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Crítica de 'El último verano': Una contención admirable que nos muestra cómo podemos ser

Catherine Breillat relata en este 'remake' del 'filme' danés ‘Reina de corazones’ otra relación sentimental tan compleja como condenada al fracaso

Un fotograma de la película 'El último verano' de Catherine Breillat

Un fotograma de la película 'El último verano' de Catherine Breillat

Quim Casas

Quim Casas

Louis Malle realizó en 1992 ‘Herida’, filme que exploraba la trágica relación amorosa entre un hombre maduro y la prometida de su hijo. Tres décadas después, Catherine Breillat relata en ‘El último verano’ –remake del filme danés ‘Reina de corazones’– otra relación sentimental tan compleja como condenada al fracaso, la que establece una brillante y fría abogada con el hijo adolescente que su actual marido tuvo con su anterior esposa. La diferencia reside en el tono.

Breillat, en un trabajo de contención admirable, no apela a la pulsión melodramática en ningún momento. Todas las situaciones importantes de la película, tanto las que atañen a los encuentros sexuales entre los protagonistas como aquellas en los que deciden o reflexionan sobre lo que han de decidir, están filmadas en planos muy cerrados y de larga duración sobre los rostros.

Pese a ello, estos planos respiran, escrutan las caras dejando prácticamente fuera de campo los cuerpos, algo muy importante teniendo en cuenta que Breillat, como buena parte de su misma generación de cineastas franceses, es una directora del cuerpo. Los intérpretes hacen lo demás, que es mucho, en una montaña rusa de deseos y libertades, de franqueza y engaño.

Breillat no está contra nadie ni defiende a ninguno. No juzga. Nos muestra cómo podemos ser.