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Pasen (sin llamar) y marquen

Habría que investigar qué juez impuso a los defensas del Barcelona una orden de alejamiento de los delanteros del Real Madrid para entender el clásico. También hay otra opción, más plausible y menos prosaica, consistente en que la defensa azulgrana sea un desastre

Fede Valverde marca el segundo gol del clásico del Bernabéu, este domingo.

Fede Valverde marca el segundo gol del clásico del Bernabéu, este domingo. / Reuters

Habría que investigar qué juez impuso a los defensas del Barcelona una orden de alejamiento de los delanteros del Real Madrid. Sería un buen punto de partida para una teoría conspiranoica de esas que tanto gustan a los aficionados de barra de bar. Pasaríamos de “con este árbitro es imposible que ganemos” a “es que su señoría nos tiene manía”. Bueno, en realidad viene a ser lo mismo.

También hay otra opción, más plausible, consistente en que la defensa del Barça sea un desastre. Es menos prosaica quizá, pero ayuda mejor a entender lo que ocurrió en el Bernabéu. Porque esa circunstancia, unida a la voracidad de los delanteros del Real Madrid, sintetiza un clásico que el equipo de Xavi nunca se sintió capaz de ganar.

Benzema marcó libre de marca y a puerta vacía el primer gol, después de que Sergi Roberto le ofreciera gentilmente a Vinicius su espalda; Valverde chutó solo desde la frontal, fuera del radar de hasta seis zagueros barcelonistas que, al parecer, estaban a sus cosas. Y tuvo el Barça suerte de que Benzema partiera en fuera de juego en el gol que le anularon, en el que Eric García estuvo a punto de recular hasta Plaza Castilla. El penalti que cometió el central en el tercero del Madrid, obra de Rodrygo, no merece mayor comentario.

MADRID, 16/10/2022.- El delantero del FC Barcelona Raphinha durante el partido de la novena jornada de Liga que Real Madrid y FC Barcelona disputan este domingo en el estadio Santiago Bernabéu de Madrid. EFE/ Rodrigo Jiménez

El delantero del FC Barcelona Raphinha, durante el clásico. / Rodrigo Jiménez / Efe

El Madrid ganó como lo hace casi siempre que no está implicado el componente épico de la Champions, dando la sensación de que no le cuesta. Carlo Ancelotti ha conseguido transformar a su equipo en su propia ceja, siempre impertérrita, ni siente ni padece, pero siempre en guardia. Xavi, en cambio, se ha atragantado con su abundancia de cromos, con el agravante de que Lewandowski ha dejado, de la noche a la mañana, de ser Supermán y de que Dembélé tiende a jugar su propio partido con excesiva frecuencia. Y da incluso la sensación de que le piden que así sea.

Ahora el Barça queda en una posición más que delicada. En la Champions lo es en lo clasificatorio y en LaLiga lo es en lo emocional, pues el Madrid le aventaja en tres puntos y queda tres cuartos de campeonato por delante. Pero mal harían los azulgrana en conformarse con esa lectura, pues su crisis comienza a ser más psicológica que futbolística (defensa al margen, claro) y esas suelen ser más difíciles de subsanar. Lo único que parece claro ahora mismo en el Barça es que Ansu Fati es el nombre propio a subrayar.