REFERENTE AUDIOVISUAL

El festival gallego Curtocircuito cumple 20 años desbordando los límites del cine

La cita compostelana ha celebrado sus dos primeras décadas con una edición en la que, más allá de las secciones competitivas centradas en los cortos y mediometrajes, se han reunido con éxito las diferentes disciplinas que rodean a un arte cinematográfico cada vez más mutante

Uno de los conciertos con visuales del festival Curtocircuito, en la Igrexa da Universidade de Santiago.

Uno de los conciertos con visuales del festival Curtocircuito, en la Igrexa da Universidade de Santiago. / Cristina Padín - Curtocircuito

Jacobo de Arce

Jacobo de Arce

Las mutaciones del cine en las dos últimas décadas han sido gigantescas, sus fronteras deformadas, como las de tantas otras disciplinas, por los sucesivos avances tecnológicos y por esa aproximación a las artes cada vez más extendida a la que llamamos transmedia, y que consiste sencillamente en cruzar las herramientas y lenguajes de las unas con las otras. Por eso un festival que se fundó hace 20 años como un certamen de cortometrajes puro y duro, y que se sigue llamando Curtocircuito, ha ido transformándose hasta ofrecer hoy contenidos que podrían parecer más propios de otro tipo de citas, pero que en el contexto de ésta y en el ambiente cultural explosivo de Santiago de Compostela, una ciudad de apenas 100.000 habitantes con una oferta a la altura de una localidad cuatro veces mayor, no se hacen extraños, porque están armonizados con admirable precisión y, sobre todo, con un entusiasmo muy poco habitual. Y así han conseguido convertirla en todo un referente a nivel nacional.

Lo explicaba su director, Pela del Álamo: "Curtocircuito quiere ir más allá del que se supone que es su punto de partida, el cine, para integrar toda una serie de prácticas que también forman parte de él y que ayudan a construirlo: la música, la literatura, la fotografía, incluso la etnografía que tanto peso tiene en disciplinas como el documental".

Por esa razón estos últimos días en la capital gallega se han podido ver, por ejemplo, conciertos visuales tan sublimes como el de Katarina Gryvul & Álex Guevara, que parecieron partir la Igrexa da Universidade en dos con la enorme grieta de luz que proyectaban en pantalla mientras desplegaban unas sonoridades casi ceremoniales entre el ambient y lo operístico. O a Niño de Elche monstrando su lado más performativo que musical, no apto para todos los públicos -hubo cierto trasiego en el patio de butacas-, con las películas mudas La concha y el clérigo de Germaine Dulac y Un perro andaluz de Luis Buñuel como telón de fondo.

Katarina Gryvul & Álex Guevara durante su show audiovisual en Curtocircuito./ Jacobo de Arce


Otro punto fuerte fueron las charlas, todo un reguero de encuentros con gente, del cine y alrededores, que tiene mucho que decir. La escritora María Sánchez y la directora Elena López Riera, por ejemplo, dejaron claro por qué son dos voces fundamentales sobre la realidad de las mujeres rurales conversando sobre el silencio al que tantas de nuestras madres y abuelas han estado sometidas, a menudo por sus propias inseguridades, y cómo ese silencio se quiebra y las historias fluyen cuando se las invita a hablar y se las escucha. Sus trabajos respectivos -Sánchez es la autora del fundamental Tierra de mujeres, y a López Riera la nominaron a un Goya por El agua- son una buena prueba. Tanto ellas dos como Niño de Elche eran jurados en diferentes secciones competitivas del certamen gallego. Este último debatió con un sabio venerable como Ramón Andrés, ensayista versado en artes diversas como la música o la pintura, sobre sus proyectos comunes y sobre cuestiones espinosas como la uniformizacion a la que nos aboca la idea de progreso.

De izda. a dcha., Pela del Álamo, director del festival, conversa con la escritora María Sánchez y la directora Elena López Riera

De izda. a dcha., Pela del Álamo, director del festival, conversa con la escritora María Sánchez y la directora Elena López Riera / Cristina Padín - Curtocircuito

El apartado musical se completó con un concierto más convencional en cuanto a formato, aunque también con visuales acompañando, a cargo de dos bestias pardas de la vanguardia pop mundial como son Panda Bear y Sonic Boom. El primero es el miembro más productivo de la banda Animal Collective, y el segundo uno de los fundadores de aquella escuadra de culto de la psicodelia ochentera que fue Spacemen 3. Juntos sobre el escenario de la mítica sala Capitol desplegaron los sonidos de su único álbum juntos, Reset, en un recital que podría ser un homenaje a los sonidos de la California de los 60, o como si los Beach Boys hubieran trabajado con sintetizadores y protools en su época dorada. Fue uno de los múltiples momentos bailables de un festival que también ha dado para mucha fiesta y mucha frecuentación de bares, algo que nunca puede faltar. Pero también hubo tiempo para ponerse algo más serios y disfrutar de clases magistrales y talleres como el de Pedro Maia sobre cine analógico -el portugués ha hecho los visuales para la gira poética de Patti Smith-, o el de la performer y dominatrix Anneke Necro sobre cómo contruir un nuevo erotismo audiovisual más allá de lo normativo.

Cine en todas sus dimensiones

A pesar de todos esos caminos cruzados o paralelos, lo principal era, por supuesto, el cine, y se pudieron ver horas y horas de este en un festival que todavía quiere ser, aparte de todo lo demás, una ventana a los formatos más pequeños y experimentales de esta disciplina. Lo hubo en las secciones competitivas, con la principal a la cabeza: Cosmos, que así se llama desde este año, es un espacio que sigue reservado a cortos y mediometrajes, manteniendo las esencias del certamen. Pero también lo hubo en otras proyecciones paralelas que acercaron a Santiago un amplio muestrario de las posibilidades que ofrece el cine actual o más reciente. El festival se abrió, en una sincronía involuntaria pero perfecta, con la proyección de O Corno, la cinta de Jaione Camborda sobre el aborto en la Galicia franquista que acababa de ganar, apenas unos días antes, en el Festival de San Sebastián. Y cinco días después, este domingo, se cerró con Atlas, una oscurísima película documental del prestigioso fotógrafo de la agencia Magnum Antoine D’Agata que es un viaje al fin de la noche y a la fragilidad de los cuerpos y las mentes ante la violencia, el deseo y las adicciones, empezando por las del propio director.

Curtocircuito es una referencia fundamental de cierto tipo de cine, con un sorprendente olfato para detectar los nombres que van a marcar la agenda

Ese arranque y ese final subrayaron dos de las líneas maestras que han marcado este festival: la importante presencia femenina (más del 50% de lo programado estaba dirigida por ellas) y un apego por las propuestas más arriesgadas. Y así se ha reflejado en el palmarés. La cinta ganadora de la sección oficial Cosmos ha sido la iraní Nazarbazi, de Maryam Tafakory, una cinta sobre ese ‘juego de miradas’ al que hace referencia su título en farsi, en la que la cineasta recurre a material encontrado en piezas audiovisuales de todo tipo que ella monta para construir a modo de collage un discurso sobre la mirada y el deseo entre hombres y mujeres en una sociedad donde su representación está prohibida. Más prosaica es la ganadora entre las cintas producidas en España. Mamántula es un mediometraje dirigido por Ion de Sosa que tiene como protagonista a un depredador sexual gay que es en realidad una araña gigante travestida de humano. El hombre-bicho encuentra a sus víctimas en saunas y parques berlineses y los mata envenenándolos y vaciando sus cuerpos cuando tiene relaciones sexuales con ellos. Un disparatado thriller sexual en forma de comedia lleno de ideas divertidas (la actriz y monologuista Lorena Iglesias es una de las peculiares detectives que llevan el caso) y diálogos que rozan el absurdo. 

Hubo más hallazgos en la sección oficial y en las otras que conforman la parte competitiva del festival, centradas en producciones gallegas (Planeta GZ) y en cineastas emergentes (Supernova). La niña mártir, de María Pérez Sanz, es una aproximación a una Teresa de Jesús de 11 años que quiere cambiar su nombre por el de Cristina para así parecerse a su santa favorita y estar más cerca de Dios. El corto, basado en un texto de Cristina Morales, se hizo con una mención especial. I Can See the Sun but I Can't Feel It Yet  es una pieza tan poética como política en la que Joseph Wilson planta cara a la política del gobierno conservador británico respecto a las personas trans y las criticadas terapias de conversión. En Circe la debutante María Abenia traslada a esta hechicera griega y sus célebres cerdos a unos acantilados tinerfeños donde conviven el mito y la realidad actual. Y Aunque es de noche, un corto de Guillermo García López que pasó por la sección oficial de Cannes, se adentra en la dura realidad de la Cañada Real adoptando la mirada de dos niños que deben crecer en un entorno donde la dificultad y la inocencia marcan su día a día. Fue la favorita del público, que la reconoció con su premio.

Que Curtocircuito es una referencia fundamental de cierto tipo de cine, con un sorprendente olfato para detectar los nombres y producciones que van a marcar la agenda, lo demostró también que la directora del momento, Elena Martín Gimeno, había sido para la elegida para presentar y comentar con el público su Carta Blanca. La catalana eligió una serie de cortos que la han influido como directora y en los que se puede rastrear el origen de Creatura, su recentísima y celebrada película en torno al deseo femenino, y los comentó con un público entregado. Fue la ocasión perfecta para descubrir cómo una cineasta se construye a través de las películas de otros. Que es, al fin y al cabo, para lo que sirven citas como esta: no solo muestrarios del cine existente, sino también viveros del que está por venir.