Atención emocional

La madre de un niño con altas capacidades: "Con 8 años, mi hijo se quería morir"

Madres de jóvenes con aptitudes especiales reclaman que se atiendan las necesidades de sus hijos: "En muchos casos, se llega al diagnóstico tras años de sufrimiento"

Menores con altas capacidades, en la Praza de Compostela de Vigo.

Menores con altas capacidades, en la Praza de Compostela de Vigo.

Borja Melchor

“Con 8 años, veíamos que era muy inteligente y tenía una capacidad excepcional de análisis del mundo, sin embargo, suspendió seis asignaturas y escribió que se quería morir y no ir al colegio. Lo llevamos a un psiquiatra y nos dijo que lo cambiásemos de centro y que, en la siguiente cita, sería medicado para la depresión. Empezó en otro colegio y renació”. Es el testimonio de una madre de un niño con altas capacidades. Para el pequeño, fue un “alivio” saber qué le pasaba. Reconoce que sí son personas que necesitan atención “aunque la gente crea que no”.

Superada la cuesta más empinada de la pandemia, la asociación Inventiva prevé retomar en breve sus actividades para dar visibilidad a niños con talento simple, compuesto o altas capacidades, que suponen “aproximadamente un 10% de nuestra sociedad”, y hacer un llamamiento a las familias para que acudan a recibir ayuda. “Solo están evaluados o identificados en la provincia de Pontevedra un 0,41%”, detallan. Según define el experto Javier Tourón, los estudiantes con dotación o talento tienen un nivel de aptitud sobresaliente –capacidad excepcional para razonar o aprender– o competencia –desempeño documentado o rendimiento– por encima de 10% en uno o más dominios.

Reconocen las madres que hablan con Faro de Vigo, diario del mismo grupo que este periódico –prefieren mantenerse en el anonimato– que uno de los grandes retos es detectar qué les está pasando a sus hijos, que, al igual que sus responsables, sufren debido al desconocimiento. “En muchos casos, se llega al diagnóstico después de un naufragio de muchos años: problemas académicos, malos comportamientos…”, indican antes de dejar claro que es “fundamental” la atención emocional para trabajar aspectos como la tolerancia a la frustración, la sobreexcitabilidades, la autoestima, el autoconcepto, el pensamiento divergente y arborescente o la disincronía de su edad mental con su edad biológica.

Indican que, con el paso de los años, sin el nivel de reto adecuado, muchos, sobre todo, en la adolescencia, tras años de aburrimiento por falta de tareas o actividades creativas o motivadoras, que les genera ansiedad, desmotivación y baja autoestima, y hartos de tantas tareas repetitivas, acaban por desengancharse de un sistema educativo que “les aporta poco y les genera muchas frustraciones”. “Como consecuencia, aparece el fracaso escolar, que está en torno a un 60% en niños con altas capacidades. Y debemos tener en cuenta las consecuencias emocionales que esto conlleva. En la mayoría de los centros educativos, no se ven cubiertas sus necesidades, por eso haremos campañas de sensibilización con profesores y orientadores”, apuntan.

"Lo que menos me gusta es ser más madura que otras personas de mi edad y no divertirse con lo mismo que ellas”

Niña de 13 años

— Es de altas capacidades

“Lo mejor de tener altas capacidades es que me facilitan la opción de poder explorar los campos que más me interesan dentro de cada asignatura. Lo peor es sentir que algunos compañeros pueden tratarte como alguien diferente”, relata una niña de 15 años a la que evaluaron hace apenas un mes. Cuenta que, por ahora, solo le ha comunicado este tema a sus dos mejores amigos: “Ellos me dijeron que se sentían muy orgullosos, que se alegraban por mí en el sentido de que la atención que podía recibir en los estudios era más acorde a mis necesidades y eso me permitiría un mejor desarrollo. Y me comentan que, a nivel personal, no iba a cambiar su forma de tratarme porque sigo siendo la misma persona”.

“Para mí, es algo sentimental, no tanto académico. Me siento genial siendo así”, explica otro menor de altas capacidades. A sus 11 años, tiene en mente hacer la carrera de Ingeniería medioambiental. “Me gustan los cubos de Rubik y los juegos de construcción tipo Minecraft, también los videojuegos, y hago piragüismo”, añade. Otra menor, en este caso, de 13 años –evaluada hace pocos meses–, indica que ser de altas capacidades le permite acordarse de datos o cifras “con facilidad”. En el otro lado de la balanza: ser “más madura” que otras personas de su edad y “no divertirse con lo mismo que ellas”.

Un joven de 13 años asegura que, para él, está claro que es “una ventaja” ser de altas capacidades, pero eso conlleva “más exigencia” por parte de los padres. “No me cuesta nada estudiar, memorizo todo rápido y tengo más tiempo para hacer mis cosas: jugar al baloncesto o quedar con mis amigos. La mayoría de ellos no saben que lo soy, creo que no es necesario. Ellos sí que notan que no hago casi nada en casa y, sin embargo, saco notazas. Seguro que algo sospechan”, apunta con una sonrisa en la boca. “Preparar un examen me lleva una media hora. Mis amigos tardan unas dos o tres horas y les cuesta. Estoy en segundo de ESO, lo llevo muy bien, con notas muy buenas sin trabajar mucho”, apostilla.

Una madre de dos niños evaluados y un posible tercero, de 18, 13 y 7 años, alerta a Faro de Vigo de la “falta total” de información sobre este tema. Aprovechó el confinamiento para formarse y entender mejor la situación de sus hijos: hizo un curso de la Universidad de La Rioja, en la que están expertos de renombre en el ámbito de las altas capacidades. En su caso, supieron que los problemas académicos del mayor se relacionaban con las altas capacidades cuando evaluaron al hijo mediano. “Hay niños con depresiones e intentos de suicidio. Eso no se sabe”, señala, a la vez que apunta la necesidad de adaptar el currículum de estos menores para que el reto en las aulas sea mayor. “Lo ideal sería que, en los coles, se hicieran pruebas cada dos cursos para detectar altas capacidades o cualquier problema de aprendizaje. De este modo, saltarían la mayoría de casos”, añade.

Otra madre, en este caso, de un hijo evaluado de altas capacidades de 11 años y un segundo de 8 años del que sospechan, traslada que la vida de estos menores es “un viaje muy maravilloso lleno de altibajos emocionales”. “Tienen mucha sensibilidad emocional, y eso supone dificultades. Mi hijo es extremadamente maduro para su edad, tiene conversaciones de adulto, pero ha podido generar sus propias herramientas para relacionarse con los niños de su edad: ha logrado que le respeten su diferencia y que le quieran al ser tan bondadoso”, explica.

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