PATRIMONIO ARTÍSTICO

Enigmas y expolio en la ermita de San Baudelio: "Es un caso único en el mundo"

La decisión de la Junta de Castilla y León de solicitar el retorno de los frescos arrancados de este templo de Soria, hoy dispersos en su mayor parte en museos de Estados Unidos, pone el foco sobre uno de los ejemplos más singulares del patrimonio histórico-artístico de España

Una imagen del interior de la ermita de San Baudelio de Berlanga.

Una imagen del interior de la ermita de San Baudelio de Berlanga. / Shutterstock

—Una patraña, / Tu ermita y tus elefantes. / Ya sería una cabaña / con ovejas trashumantes.

Fascinado al visitar la ermita soriana de San Baudelio de Berlanga y conocer su singular historia, Gerardo Diego plasmó ese deslumbramiento en un poema en el que la incredulidad afloraba en palabras de su madre.

Este pequeño templo levantado en el siglo XI, repleto de inconfundibles influencias del arte islámico, constituye, efectivamente, uno de los ejemplos más originales y enigmáticos de arquitectura religiosa de España y es testimonio de mestizaje artístico, pero también de abandono —se usó, como dicen los versos, como majada— y expolio.

La historia de la ermita, que se levanta en un paraje de la localidad de Casillas de Berlanga, está ciertamente marcada por el saqueo de sus frescos, unas pinturas que cubrieron sus paredes y que le valieron el nombre de 'Capilla Sixtina' del arte mozárabe ­—o románico, según se mire—, y que fueron arrancados en los años 20 del siglo pasado por un marchante de arte en una polémica intervención que avaló la justicia tras un largo litigio. Las obras, compradas a los propietarios, vecinos de la población, acabaron saliendo de España, y fueron separadas y revendidas en su mayor parte a diversos museos de Estados Unidos, dejando una herida abierta para siempre en el templo.

Una recreación parcial del aspecto que pudo tener la ermita de San Baudelio.

Una recreación parcial del aspecto que pudo tener la ermita de San Baudelio. / Félix González

Treinta años después, en 1957, en un trueque que devino en otro triste episodio para el patrimonio nacional, el Gobierno de Franco acordó el regreso a España de seis piezas a cambio del ábside de la iglesia románica de San Martín de Fuentidueña, en Segovia. Esas pinturas pueden contemplarse hoy en el Museo del Prado, mientras que de la iglesia segoviana apenas quedan sus ruinas.

Ahora, cuando está a punto de cumplirse un siglo de la pérdida de los frescos, la Junta de Castilla y León ha solicitado por carta su retorno con la intención de organizar una exposición temporal que permita recomponer el puzle. La petición oficial, remitida pasado mes de marzo, daba curso a una iniciativa impulsada por Soria Ya respaldada el pasado año por las Cortes regionales.

Una palmera rodeada de murales

Pese al saqueo, la potencia sugestiva de San Baudelio, cargada aún de interrogantes, sigue cautivando a muchos de sus visitantes. El 'strappo', la técnica de origen italiano que se utilizó para arrancar los murales, dejó en las paredes las improntas de las originales, lo que permite hoy hacerse una idea de su antiguo esplendor. Por eso, entre todas las pinturas, aún puede apreciarse el elefante al que aludía el poema de Gerardo Diego, y otras figuras que se antojan igualmente insólitas en un espacio semejante, como las que representan a un oso o un dromedario.

Pero la inspiración islámica del templo, junto a sus trazas prerrománicas y románicas, estaba ya inscrita en su propia estructura, quizás también en su elemento más emblemático: la imponente columna central, de la que brotan como ramas ocho arcos de herradura y que representa, inequívocamente, una palmera. De nuevo una referencia de latitudes lejanas y metáforas ambiguas. Y junto a ella, en un espacio que abarca apenas 80 metros cuadrados, un entramado de pequeñas columnas y arcos de herradura que se asemeja a una mezquita en miniatura. Sobre ellas se sustenta una tribuna, frente al ábside, que forma el segundo cuerpo del edificio.

Desde el exterior, paradójicamente, la construcción se presentan como dos sencillos cubos, o más bien rectángulos, sin apenas ornamentos.

Una imagen del interior de la ermita de San Baudelio.

Una imagen del interior de la ermita de San Baudelio. / Shutterstock

El influjo árabe en esta conjunción de estilos lo imprimieron, según los historiadores, artesanos mozárabes ya asentados en el lado cristiano de una zona entonces fronteriza, escenario de batallas durante años, pero también permeable a las ideas artísticas.

La tradición del culto en el lugar, no obstante, pudo iniciarla algún eremita en una pequeña cueva que ahora alberga el propio edificio. Es otra de las sorpresas de San Baudelio: una gruta que se abre en la zona de las columnillas y que está, en parte, excavada en la roca.

Posteriormente, y pese a sus modestas dimensiones, el lugar llegó incluso a acoger un pequeño monasterio, al que se suele vincular la necrópolis de tumbas excavadas en la roca que se extiende en el exterior.

Los frescos se pintaron un siglo después de la construcción de la ermita, y sobre su cronología o significado no existe una única interpretación. Hasta hace relativamente poco, se distinguía entre las pinturas inferiores y las superiores, tanto por sus diferentes temáticas como estilos, subrayando el carácter andalusí o mozárabe de las primeras —que plasmaban escenas de caza y animales, como el elefante o el dromedario—, frente a las formas más característicamente románicas y de inspiración bíblica de las segundas. Pero las últimas investigaciones rebajan esas diferencias e incluso apuntan a que pudieron ser obra del mismo taller.

"Hace tiempo se subrayó la división de estilos y su simbología dual, y hasta se sostuvo que las pinturas con elementos faunísticos y naturales podrían proceder de una primera construcción islámica, que se habría completado después con la capilla absidal y las pinturas de temática cristiana y estilo románico", señala Agustín Escolano Benito, catedrático de la Universidad de Valladolid y gran conocedor de la historia de templo. "Hoy, en cambio, en el ámbito académico, se ha impuesto la interpretación que propone la profesora Milagros Guardia, que ve en ambas series una afinidad simbólica, una idea que asignaría a las pinturas de la zona inferior significaciones que también pueden ser cristianas", explica admitiendo, en todo caso, que la cuestión "seguirá estando abierta".

Detalle de la columna-palmera (izquierda) y las improntas de las figuras de un dromedario y un perro (derecha).

Detalle de la columna-palmera (izquierda) y las improntas de las figuras de un dromedario y un perro (derecha). / A.R. | Shutterstock

Una conjunción "única"

Para Escolano, que dirige en su Berlanga de Duero natal, a menos de 10 kilómetros de la ermita, el Centro Internacional de la Cultura Escolar (CEINCE), San Baudelio es, con una interpretación u otra, "un lugar muy singular y, en su género, único en el mundo".

"Quienes lo visitan comentan a menudo salen con diferente ánimo al que se tiene en la entrada, como si se hubiera producido en su contemplación una cierta metamorfosis espiritual", ahonda. Como el que "experimentaron los poetas, desde Gerardo Diego a César Antonio Molina, para quien la firme y venusta 'palmera pétrea' y los microespacios de esta compleja pero sutil arquitectura podrían ser el soporte material y simbólico de una clara mística sufí, o como otros sugieren del ascenso de los justos al paraíso que promete la Cristiandad".

El escritor Raúl Romero Bartolomé también ve San Baudelio como un ejemplo "único en España y en Europa", pero esgrime una tesis diferente respecto al origen del edificio. Siguiendo su teoría, que ha desarrollado en el libro 'San Baudelio de Berlanga: un enigma al descubierto' (Visión Libros, 2021), la construcción fue en su origen un mausoleo islámico levantado a mediados del siglo X. Según esta interpretación, el templo se erigió en memoria de los soldados andalusíes caídos en la batalla de Alhandega, cuyo escenario se ubicaría a unos 15 kilómetros, y que junto a la de Simancas significó una derrota histórica de las tropas musulmanas.

Esta aproximación alternativa a la compartida habitualmente en el campo académico explicaría una concepción originalmente islámica de su estructura: no sólo por los arcos o la palmera, como alegoría del ascenso a los cielos en la religión musulmana, sino también por el simbolismo del agua de un manantial cercano, el cubo del edificio, al estilo de la Kaaba de La Meca, e incluso la gruta como imagen de la cueva de Hira, donde Mahoma recibió las primeras revelaciones de Alá, según el Islam.

Vista exterior de San Baudelio de Berlanga.

Vista exterior de San Baudelio de Berlanga. / Shutterstock

Aunque no es el camino que han recorrido la mayor parte de historiadores, las incógnitas que sigue suscitando San Baudelio permiten elucubrar hipótesis diversas.

Al igual que Escolano, Elías Terés Navarro, antiguo director del Museo Numantino de Soria, del que la ermita se constituye como un anexo, explica su origen desde la perspectiva que más apoyos encuentra en la historiografía. "San Baudelio es lo que subsiste de un monasterio medieval, que se adosó a una cueva de tradición eremítica", expone. Desde sus años como encargado de su gestión, es una de las personas que mejor conoce el valor del templo, que destaca como un "monumento excepcional" por "la conjunción de su peculiar compartimentación del espacio arquitectónico, sus pinturas y su historia".

El regreso de las pinturas, una cuestión abierta

La idea de la Junta de Castilla y León para reclamar las pinturas ha reabierto el debate sobre la relevancia de este lugar, aunque para estos expertos genera reacciones diferentes.

Romero Bartolomé valora positivamente la vía abierta por Castilla y León. "Es una iniciativa que había que tomar sí o sí", subraya, "sobre todo con las pinturas del ciclo cinegético, porque son únicas". Y es partidario, además, de "renegociar la repatriación" de todas las que salieron de España.

La impronta de la pintura de una escena de caza, cuyo mural original se expone en El Prado.

La impronta de la pintura de una escena de caza, cuyo mural original se expone en El Prado. / Shutterstock

Escolano teme que la solicitud pueda quedar en un "brindis al sol" y propone acudir a la Unesco para lanzar la candidatura de San Baudelio como Patrimonio de la Humanidad, lo que supondría un salto cualitativo para revalorizar el monumento. "Pocos hechos histórico-artísticos simbolizan mejor los valores de la fusión intercultural, que son el fundamento de la paz y la comprensión internacional", argumenta en su defensa. Terés comparte la idea de que San Baudelio pueda cumplir los criterios como Patrimonio Mundial, pero respecto al retorno de las obras se muestra más cauto por las dificultades del traslado y pone el foco en el valor de las improntas que conservan sus paredes: "Pese al expolio parcial, las pinturas siguen estando en su sitio original, ya que tanto el boceto como parte de los pigmentos fueron absorbidos por la capa de preparación de las paredes, lo que se puede ver muy claramente en las composiciones de la cabecera".

De nuevo, las figuras que asombraron a Gerardo Diego, que al mismo tiempo están y no están. Por eso, el poeta tuvo que insistir en el diálogo con su madre: —No, más bien una mezquita, / Tan chiquitita. / La palma / me llevó el alma. / —Fue solo un sueño, hijo mío. / —Que no, que estaban allí, / Yo los vi, / los elefantes. / Ya no están y estaban antes.

Historia de un expolio

San Baudelio no ha dejado sólo enigmas respecto a su concepción artística. El saqueo de sus pinturas sigue hoy resonando en sus paredes como un episodio incomprensible de su historia. Ni siquiera su declaración como Monumento Nacional en 1917 pudo preservarla del pillaje.

 

Para entonces la ermita era propiedad de varios vecinos de Casillas de Berlanga, y había caído en una espiral de abandono. Fue poco después, en 1922, cuando un comerciante de antigüedades italiano llamado León Leví, que trabajaba para el marchante Gabriel Dereppe, logró negociar la compra de parte de las pinturas con los propietarios. Al conocerse la noticia, las autoridades acudieron a la justicia para tratar de frenar la operación. Pero resultó imposible. En 1925, el Tribunal Supremo declaró legal la venta.

 

Una vez consumada, las obras fueron arrancadas y salieron de España con destino Londres para acabar disgregadas y revendidas, por cantidades muy superiores a la de la compra, a diversos museos de Estados Unidos: el Museo Metropolitano de Nueva York (The Cloisters), el Museo de Cincinnati, el Museo de Arte de Indianápolis y el Museo de Bellas Artes de Boston.

 

Elías Terés, que ha documentado la secuencia de esta pérdida en 'El expolio de las pinturas murales de la ermita mozárabe San Baudelio' (Ochoa Editores, 2008), confirma que la sentencia se ajustaba a derecho. Sin embargo, según objeta, León Leví nunca dispuso de los permisos para despojar al templo de sus murales. "No se obtuvieron nunca y se actuó con impunidad, pese a que era evidente que la Ley de Monumentos, de 4 de Marzo de 1915, se había incumplido al haberse arrancado las pinturas sin el permiso del Ministerio, y la misma Ley, prohibía en su artículo 3º, la exportación al extranjero de todo o parte de ningún Monumento, mientras estuviera incluido en el catálogo del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, según lo dispuesto en la Ley de 7 de Julio de 1911", documenta.

 

La consumación de expolio fue, pues, consecuencia de una reacción "tímida, tardía e inadecuada" de las autoridades.