TEATRO

María Goiricelaya, directora de 'Altsasu', la obra contra la que se va a manifestar Vox: “Ninguna pieza artística tendría que ser prohibida por tener una mirada diferente”

La extrema derecha se concentrará este jueves ante el teatro de la Abadía con la intención de cancelar una obra que, en palabras de su directora, pone el foco en la justicia y en la empatía por el dolor ajeno

'Altsasu', que llega en unos días al Teatro de la Abadía de Madrid.

'Altsasu', que llega en unos días al Teatro de la Abadía de Madrid. / La Dramática Errante

Hace unos años, la directora y dramaturga María Goiricelaya recibió la llamada de José Sanchis Sinisterra para que participara en un proyecto llamado Cicatrizar: dramaturgias para nunca más, una propuesta internacional que reunió a diez autores de España y Colombia en torno a la misma pregunta: ¿Puede el teatro, sin adoptar una posición vengativa o compasiva, contribuir a restañar las heridas y a desvelar las cicatrices? De ese proyecto nació, en 2021, la obra Altsasu, de la compañía La Dramática Errante, formada por Goiricelaya y Ane Pikaza, la historia sobre aquella agresión a dos guardias civiles en un bar de la localidad navarra la noche del 15 de octubre de 2016, por la que fueron condenadas ocho personas a penas de entre dos y 13 años.

Altsasu es una obra de ficción que se alimenta de hechos reales, de abundante documentación y de la transcripción del juicio oral. Una obra, dice su autora y directora, en la que late “la voluntad de explorar a través del teatro el papel de la memoria en el presente, la voluntad de restañar heridas, de hablar del perdón, de la conciliación, de la convivencia y de nuestro futuro”. En escena, la propia Ane Pikaza, Egoitz Sánchez, Nagore González y Aitor Borobia dan vida a agresores, guardias civiles, novias, familiares, jueces o abogados.

El espectáculo se estrenó en 2021, en el Teatro Arriaga de Bilbao y fue finalista a dos premios Max 2023 a mejor espectáculo y autoría teatral. Tras su paso por Uruguay y Colombia, por el Festival Grec de Barcelona o la Fira de Tàrrega, la obra llega por primera vez a Madrid (a excepción de una función en Pinto el pasado mayo), al Teatro de La Abadía, del 18 al 28 de enero. Y es entonces cuando lo político entra en escena, quitándole protagonismo a lo artístico, aunque ya lo había hecho antes.

La dramaturga y directora teatral María Goiricelaya.

La dramaturga y directora teatral María Goiricelaya. / Cedida

Tras su estreno en Bilbao, Altsasu fue programada por el Teatro Principal de Vitoria en noviembre de 2021. Entonces, la portavoz del PP en el Ayuntamiento, Ainhoa Domaica, exigió la retirada del montaje tras tildarlo de “adoctrinamiento nacionalista”. El mismo argumento fue utilizado el pasado 7 de diciembre en la Asamblea de Madrid por la portavoz de Vox, Ana María Velasco, que, sin ver previamente la obra, también pidió su retirada.

Cinco días más tarde, un concejal del mismo partido acusaba al montaje (que tampoco había visto) de “simpatizar con ETA” y cuestionaba que el Teatro de La Abadía estuviera financiado con dinero público de los madrileños. El PP defendió en ambas sesiones la libertad de expresión y el respeto a la programación diseñada por Juan Mayorga, director artístico del teatro, que ha optado estas semanas por un perfil bajo —tan solo una nota de prensa con el avance de obras que se verán en enero, incluida Altsasu— que no alimentara el ruido sobre el montaje.

En una entrevista con este diario, María Goricelaya explica que “el espectáculo habla por sí mismo, es verdad que se desprende un cuestionamiento sobre esa resolución primera con esa petición de penas, un cuestionamiento sobre cómo puede funcionar, en determinado momento, la justicia en una sociedad democrática”. Sin embargo, no es la primera vez que Goiricelaya levanta una obra marcada por el compromiso social: ya lo hizo en 2020 con El patio de mi casa, en la que personajes de distintas ideologías políticas dialogaban frente a frente o con Nevenka, sobre la concejala Nevenka Fernández, que sentó en el banquillo al alcalde de Ponferrada por acoso sexual.

Un ejercicio de empatía

Más allá de que ponga el foco en la justicia a partir de un relato coral que incorpora todas las voces, Altsasu propone también un ejercicio de empatía, un espacio de conversación sobre el dolor, el propio y el de los demás: “Ese es el otro corazón de la obra, que te obliga a hacer ese ejercicio y ver hasta dónde llegas, y teniendo en cuenta que, para mí, nadie tiene el monopolio del dolor”, señala su autora y directora. Ajenas a esa propuesta de empatía, en las sucesivas peticiones de retirada de la obra por parte de la derecha subyacen varias ideas: por un lado, la infantilización del espectador, a quien no se le reconoce la capacidad de juzgar por sí mismo un espectáculo. Por otro, se deslegitima al teatro y, por ende, al arte, para cuestionar la realidad.

Lo que para nosotros no es legítimo es la violencia y Altsasu deslegitima la violencia a través del arte"

Sobre esto, Goiricelaya considera que “lo que para nosotros no es legítimo es la violencia y Altsasu deslegitima la violencia a través del arte para buscar un perdón compartido y una posibilidad de reconciliación y de convivencia”. La directora sostiene, rotunda, que “ninguna pieza artística tendría que ser prohibida por tener una mirada diferente y creo que las instituciones tienen que ser muy firmes con esto en los tiempos que corren porque la crítica, el debate o la interpelación forman parte de un proceso democrático, pero la prohibición, no”.

Un momento de 'Altsasu'.

Un momento de 'Altsasu'. / Cedida

P. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí, a ese momento en que un partido político pide la prohibición y la retirada de una obra de teatro? ¿Qué ha pasado para que se tenga que defender una ficción frente al rechazo que esta pueda provocar a un partido político?

R. Yo me hago la misma pregunta y no tengo respuestas para algo que desconozco, este círculo feroz dentro de la política. Muchas veces, los artistas somos actantes (participantes) dentro de fuegos que desconocemos y que no sabemos cómo gestionar, cómo se juega en este tablero político y qué es lo que cada partido intenta conseguir.

Sobre las señales que manda a la comunidad teatral este tipo de reacciones políticas, la creadora admite que le preocupa “la creación futura, cómo se va configurando la mente de las creadoras y los creadores cuando vemos que nuestros trabajos pueden no tener recorrido en determinados espacios. Eso es algo que asusta: ¿Qué vamos a crear si nuestros circuitos se ven cada vez más mermados porque la línea que tenemos de trabajo es una u otra? ¿Vamos acabar hablando sobre ciertos temas quizá más blancos porque es la única forma de asegurarnos el pan? Eso sí que es preocupante”, añade Goricelaya, que suma a su labor escénica su trabajo como programadora de la Sala BBK de Bilbao y, junto a Ane Pikaza, la dirección artística del Festival de Olite, para la que fueron elegidas en un concurso público.

Sobre el riesgo de ser etiquetada como directora de un teatro político, con la consiguiente reducción de espacios donde estrenar, Goiricelaya señala que “las etiquetas a nivel político creo que tienen que ver con mi apellido, con el hecho de ser una creadora vasca, no sé si con mucho más. A mí no me dan miedo las etiquetas, soy una directora y una dramaturga que escribe teatro comprometido socialmente. Si he escrito más cosas sobre el País Vasco es porque he nacido aquí, pero acabo de dirigir Play!, sobre el phubbing (ignorar a una persona por estar prestando atención al teléfono) y Festen, sobre el abuso a menores dentro de la familia. Y continuaré dirigiendo espectáculos sobre cualquier tema social que me mueva por dentro. Como decía la canción, que lo injusto no me sea indiferente. Esa es la etiqueta que quiero llevar”.