Desde mi sofá

El día que Vingegaard supo que Pogacar le ganará este Tour

El Tour nos regala cada día dos rondas en una: la que decide el campeón y la que decide el ganador de cada etapa y las dos son, sí, apasionantes

Un Tour exclusivo para Vingegaard y Pogacar.

Un Tour exclusivo para Vingegaard y Pogacar.

Emilio Pérez de Rozas

Te pasas cuatro horas pedaleando para que todo, incluso tu victoria, se decida en los últimos cinco minutos, en los últimos cinco kilómetros de uno de los puertos más míticos de la historia del

ciclismo

.

Te pasas 175 kilómetros viendo cómo se desarrolla la etapa para ponerte de pie en el sofá de casa, no una vez, sino dos veces. La primera para presenciar una de las grandes hecatombes de los últimos años, desde luego, de los últimos Tours, como es ver a Movistar (Matteo Jorgenson) desfallecer a pocos metros de darle a los telefónicos su primer gran éxito en los últimos siete año y, minutos después, para comprobar que el esloveno 

Tadej Pogacar es, en efecto, aunque siga más solo que la una, el auténtico candidato a recuperar el trono del Tour en los Campos Elíseos.

Son las cosas del Tour. A veces tienes que esperar cuatro horas para presenciar el mayor espectáculo del mundo, esta vez sin ayuda de nadie, ni siquiera de sus coches, de sus mecánicos, de sus gregarios, solo los buenos, allá arriba, en las últimas rampas, las del 12% de desnivel, del Puy de Dome, que hacía 35 años que no se subían.

Y sigue Carlitos

Y ahí, en esos últimos kilómetros ha sido donde el ciclismo español ha descubierto, ahora sí, que tiene a un joven descarado, llamado Carlos Rodríguez, que un año de estos (no hay que tener prisa ninguna) puede acabar siendo el rey del Tour. De momento, dentro de dos semanas largas, igual es el príncipe del podio de los Campos Elíseos, como no junto a Pogacar y, cómo no, al lado de 

Jonas Vingegaard

. Calitos, el otro Alcaraz, ya es cuarto de la general. Y subiendo.

Tadej Pogacar, cruzando hoy la meta del Puy de Dome.

Tadej Pogacar, cruzando hoy la meta del Puy de Dome. / AFP

Lo de Pogacar es para quedarse, de nuevo, con la boca abierta. Tras su 'pájara' (o no) en la primera semana de Bilbao, hoy, por segunda vez consecutiva, ha dejado clavado al tremendo Vingegaard y todo su equipo de gregarios, a falta de 4.5 kilómetros de la cima del Puy de Dome. Ha derrapado y el danés del Jumbo se ha quedado clavado. Es posible, muy posible, que más de uno en el Jumbo esté pensando que el momento de matar al esloveno ya pasó y que hubiesen tenido que aprovechar en mayor y mejor medida, en moral y en tiempo real, el golpe de efecto del tercer día de carrera. Ahora, Pogacar parece, no solo recuperado, sino ansioso por coger el maillor amarillo, que es su prenda favorita.

Fue hermoso, muy hermoso y vibrante, disfrutar de la ascensión a Puy de Dome, casi totalmente reservada a la televisión, por partida doble. Primero para ver como el canadiense Michael Woods sonreía a la cámara de la moto nada más superar, a escasos metros de la meta, al norteamericano Jorgenson y, minutos más tarde, ver al mejor ciclista del momento asestar un nuevo golpe a su máximo rival.

Queda mucho Tour y, desde luego, lo que ha quedado demostrado en la primera semana de la ronda francesa es que debemos de prepararnos para pasarlo bien con la pelea por la victoria y con la pelea de cada día que, tal vez, no tenga nada que ver con Pogacar y Vingegaard, pero que será igual de atractiva y atrevida. Dos Tours mejor que uno.