ESCENA

Pippo Delbono: "Es necesario que la cultura no hable de esa manera intelectual. Ha habido un largo período de teatro muy snob"

El dramaturgo, director y actor italiano, exponente de un teatro a la vez arriesgado, popular y político, llega a Madrid con ‘Amore’, un viaje poético y musical sobre el amor a ritmo de fado 

El dramaturgo, actor y director italiano Pippo Delbono.

El dramaturgo, actor y director italiano Pippo Delbono. / Estelle Valente

Lleva un traje blanco y está sentado en la platea, entre los espectadores, en una mesa llena de papeles que lee con un micrófono en mano muy pegado a la boca y con esa cadencia suya que ya es un género teatral en sí mismo. Es Pippo Delbono y explica a su público que este espectáculo llamado Amore nació en un momento muy trágico de su vida, a partir de “un luto de amor, un dolor enorme del que todavía no puedo hablar”, lo que ha hecho que la pieza se convirtiera en “un canto en constante caminar entre el amor y el dolor, entre la vida y la muerte”. El espectáculo, que se pudo ver en 2021 en el Festival Temporada Alta de Girona, llega el próximo miércoles a los Teatros del Canal de Madrid, con dos únicas funciones.

Pippo Delbono (Varazze, Italia, 1959) propone en Amore un viaje poético inspirado en Portugal, con ecos de Cabo Verde y Angola, hacia ese territorio del amor que nace de la herida y el duelo en el que conviven el teatro, la música y la danza, y en el que utiliza como vehículo la melancolía del fado y la palabra de autores como Carlos Drummond de Andrade, Eugénio De Andrade, Daniel Damásio Ascensão Filipe, Sophia de Mello Breyner Andresen, Jacques Prévert, Rainer María Rilke y Florbela Espança. En escena, un árbol muerto, sin flores ni hojas, como el de aquella película de Tarkovski llamada Offret, y doce intérpretes —entre ellos, la artista angoleña Aline Frazão, el guitarrista Pedro Jóia y el cantante de fado Miguel Ramos— en un espacio desnudo con paredes de color rojo en el que los actores y actrices compondrán imágenes bellísimas a modo, muchas veces, de tableau vivant y en el que veremos proyectada la erupción del volcán Etna, una fiesta de máscaras de vivos y muertos, o una Piedad abrazando a Gianluca Ballarè, uno de los actores de la compañía de Delbono, una troupe de comediantes singulares, actores no profesionales con los que el creador italiano se ha ido topando desde que creara su compañía en 1986 junto al argentino Pepe Robledo, miembro del mítico colectivo Libre Teatro Libre: un vagabundo, un hombre con síndrome de Down, un refugiado, un enfermo de polio y él mismo, enfermo de VIH. Una especie de corte de los milagros con la que Delbono desafía a ese teatro uniforme y burgués que detesta y en la que falta, desde su fallecimiento en 2019, ese actor convertido casi en su alter ego, Bobò, un napolitano sordomudo y analfabeto que pasó más de 40 años encerrado en un psiquiátrico y al que Delbono conoció en 1996, cuando él mismo atravesaba una depresión.

Una imagen de 'Amore', es espectáculo que Pippo Delbono trae a Teatros del Canal.

Una imagen de 'Amore', es espectáculo que Pippo Delbono trae a Teatros del Canal. / Luca del Pia

En una conversación por zoom con este diario, Delbono admite no haber superado su falta: “Me encuentro muy mal, sigo llevando luto. Me falta tanto ese hombre y, aunque su alma está siempre presente en mi obra, me duele mucho, me hace mal. Yo lo quería como a un padre, un hermano, un amante, todo”. Y añade que la muerte de su actor le ha confrontado con la suya propia y que tiene en mente hacer una película: “Se titula Bobò. El ángel que me salvó la vida, que salvó mi vida, y ya hay productor, pero es muy difícil porque ver las imágenes grabadas de Bobò, tan magníficas, me pone triste”.

Miembro de la liga de grandes directores de teatro europeo y habitual en festivales como el de Avignon, Pippo Delbono, formado con Pina Bausch, con Ryszard Cieslak, actor fetiche de Grotowski y con Iben Nagel Rasmussen, actriz del Odin Teatret, defiende, desde los inicios de su compañía, un teatro poético más que narrativo, un teatro de gran potencia visual y carga política en el que siempre está presente la fragilidad de la existencia. Como Pessoa, que escribió “nunca me olvido de que siento”, Delbono es también un creador de una sensibilidad extrema, que admite sin pudor: “Estoy un poco en crisis y tengo un gran vacío porque siento demasiado las cosas y, a veces, la sensibilidad te hace sentir muy mal porque te toma la nostalgia y la tristeza, y yo quisiera ser un poco menos sensible, más duro”. Una sensibilidad que está presente en Amore, con la que Delbono opone resistencia al clima político y social actual, “a todo lo que está pasando en el mundo, y me refiero a Argentina o a Italia, pero también a Francia. Existe el riesgo de que estemos perdiendo la belleza, estamos perdiendo el amor, estamos perdiendo la libertad. Estamos como muriendo un poco todos”, dice.

Un momento de 'Amore'.

Un momento de 'Amore'. / Luca del Pia

Sobre si el teatro actual está vivo, Delbono sostiene que “es necesario que la cultura no hable de esa manera intelectual que llega a muy poca gente. Ha habido un largo período de teatro muy snob. De acuerdo, vemos a Shakespeare, pero siempre hablando para gente un poco chic. Yo pienso siempre en un trabajo popular, que no significa banal, sino que llegue a la gente, que la toque”. Dice el creador italiano que “en el teatro europeo cada uno quiere defender su propia historia: en Francia antes se hacía teatro de todo el mundo, pero ahora me parece que los franceses quieren reencontrar el teatro francés, la cultura francesa. Eso no sucede en Italia, pero allí el teatro es viejo, se hacen siempre las mismas cosas, esas que dan seguridad a la gente y a los directores de los teatros. No quieren nada que los ponga en crisis. Y eso es lo peor porque el teatro debería ponerte siempre en crisis”.

Delbono, que también ha dirigido cine (el Centro Pompidou dedicó en 2018 una exposición retrospectiva a toda su producción cinematográfica) y ha trabajado como actor a las órdenes de directores como Luca Guadagnino, trabaja estos días en una nueva pieza llamada Il risveglio (El despertar) en la que aborda la necesidad de seguir viviendo después de la angustia provocada por la pandemia y que estrenará en junio en el Festival Internacional de Sibiu, en Rumanía. Le preguntamos, para finalizar, qué creadores le interesan actualmente, qué le toca a él como espectador: “He visto cosas muy buenas de Carolyn Carlson y de Maguy Marin. A mí me gusta más la danza. En el teatro se habla mucho, pero yo prefiero los espectáculos que se entienden con la carne, con la sangre”.