LIBROS

A. J. Finn, escritor de éxito acusado de 'impostor': "Es devastador ser humillado de esa manera"

El autor del 'best seller' mundial 'La mujer en la ventana' publica una segunda novela que también apunta al éxito y que consiguió terminar a pesar de sus problemas de salud mental y del escándalo de las supuestas mentiras sobre su vida que destapó 'The New Yorker'

El escritor Daniel Mallory, conocido en el mundo editorial como A.J. Finn, en Madrid el pasado jueves.

El escritor Daniel Mallory, conocido en el mundo editorial como A.J. Finn, en Madrid el pasado jueves. / ALBA VIGARAY

Jacobo de Arce

Jacobo de Arce

No es fácil enfrentarse a Dan Mallory, el escritor estadounidense que firma sus libros como A. J. Finn. Su figura pública tiene dos caras. Por un lado está la del autor de enorme éxito pero visiblemente vulnerable que padece, según lleva contando desde hace años, un trastorno bipolar que ha hecho de muchos momentos de su vida un calvario. Frente a esta, emerge la del supuesto 'impostor' que se habría inventado algunos de los elementos más singulares de su vida, hasta que la prensa, nada menos que una institución como The New Yorker, desmontó parte de lo que contaba. Sentado en el hotel que le aloja en Madrid, él no deja claro qué hubo de cierto en todo aquello, tanto en lo concerniente a su biografía como en lo que se publicó cuestionándola. Dice que prefiere no hablar de eso y lo resume así: “¿12.000 palabras llenas de insultos provenientes de fuentes anónimas? ¿Es eso a lo que se dedican los periodistas?”. Después se acabará animando a decir algo más. Pero antes, conviene hacer una breve recapitulación de su historia.

En enero de 2018 Mallory, un tipo brillante y encantador con una exitosa carrera a sus espaldas como joven editor en Londres y Nueva York, publica bajo el nombre A. J. Finn una primera novela, La mujer en la ventana, que había vendido por una cifra millonaria a la misma editorial en la que trabajaba. El libro, que se aúpa de forma inmediata al número uno de la célebre lista de best sellers de The New York Times y recibe elogios de Stephen King, es un thriller psicológico en el que una mujer que vive encerrada en su casa por un trastorno de agorafobia y depresión cree presenciar un crimen en el edificio de enfrente. La novela no tardará en convertirse en una célebre y fallida película protagonizada por Amy Adams y Julianne Moore. Durante la gira de promoción por todo el mundo de un libro que se traducirá a cuarenta idiomas, Mallory cuenta a todo el que quiere escucharle el problema de salud mental que, como su protagonista, él también padece.

Un año después, y mientras la industria editorial espera con ansia su segunda novela, el citado semanario neoyorquino publica un larguísimo reportaje en el que destapa una serie de mentiras con las que, al parecer, el escritor habría ido adornando su vida. Según esta publicación, que había hablado con varios de sus compañeros en la industria y algunos de sus familiares, Mallory nunca habría tenido el tumor cerebral que aseguraba haber padecido. Su madre no estaba muerta, como había dicho, sino perfectamente viva en su residencia de los Hamptons, y su hermano no se había suicidado. Tampoco poseía el doctorado en Oxford que decía poseer, ni había sido él quien había recomendado, como contaba, publicar El canto del cuco, una novela policíaca que J. K. Rowling envió a su editorial bajo pesudónimo. Muchos medios se hicieron eco de aquella historia, que se dice que él rebatió con una declaración enviada a la revista en la que achacaba a sus problemas de salud mental ciertos olvidos y exageraciones. Sin embargo, el daño a su reputación, pero también la atractiva intriga sembrada en torno a su figura, ahora convertida en un personaje de novela, ya habían hecho su efecto.

En un artículo que estaba lleno de mentiras, lo más extraño para mí es que falla su tesis central, la de que la industria editorial me odia y me teme [...] Desde que ese texto fue publicado, hace ya unos años, yo no he perdido a mi editorial"

Este jueves en Madrid, hablando de forma muy pausada y con cierto aire escénico en un inglés cristalino y exquisito hasta el exceso, Mallory se explica lo justo. “En un artículo que está lleno de mentiras de principio a fin, lo más llamativo es que falla su tesis central, la de que la industria editorial me odia y me teme. Porque como se puede leer en el mismo artículo, fue mi propio empleador durante años quien me pagó mucho dinero por publicar varios libros con ellos. Y porque desde que ese texto fue publicado, hace ya unos años, yo no he roto la relación con mi editorial. No sé qué decir, pero la conclusión es que da igual lo extraño que resulte un artículo como ese, lleno de odio, y da igual lo deficientes que fueran su tono o su uso de las fuentes: a un nivel humano, es devastador ser humillado y avergonzado de esa manera delante de mi familia, de mis compañeros de profesión o de desconocidos. Y seguir hablando de él sería admitir que estuvo bien publicarlo en su momento, y no lo voy a hacer”, dice con amabilidad pero tajante.

Su esperada segunda novela

Si estos días Mallory está en España es para promocionar El final de la historia (Grijalbo), esa ansiada segunda novela que ha tardado en publicar más de lo esperado. Un nuevo policíaco en el que un celebrado y millonario escritor de novelas de misterio, al que le quedan apenas tres de meses de vida, convoca a su mansión en el San Francisco actual a una experta en ese género literario, Nicky Hunter, para que escriba su biografía. Más allá de la fascinación literaria, el interés que la mueve a ella, y el de un público sediento de escándalo y drama, está en otra parte: saber qué pasó con Hope y Cole, la esposa y el hijo menor de ese autor, Sebastian Trapp, que desaparecieron misteriosamente la Nochevieja de 1999 (la del célebre “efecto 2000”) y de los que, dos décadas después, no se ha vuelto a saber nada. Son muchos los que creen que detrás de aquello podría estar el propio Sebastian, y el trabajo de Nicky en la mansión de los Trapp, entre una amplia galería de personajes (la hija todavía tocada por aquel episodio y recelosa de la intrusa, la esposa actual y su difícil pasado o un sobrino de dudosas intenciones, entre otros) pasa de ser el de la relatora de una vida singular a la detective que debe descifrar el misterio.

La idea de esta novela partió, explica Mallory, de un artículo de The New York Times que leyó en septiembre de 2016, justo antes de que su agente mandase a su editor La mujer en la ventana. Era una pieza sobre el trabajo de los ‘biógrafos personales’, escritores profesionales a los que se puede contratar para que escriban la vida de uno. “Me pregunté a quién le gustaría tener a alguien hurgando en su vida familiar. Porque, ¿y si además te estuvieras muriendo? Entonces, esa persona sería la responsable de dar forma a tu legado. ¿Te fiarías de alguien así?”, se pregunta. Como en esos días estaba colocando su primera novela, pensó que sería una buena idea tener bosquejada una segunda que añadir al pack, así que se puso manos a la obra.

La segunda novela de A. J. Finn, 'El final de la historia', se acaba de publicar en España.

La segunda novela de A. J. Finn, 'El final de la historia', se acaba de publicar en España. / ALBA VIGARAY

Igual que La mujer en la ventana bebía claramente de Hitchcock y su película La ventana indiscreta, El final de la historia se inspira abiertamente en las historias de Agatha Christie, con esa casa victoriana en la que conviven varios personajes y de repente se comete un nuevo crimen. Pero hay muchas más referencias literarias y cinematográficas a lo largo de sus páginas: a Sherlock Holmes, a las novelas de detectives de Dorothy L. Sayers o de Dashiel Hammett, incluso a Hitchcock de nuevo, pero esta vez a Vértigo, que se desarrolla en la misma ciudad. Con un texto apuntalado sobre diálogos sofisticados y ambientes suntuosos, le encanta cuando se sugiere que su escritura tiene algo de cinematográfica, porque admite que “no es que escriba estos libros pensando en que serán adaptados al cine, eso no me funcionaría. Pero sí que los escribo como si ya fueran películas: cada escena, casi cada retazo de diálogo, está diseñada para avanzar en la trama, e intento elegir un puñado de escenarios bien desarrollados”.

Pienso lo mismo que Sebastian le dice a Nicky en la novela: ‘las mujeres son mejores escritoras de novelas policiacas que los hombres porque deben enfrentarse diariamente a fuerzas siniestras. Los hombres’. En un 'thriller', es útil tener personajes protagonistas que tienen que estar alerta”

Un detalle no menor es que tanto en la novela anterior como en esta, sus protagonistas son mujeres. Para explicarlo, cuenta una escena que presenció en Nueva York, en la que el conductor de una furgoneta de reparto comenzó a rodear a una mujer que caminaba por la calle y le gritó algo “inenarrable, muy misógino”, dice. “Lo que me rompió el corazón fue que ella siguió caminando con normalidad, y eso que lo había escuchado claramente. Me quedé pensando en que cada vez que esa mujer saliera de su casa pensaría: '¿alguien me va a insultar o amenazar?' A mí me han llamado 'maricón' en público cinco o seis veces en mi vida, pero soy un hombre blanco, mido 1,90 y peso 85 kilos. Es desagradable, pero no siento amenazada mi seguridad. En esto, en cambio, pienso lo mismo que Sebastian le dice a Nicky en la novela: ‘las mujeres son mejores escritoras de novelas policiacas que los hombres porque deben enfrentarse diariamente a fuerzas siniestras: los hombres’. En un thriller, es muy útil tener personajes protagonistas que tienen que permanecer alerta”.

Al hilo de lo que cuenta, hay otro tipo de abuso que aparece en el libro: el bullying sobre un chaval (el desaparecido Cole) al que en el colegio hacen la vida imposible, básicamente, por ser gay. La pregunta es obligada. “He tenido dos experiencias de ese tipo. Cuando era niño y estudiaba en una escuela masculina, durante cinco años sufrí un bullying bastante brutal. Otra fue más tarde, en una oficina, y no duró tanto. Pero fue muy desagradable, porque no esperas ver algo así entre adultos. No quería escribir un libro sobre bullying, porque es un tema muy poco amable, pero fue inevitable que hubiera algunos elementos en el libro”.

Escritura y enfermedad mental

Que haya tardado siete años en escribir este libro (se acaba de publicar en España, y en EEUU lo hizo a principios de este año) lo achaca, básicamente, a la enfermedad mental que padece. Después de publicar su primera novela reapareció una vieja compañera de vida: la depresión. Un tema del que no había hablado mucho antes de que saliera aquel libro, pero que no dejó de tratar durante su tour promocional. “Lo mejor fue poder hablar de esa experiencia con gente que, aunque fueran completos extraños, respondían acercándose a mí después de una presentación y me decían que se habían sentido identificados con mis palabras porque habían pasado por lo mismo”.

Desde mayo del año pasado he tenido treinta sesiones de electrochoque”, dice frotándose la muñeca: son las pulseras del hospital, que colecciona, las que le han permitido llevar la cuenta"

Aquel nuevo episodio depresivo se alargó mucho tiempo, recuerda. Con algún momento especialmente dramático, como cuando se gastó 30.000 dólares en pasar seis semanas en un hotel de Miami para terminar El final de la historia y, una tarde, un ataque de pánico le llevó a la recepción del hotel, llorando, con su madre pidiendo por teléfono al recepcionista que le ayudase y un guarda de seguridad preguntando si tenía que intervenir. Volvió a Nueva York de inmediato.

Si ahora está mejor es porque ha conseguido controlar el trastorno bipolar de tipo 1 que le provocaba esa depresión que le diagnosticaron por primera vez en 2001, cuando estaba terminando la universidad, y que durante 14 años se trató con medicación, sin mucho éxito. Un psiquiatra le recomendó la terapia electroconvulsiva: electrochoques, para entendernos. Lo probó en 2011 y 2012, sin que surtiera un gran efecto. Pero volvió a intentarlo recientemente y notó enseguida una mejora importante. “Desde mayo del año pasado he tenido treinta sesiones”, dice frotándose la muñeca: son las pulseras del hospital, que colecciona, las que le han permitido llevar la cuenta. Le quita dramatismo explicando de manera muy gráfica cómo es para él esa terapia. “Como darle un golpe a la televisión cuando no funciona” [risas]. Y aparece de nuevo ahí, en ese tono entre el humor, la sospecha y el drama que también están presentes en su última novela, ese gran personaje en el que Dan Mallory ha conseguido convertir a A.J. Finn.