ANÁLISIS

El lío diplomático de Marruecos sobre Ceuta y Melilla: presión negociadora o descoordinación en Rabat

¿Por qué contradijo el Ministerio de Exteriores marroquí a su embajador en Naciones Unidas?

"Las misiones de Marruecos ante la ONU suelen emplear un lenguaje duro", dice Eduard Soler, experto en el Magreb

El rey de Marruecos, Mohamed VI, recibe a Pedro Sánchez en el palacio real de Rabat, el pasado 7 de abril.

El rey de Marruecos, Mohamed VI, recibe a Pedro Sánchez en el palacio real de Rabat, el pasado 7 de abril.

Mario Saavedra

Mario Saavedra

Los entuertos diplomáticos entre España y los vecinos del Magreb siempre empiezan con una carta. Argelia rompió las relaciones diplomáticas con España y Marruecos las reestableció tras una misiva de Pedro Sánchez al rey Mohammed VI apoyando una solución autonómica para el Sáhara Occidental ocupado. Fue también una misiva la que detonó las represalias económicas de Argel contra las empresas españolas, esta vez de la patronal bancaria ordenando la congelación de las operaciones de importación y exportación. Otra carta, conocida este jueves pero fechada el 9 de septiembre, ha vuelto a hacer temblar el castillo de naipes de las relaciones bilaterales con el sur: le decía Marruecos a Naciones Unidas que no hay fronteras terrestres con España y que Melilla es un “presidio ocupado”. Es decir, que Ceuta y Melilla son marroquíes y la frontera empieza en el mediterráneo.

¿Qué ha pasado? ¿Por qué ese golpe en medio de un proceso que algunos califican de “luna de miel” entre Marruecos y España y que se plasma en visitas de Estado o comparecencias conjuntas de los ministros de Exteriores? 

Para el experto en Magreb Eduard Soler, hay al menos un par de explicaciones posibles. La primera es que Marruecos esté realizando una llamada de atención en medio de las negociaciones en marcha. “Ojo, que mis posiciones pueden endurecerse y esto no está resuelto todavía; mano abierta un día y puño cerrado, otro”, dice el profesor de relaciones Internacionales en la UAB e investigador asociado de CIDOB. Sería una estrategia negociadora de cara a los grupos de trabajo que, entre Marruecos y España, están tratando de cerrar temas tan conflictivos como las delimitaciones marítimas o las condiciones de apertura de aduanas en esas dos ciudades españolas en el norte de África. 

La otra opción es que haya falta de cohesión dentro del sistema de toma de decisiones en Marruecos, “algo que tampoco sería raro, porque es un sistema complejo entre el Palacio del rey y sus consejeros y el Gobierno”. “No siempre la relación entre los consejeros reales y los ministros es buena, y los primeros tienden a querer hacer sombra a los segundos, aunque la relación entre Nasser Bourita, el ministro de Exteriores y el rey y el consejo parece acompasado últimamente”, añade. 

En esta última hipótesis encaja uno de los hechos más extraños de toda la frenética jornada de este jueves. Después de que se conociera el texto (que era una respuesta a los relatores de derechos humanos de la ONU sobre la muerte de al menos 23 subsaharianos en el lado marroquí de la frontera de Melilla), el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, afirmó contundente en el Congreso: “Ceuta y Melilla son España, y punto”. Y, al mismo tiempo, la agencia oficial de noticias EFE publicaba que un alto cargo del Ministerio de Exteriores marroquí, anónimo, había asegurado que sí que hay fronteras terrestres entre Marruecos y España, al contrario de lo que afirmaba la carta, y se refería al acuerdo del 7 de abril por el que se decide la apertura de aduanas entre Marruecos y ambas ciudades autónomas españolas. 

¿Había pedido España aclaraciones a la cancillería del reino alauí? Fuentes del Ministerio de Exteriores español ni confirman ni desmienten tal extremo. Pero lo cierto es que las declaraciones hechas desde Rabat llevaban la contraria de pleno a las que, con membrete y firma, envió la “misión permanente del Reino de Marruecos en Ginebra”t, dirigida por el marroquí Omar Zniber, al “Alto Comisionado de los Derechos Humanos en Ginebra”. 

Carta mision permanente marruecos ante la ONU

Carta mision permanente marruecos ante la ONU / ONU

No es inhabitual que el lenguaje de la representación permanente marroquí ante la ONU sea duro e implacable. En 2015, por ejemplo, durante las conmemoraciones del 70 aniversario de la creación de Naciones Unidas, el representante permanente adjunto de Marruecos en la ONU, Abderrazzak Laassel, defendió el derecho de autodeterminación de Cabilia una región bereber del norte de Argelia: “es uno de los pueblos más antiguos de África que sigue estando privado de su derecho de autodeterminación”. Estas declaraciones encendieron los ánimos en Argel. En agosto de 2021, Argelia acusó a Marruecos y a a su nuevo aliado, Israel, de apoyar el movimiento para la autodeterminación de Cabilia. El presidente, Abdelmadjid Tebboune, rompió relaciones diplomáticas y clausuró la embajada marroquí en Argel y cerró el espacio aéreo argelino a los aviones civiles y militares marroquíes. Hasta hoy.

Reivindicaciones históricas, negociación en marcha

Melilla pertenece a España desde el siglo XV y Ceuta desde el XVII, antes de que existiera formalmente siquiera el Reino de Marruecos. Desde los años setenta, Rabat nunca ha dejado de reivindicar su soberanía sobre estas dos ciudades, a pesar de que la ley internacional no las considera colonias y Naciones Unidas respalda que son parte de España. Ese es el consenso indiscutido en los medios y la política marroquí. 

“Hay un choque de narrativas que difícilmente tendrán un encuentro. A veces se ha hablado de cosoberanía, sin que se llegara a ningún puerto. El coste de ceder en estas cuestiones es demasiado alto para cualquiera de las dos partes”, afirma Eduard Soler. En el caso español, sería un tema fácilmente explotable por la oposición en términos de política nacional o local de las dos ciudades. Se ha visto en el intercambio entre el presidente del Gobierno y la portavoz del PP en el Congreso. Cuca Gamarra exigió a Pedro Sánchez, con todo duro, que no se fuera de allí sin desmentir la carta de Marruecos y defender la “integridad territorial” de España. A lo que Sánchez respondió con la mencionada frase de que “Ceuta y Melilla son España, y punto”.

Lo mismo pasa en Marruecos. En sus mapas, aparecen las dos ciudades como propias. La dureza con la que las reclaman varía. “En Marruecos siempre hay un proceso de negociación entre el rey y los partidos nacionalistas: en ocasiones, cuando necesita comprensión, la monarquía abraza la carta nacionalista”, explica Soler. Ahora, parece primar la conllevancia con España. 

Y a eso apuntan precisamente las fuentes diplomáticas españolas. El ministro de Exteriores, José Manuel Albares, se jacta de haber enmendado un conflicto desatado por la decisión de su predecesora, Arancha González Laya, de admitir a Brahim Ghali, presidente de la República Árabe Saharaui Democrática, en un hospital de Logroño para ser tratado de una afección grave de covid en abril de 2021. Al mes siguiente se producía un asalto de unos 8.000 marroquíes a Ceuta, considerado como una penalización de Rabat por el trato a Ghali. Albares exhibe ahora los datos de inmigración: una caída en las llegadas irregulares del 20% en los últimos cuatro meses con respecto al mismo periodo de 2021. Todo es resultado del acercamiento iniciado por Pedro Sánchez a Mohamed VI. Por carta -de nuevo- le dijo que la solución defendida por Marruecos de convertir al Sáhara Occidental que ocupa en una región autónoma era la solución “más seria, creíble y realista” para solucionar el contencioso. Eso fue en marzo. En abril se firmó una declaración conjunta, visita oficial mediante, en la que se ponían las bases de todos los problemas conjuntos a solucionar. Se reinició la operación paso del estrecho, suspendida por la pandemia; se reestableció parcialmente el paso de personas en las fronteras terrestres comunes (esas que el embajador marroquí ante la ONU, ha negado que existan), se empezaron a reunir frenéticamente los comités conjuntos para hablar de pesca, cultura, aguas territoriales…

Precisamente por eso ha sido tan difícil de explicar el tono tajante y nacionalista de la carta marroquí a la ONU. La cuestión de Ceuta y Melilla ha sido aparcada para avanzar en todos los demás aspectos de interés comunes. Madrid y Rabat han acordado, sin decirlo, reconocer que los puntos de partida respecto a la soberanía son opuestos y tratan de que eso no controle toda la relación bilateral. 

En el fondo hay un juego de soberanía de facto. “Las dos partes buscan, a través de pequeños acuerdos, acercar la realidad a su posición de partida”, dice el experto de la UAM y CIDOB. Por ejemplo: quizá Rabat no reconoce la españolidad de Ceuta y Melilla, pero si se consiguiera la apertura de las aduanas y un tráfico comercial reconocido y legal entre las dos ciudades y Marruecos, tendría así un reconocimiento de hecho, que es a lo que aspira este y todos los anteriores gobiernos españoles.