La ronda francesa

Vingegaard flojea ante Pogacar en el monstruo del Puy de Dôme

El jersey amarillo cede sólo 8 segundos ante su rival esloveno, que volvió a pasar al ataque mientras el canadiense Michael Woods ganó fugado. Carlos Rodríguez sigue cuarto de la general.

Sergi López-Egea

El 8 de junio se cumplió un año de la muerte de Julio Jiménez. Julito, como siempre lo llamaron, fue el ganador en el Puy de Dôme, el día del mano a mano entre Jacques Anquetil y Raymond Poulidor que cautivó a los franceses en 1964. El 8 de junio fue Ángel Arroyo al cementerio de Ávila y depositó un ramo en su tumba, y también en la de Jesús Hernández Úbeda, muerto prematuramente a los 36 años, y que fue gregario suyo y de Perico. Arroyo ganó en el Puy de Dôme, en 1983, por delante de Delgado, con público, sin trenecito, pero igual de duro que este domingo, el día que 

Tadej Pogacar

 le volvió a enseñar las garras a 

Jonas Vingegaard

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Había 30 grados al pie del Puy de Dôme y gente animando. Había agua caliente en los bidones. Los gregarios de Pogacar se le arrojaban en la nuca. Refrescarse era misión imposible. Vingegaard se sentía protegido porque temía lo que sucedió, que acabaría cediendo ante Pogacar. Ya siente el aliento del fenómeno esloveno en la general. 17 segundos de ventaja no son ni un seguro a terceros con toda la montaña que falta aún por conquistar en este

Tour

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En Saint Léonard de Noblat, el pueblo de Poulidor, se citaban los ciclistas para una cita con la historia, que no quedó como la mejor etapa del Tour. Se dio vida a una fuga en la que iba el catalán David de la Cruz y los que se podrían denominar hombre rico y hombre pobre: dos norteamericanos, uno de Canadá, Michael Woods, ganador de la etapa, y otro de Estados Unidos, Matteo Jorgersson, quien cuando parecía que iba a recompensar al Movistar, equipo en el que no seguirá el año que viene, se vino abajo a falta de 500 metros para llegar a la base de las antenas de la cima del Puy de Dôme. Sin fuerzas, tal vez por atacar demasiado pronto, no fue ni segundo. Cuarto, un golpe para él.

En el pueblo de Poulidor quiso el destino que casi chocasen las bicis de Vingegaard y Pogacar. ¡Ah! la picaresca. Vingegaard baja la vista y discretamente le mira a su rival el desarrollo que lleva, tal vez un indicativo de sus planes en el Puy de Dôme.

En la base del viejo volcán se vigilan los hombres de Vingegaard y Pogacar. Todos quieren llevar el control de la etapa. Se trata de una guerra de posiciones. Y vuelve a suceder lo de los Pirineos. Pogacar se queda solo, algo que parece no preocuparle. Vingegaard, con su americano de oro, Sepp Kuss, que tiene esposa y no novia catalana como se contó equivocadamente en tierras pirenaicas.

Pero hay una diferencia, cuando cede Kuss, ‘Poggi’ y Vingegaard no están solos porque los mejores de la general, entre ellos Carlos Rodríguez forman parte de su séquito. Es el día en el que el ciclista andaluz, cuarto de la general, que recorta 8 segundos en la meta a Jai Hindley, que es el tercero, va más cerca de la pareja intocable.

“No he tenido mi mejor día”, comenta Vingegaard que no deja de beber agua mientras cumple con la conferencia de prensa. “Era muy empinado -advierte- y muy caluroso. Estoy contento por perder solo 8 segundos, pero esto será una lucha de dos semanas”, porque 15 días son los que faltan para acabar el Tour; un mundo.

Un mundo se le hizo a Vingegaard cuando a 1.600 metros de la cuesta (casi) sin fin del Puy de Dôme aceleró Pogacar. Se iba y no se iba. El danés, a 30 metros. Pero cualquier flaqueza le podía desnudar de amarillo. Pogacar se giraba, apretaba los dientes, ritmo endiablado, se sentía más fuerte, pero a la vez comprobaba que su rival era un tipo que no se daba por vencido. Llegaban uno a uno, como habían hecho los 12 ciclistas de la fuga que cruzaron la línea de meta antes que ‘Pogi’. Y los que los siguieron hasta que llegó el ‘autobús’, con los velocistas o los que no se jugaban nada. El ‘autobús’ llegó con retraso, a casi media hora, pero este lunes, todos tendrán tiempo en Clermont-Ferrand para descansar, admirar el Puy de Dôme y recordar que lo subieron 35 años después de que Pedro Delgado cruzara por la cima vestido de amarillo.