno en los próximos meses, la posibilidad de un ataque nuclear es menor que en ninguna otra fase anterior del conflicto. "No es descartable, pero no es probable; el escenario que llevaría a Putin (a contemplar tal opción) es un escenario de desesperación, de que Rusia estuviera al borde del colapso", asegura a El Periódico de Cataluña, del grupo Prensa Ibérica, Jesús Núñez de Villaverde, codirector del Instituto sobre Conflictos y Acción Humanitaria. Idéntica opinión formula Gennadi Gudkov, opositor refugiado en París y agente del KGB soviético con rango de teniente coronel en los años 80: "El riesgo existe, pero por el momento es menor y solo existe en las palabras, si en dos o tres años la situación se hace amenazadora, el riesgo sería mayor".

Al elevar, cada dos por tres, la posibilidad de utilizar el arsenal nuclear, Putin "juega con el miedo" de las audiencias y gobiernos occidentales, intentando desanimar a los estados aliados de Ucrania "para que no vayan más allá" porque sabe que, en un escenario de estancamiento del conflicto, "el tiempo juega a favor de Rusia", valora Núñez de Villaverde. Además de la posible participación de tropas terrestres, los aliados debaten en estos momentos la posibilidad de suministrar proyectiles de largo alcance al Ejército ucraniano, ATACAMS o Taurus, con radios de entre 300 y 500 kilómetros, lo que permitiría a las Fuerzas Armadas de Kiev amenazar las líneas de aprovisionamiento terrestre entre Crimea y el Donbás ocupado, colocando al bando ucraniano en una posición de fuerza.

Por encima de las conquistas de otros territorios ucranianos por parte de la Federación Rusa, la anexión de Crimea es una suerte de joya de la corona que Putin va a intentar preservar a toda costa, y, por lo tanto, una probable línea roja que de ser traspasada incrementaría la posibilidad de ataque nuclear. "Putin no va a recurrir al arma atómica si solo se producen bombardeos contra infraestructuras en la península del mar Negro, pero la situación cambia ante una posible ocupación del territorio por parte del Ejército ucraniano sin que Rusia pueda impedirlo", insiste Núñez de Villaverde.

El papel que está jugando China, cuya forma de proyectar su estatus de superpotencia en el mundo gracias a su potente economía requiere de una relativa estabilidad geopolítica, frena de momento las posibilidades de una escalada incontrolada. Coincidiendo con las últimas declaraciones belicosas por parte de Putin, la portavoz del Ministerio de Exteriores de China, Mao Ning, recordó que en enero de 2022, las cinco principales potencias nucleares del planeta emitieron un comunicado conjunto explicitando que en una guerra atómica nadie gana y que, por lo tanto, no se puede librar.

"China piensa que todos los estados con armas atómicas tienen que abrazar la idea de la seguridad común y mantener la estabilidad y el equilibrio estratégico global", subrayó la portavoz. La guerra ha incrementado el grado de dependencia de la Federación Rusa respecto a su poderoso vecino del sur, gracias al incremento de las exportaciones rusas, en particular de hidrocarburos, un comercio vital que permite a Moscú mantener a flote su economía y financiar el ingente esfuerzo bélico que supone la guerra en Ucrania y le obliga a escuchar los consejos de Pekín.