NUEVA Y CUIDADA EDICIÓN DE LA CÚPULA

‘Krazy Kat’: 5 claves de una embrujadora obra maestra del cómic

Se publica una cuidadísima primera entrega de la genial obra de George Herriman, las viñetas que circularon en periódicos de EEUU entre 1916 y 1917

Ilustración de 'Krazy Kat', en la remozada edición de La Cúpula.

Ilustración de 'Krazy Kat', en la remozada edición de La Cúpula. / GEORGE HERRIMAN

"Hay algo enigmático en este tebeo. (…) Sus páginas rebosan sabiduría, encanto, ternura y prodigio, humanidad, filosofía e hipótesis", asegura Rubén Lardín, artífice de la nueva y "endemoniada" traducción de Krazy Katla obra maestra del cómic a la que George Herriman (1880-1944) dedicó más de tres décadas, desde 1910 hasta su muerte. Un hito de la historieta protagonizado por un extravagante triángulo amoroso: el lunático gato Krazy (o gata, según se interprete), enamorado del malcarado ratón Ignatz, que le desprecia lanzándole ladrillos a la menor ocasión (algo que él interpreta erróneamente como señal de amor), y el perro policía B. Cachorro, que persigue al ratón y protege al gato. Un vodevil, ambientado en el desértico condado de Coconino (Arizona), que sorprende por su modernidad. No hay más que leer una página en la que Krazy alza una pancarta por el sufragio femenino cuando aún no se había aprobado en Estados Unidos. 

Portada de la edición de 'Krazy Kat' de La Cúpula.

Portada de la edición de 'Krazy Kat' de La Cúpula. / Cedida

Bien merece buscar las claves de la singularidad de Krazy Kat, que embrujó a Picasso, Gertrude Stein, Frank Capra, T.S.Eliot o Art Spiegelman, por citar algunos de sus ilustres y confesos fans, ante la llegada a librerías, este jueves, de la flamante y esperada edición a la que el equipo de La Cúpula, con Emilio Bernárdez a la cabeza, ha dedicado cuatro años de mimos de calidad marca de la casa: reúne las primeras páginas dominicales, de 1916 y 1917, en gran formato y cuidadosamente restauradas a partir de materiales originales, recuperando la rotulación (la caligrafía del propio autor) y la trabajada traducción de Lardín. Toda una "apuesta de riesgo", admite el editor, de una obra que, como señala el experto y divulgador Álvaro Pons, "tras el andamiaje de surrealismo y onirismo, ocultaba un discurso social apabullante".  

Ilustración de 'Krazy Kat', en la remozada edición de La Cúpula.

Ilustración de 'Krazy Kat', en la remozada edición de La Cúpula. / LA CÚPULA / GEORGE HERRIMAN

El mulato que ocultó su origen negro 

Herriman, objeto de una amplia retrospectiva en 2017 en el Museo Reina Sofía de Madrid, llegó a Nueva York con 20 años en un tren de carga. Nacido mulato de piel clara en una familia criolla, culta y pequeño burguesa de Nueva Orleans, que emigró a Los Angeles cuando él tenía 10 años huyendo de la presión segregacionista de Luisiana, el dibujante ocultó sus orígenes negros para forjarse una carrera evitando ser víctima de prejuicios y racismo. De hecho, incluso en interiores lucía un sombrero Stetson para disimularlo en público. Se casó con Mabel Bridge, mujer blanca con la que tuvo dos hijas. Y no fue hasta los años 70, por su partida de nacimiento, que se desveló que tenía sangre negra. Pero en las páginas de Krazy Kat es fácil ver cómo se mostraba a sí mismo: el gato/gata es de color negro y, a menudo, toca el banjo de calabaza, instrumento típico de los esclavos de las plantaciones. Y, como opina el poeta E.E. Cummings, al invertir los roles naturales del trío protagonista, revela "una necesidad de narrar que se es otro, que se es diferente". 

George Herriman, dormitando ante su tablero de dibujo, en 1916.

George Herriman, dormitando ante su tablero de dibujo, en 1916. / ARCHIVO

Modernidad e identidad de género 

"Ni soy un gato ni estoy loca", dice una vez el sentimental Krazy, un espíritu libre y sentimental que pasa tanto por gato como por "gata loca", pero que ama a un ratón sin ser correspondido. Hace un siglo, el propio Herriman lo calificó como un "ser indefinido, como un elfo, sin género", algo subversivo en aquella época. "Es un alegato por la diversidad de género, casi un manifiesto queer avant la lettre", señala Pons en el libro. Su triángulo amoroso, añade el divulgador, va "más allá del romanticismo binario y abraza una forma de entender el amor sin barreras". Su modernidad se hace extensible también al lenguaje del cómic, a la libertad con que realizaba sus composiciones, "subvirtiendo la secuencia, creando arquitecturas casi escherianas y pura poesía visual". 

Viñeta de 'Krazy Kat', a favor del sufragio femenino.

Viñeta de 'Krazy Kat', a favor del sufragio femenino. / GEORGE HERRIMAN

Vanguardias hechizadas

Tras entrar de aprendiz en Los Angeles Herald, Herriman logró un contrato vitalicio del magnate de la prensa William Randolph Hearst, que vio cómo aquellas locas tiras de Krazy, que pronto escalarían al estatus de páginas dominicales, daban prestigio a los diarios de su imperio empresarial. Porque sus elementos surrealistas, los personajes antropomórficos, sus acciones incongruentes o las referencias al arte aborigen de los indios navajos cautivaron al conjunto de la intelectualidad, fueran escritores, músicos, arquitectos, artistas o dibujantes: además de los citados, Stan Lee, Disney, P.G. Wodehouse, E. E. Cummings, Jack Kerouac, Willem de Kooning, David Wojnarowicz, Chris Ware, Robert Crumb, Bill Watterson, Jim Woodring, Miró o Gertrude Stein, que recibía las páginas en París, donde las leía junto a Picasso. Sin embargo, aunque fascinaron e inspiraron a las vanguardias, incluyendo a Dalí o De Chirico, nunca logró ser popular entre el gran público. Uno de los motivos, la dificultad que planteaba su lenguaje.

Una de las páginas de 'Krazy Kat', de la nueva edición de La Cúpula.

Una de las páginas de 'Krazy Kat', de la nueva edición de La Cúpula. / GEORGE HERRIMAN / LA CÚPULA

La barrera del lenguaje

Una de las barreras era entender su libre y complicado lenguaje, que utiliza "rarezas de puntuación, aliteraciones, modismos, aberraciones, caprichos de dicción y delirios fonéticos", apunta el traductor en la introducción, además de juegos de palabras y, expresiones indescifrables, incluso intraducibles hoy al inglés. Herriman, que aprendió latín y griego, además de alemán, y tenía nociones de navajo, mezclaba todos esos idiomas con español, francés, inglés, yiddish o 'slang' junto a referencias a la literatura clásica. Bien lo expresa en el libro Lardín, que se enfrentó con ello para la traducción, topándose con "coloquialismos y dejes de su tiempo y lugar, las precipitaciones dickensianas, los estilismos shakespearianos y un largo etcétera de recursos, caprichos y borboritos que en mi precario entendimiento apenas llegaré a sospechar". Eso por no hablar de cuando Krazy "se sirve de una jerigonza de la que no hay rastro". Ante tamaño reto, Lardín siguió el consejo de un amigo, que le dijo: "La literalidad no es una opción (…) tú estás intentando traducir el monolito de 2001ponte más poeta que nunca, es el mejor tebeo de la historia, no hay otra manera". Así, que huyó de las herramientas habituales e inventó, consciente de que "un buen chiste no se puede traducir". 

Una de las páginas de 'Krazy Kat', de la nueva edición de La Cúpula.

Una de las páginas de 'Krazy Kat', de la nueva edición de La Cúpula. / GEORGE HERRIMAN / LA CÚPULA

La apuesta de La Cúpula 

Este primer tomo de Krazy Kat. Páginas dominicales 1916-1917, nace del "empeño personal" de Emilio Bernárdez. "Tenía mis dudas, si lo hacíamos debía ser con los estándares de calidad de La Cúpula. Tenía un coste que no quería repercutir del todo en el precio de venta, porque el objetivo es llegar a un máximo de público, que la gente lo descubra", explica. El libro, que sale con una tirada inicial de 1.500 ejemplares, vale 34 euros: tapa dura, cantos de hoja en amarillo, a juego con el logo de Krazy Kat, gran formato original de los diarios dominicales, con páginas de aire vintage del color del papel de periódico antiguo, papel ecológico... La odisea ha implicado localizar y comprar unas 200 páginas de diarios. Algunas de las primeras, de 1916 y 1917, se le deshacían al manipularlas por la mala calidad de la pulpa de papel de la época. Otras se las prestaron coleccionistas. Todo para escanearlas, restaurarlas y reproducir con la mayor fidelidad posible los detalles perdidos por las transparencias y las tintas borradas. Es prudente y, aunque dispone ya de material para seguir con nuevos tomos, de momento esperará a ver la acogida de este. "Buscamos transmitir el cariño y respeto con que Herriman trató a sus personajes. Eso que hace que cada uno sea distinto, entrañable".