MURCIA

Celia Martínez Mora: "El país necesita estadistas más allá de colores políticos"

Celia Martínez Mora.

Celia Martínez Mora. / Loyola Pérez de Villegas

María José Gil

La portavoz de Pacto por el Mar Menor, Celia Martínez Mora, se ve respaldada por la fuerza social del ecologismo y adelanta que esta batalla derivará en una judicial: “Recurriremos a los jueces para que sentencian lo que a todas luces es ilegal”.

¿Cómo ve usted el presente y el futuro de España desde esa óptica tan singular? 

Veo a España como un país heterogéneo y diverso de enorme riqueza y potencial. Se necesitan estadistas más allá de colores políticos. Somos un país social, con un don para adaptarse a los cambios, muy luchador. Sería importante canalizar ese potencial en un plan principal que nos una y varios secundarios que nos permitan expresar las diferencias. Deberíamos fortalecer los pilares de la educación en todas las áreas y contar con una base fuerte de nuestra cultura, historia y geografía e incluir valores medioambientales y éticos, necesarios para una convivencia pacífica y de respeto. Hablar de España implica conocerla. Eso nos llevará a amarla como país.  

Y como investigadora, ¿qué opina del trato que se da a la ciencia en España?

Falta una visión de la carrera investigadora como salida profesional; aún se nos ve como vocacionales. Ganaríamos como país con una investigación pública sólida de largo plazo, que proteja y transfiera conocimiento, lo que implica contar con equipos de investigación provistos de una plantilla dotada con fondos propios y estables. Es importante incentivar la inversión del sector privado en ciencia, considerando la transferencia de conocimiento como un bien.  

¿Qué cree que puede aportar la investigación?

España tiene mucho que aportar a la ciencia, por su diversidad y capacidad de transferir. Tenemos investigadores e investigadoras de prestigio y equipos pioneros. Pediría una mayor visibilidad e inclusión de la ciencia en todas las esferas y debates, y en toda la cadena educativa. 

¿Qué capacidad tiene la ciudadanía para forzar a la Administración a proteger el medio ambiente? 

El activismo socioambiental es ya una fuerza de cambio y una forma de percibir los valores medioambientales y su importancia para la vida. Los jóvenes forman parte de este movimiento porque les legamos un planeta herido, y es algo positivo que les permite adquirir estos valores, aplicables a todos los ámbitos, como garantía de construcción de su futuro y su supervivencia. El activismo de la ciudadanía en torno al Mar Menor no está vinculado a un interés económico ni político, sino a personas conscientes de la importancia del patrimonio natural. Sin este movimiento, la inacción y la mirada para otro lado tendrían efectos más graves.  

Su manera de implicarse en la defensa del Mar Menor también está marcada por su propia biografía.

Mi visión de las cosas está marcada por mi formación y por ser una persona sorda. Esta discapacidad me ha dado un modo de vivir sustentado en la observación, la intuición, la conexión y la reflexión. Es un proceso que actúa como defensa ante un mundo oyente y ante la barrera de comunicación. Saltar esa barrera fue posible tras comprobar que las etapas del proceso se ensamblaban solas y me ayudaban a superarla. Mis opiniones han pasado por diferentes fases. Para mí no se trata de sobrevivir, sino de vivir.  

"El activismo socioambiental se está consolidando como una fuerza de cambio"

¿Cree que aún hay esperanzas de recuperar el Mar Menor, cuando nadie quiere ponerle el cascabel al gato?

La esperanza no la podemos perder. Dejarlo en manos de los gobiernos central y regional sería aplicarle la eutanasia. Cada vez que el Mar Menor se expresa expulsando peces y crustáceos a la orilla, la ciudadanía se activa; pero si la ciudadanía calla, la esperanza está perdida. Nadie asume el coste político. Llega un momento en que la batalla por el Mar Menor se va a convertir en una batalla judicial, en la que una administración denuncia a otra. Recurrimos a los jueces para que sentencien como ilegalidad lo que a todas luces es ilegal.  

Hay un pulso constante entre la economía y la protección del medio ambiente.

La población crece y hay que producir alimentos para garantizar su supervivencia. Se ceba esa producción artificialmente para tener resultados exponenciales. Tenemos que invertir ese proceso y producir alimentos evitando el impacto en los recursos naturales. También hay un impacto inmobiliario, de las urbanizaciones que crecen como setas en medio del campo. Se ha pensado qué dinero se va a ganar vendiendo estas casas o esa producción, pero no cuánto hay que invertir para evitar dañar el medio natural. 

¿Los ciudadanos tienen conciencia de que son ellos quienes sufren los desastres? 

Como ciudadanía, nos ha hecho ser más críticos. Pensar y hablar más del medio ambiente, en las aulas o en las conferencias, nos permite ir creando nuevos valores que hagan que las nuevas generaciones tengan otros criterios cuando entren en el sistema productivo.

¿Estos desastres se van a agravar con el cambio climático? 

Debemos fortalecer nuestro conocimiento y compromiso medioambiental, y forjar una resiliencia capaz de introducir cambios: desde los sistemas de producción para reducir emisiones y vertidos a la actuación de las personas como motores de cambio. Apostar por ecoinnovación en todos los aspectos -el diseño de las políticas, los sistemas de producción o las redes locales de pequeños productores- es garantía de futuro. Enfocar las ayudas hacia objetivos medioambientales y hacer cumplir el ‘quien contamina paga’ pueden ser herramientas eficaces.