LITERATURA

Alejandro Vaccaro, escritor: “Yo creo que Borges debe haber sido el lector más importante de la historia de la humanidad”

El especialista en el legendario autor argentino, que además colecciona objetos que le pertenecieron, describe a Borges como una figura esencial y radicalmente literaria, incluso en sus rasgos más personales

Alejandro Vaccaro, en su casa con el pasaporte de Borges, uno de los objetos del escritor que atesora.

Alejandro Vaccaro, en su casa con el pasaporte de Borges, uno de los objetos del escritor que atesora. / JC

Juan Cruz

Juan Cruz

En esta casa vive Jorge Luis Borges, o casi. En un rincón de estas habitaciones amplias, envejecidas por los libros antiguos, o muy leídos, que hay en las inúmeras estanterías, están objetos que fueron suyos, incluidos aquellos que certificaban su identidad, y todos, todos, los libros que escribió, en las más disímiles ediciones. Es abrumadora la presencia de aquel hombre leve, que cambió la historia de la literatura y, si uno se apura, la propia historia de Argentina, a la que añadió poesía y misterio, además, ay, de la lúcida manera de descubrir y narrar sus sucesivas decadencias.

El hombre que aquí administra su tesoro personal como experto en Borges, y como hombre que ama todo lo que dijo o hizo, o, sobre todo, escribió este ciego ilustre, es Alejandro Vaccaro, nacido en Buenos Aires en 1951. Ahora es presidente de la Feria del Libro de esta ciudad extraordinaria, que se celebró hace unas semanas en la capital argentina, el país, como dijo alguien, “mejor escrito del mundo”, gracias, sobre todo a personajes como Borges.

Vaccaro, que se ha hecho con inúmeros objetos que fueron del autor de Fervor de Buenos Aires (cuya centenario celebró la feria), nos recibió en su casa al tiempo que aparecía su libro Borges, vida y literatura (Emecé). La entrevista, desde la primera a la última palabra, tuvo a Borges como protagonista. Este hombre lo tiene en la memoria y en la cabeza aunque, eso es muy curioso, y sale en la entrevista, jamás tuvo tuvo contacto con él.

Su pasión es ciega, por decirlo así, algo que, hablando de Borges, parece una broma venial del inolvidable maestro. Del autor de El Aleph hablamos, pues, antes de que Vaccaro nos enseñara algunos de sus tesoros borgianos que andan por la casa como si los recuerdos caminaran tras él.

P. ¿Qué ha supuesto para usted la figura de Borges?

R. Cuando era joven, en los años 70, yo formaba parte de un grupo de amigos que éramos muy lectores y nos intercambiábamos libros y nos aconsejábamos leer a tal o cual autor. En un determinado momento llegó a mis manos un libro de Borges, lo leí y quedé asombrado. Me di cuenta de que era un escritor distinto, que proponía algo que no estaba acostumbrado a leer yo y me sentí atrapado, cautivado por su literatura. Después empecé a asistir a las conferencias que él daba en esos años y me cautivaba la manera que tenía de hablar. Es maravillosa la oralidad de Borges: no pareciera que estuviera leyendo y tenía una cadencia, unas pausas… que realmente cautivaban. Bueno, no leía porque estaba ciego. Mirá: Borges fue un ser literario, un hombre generoso, un hombre austero. Vivía en un departamento muy cerca de acá, en la calle Maipú, 994. Era un departamento modesto de 70 metros, donde vivía con su madre y con su mucama, su ama de llaves, que era la que lo atendía. Y este era un hombre desprendido. Jamás hizo ostentación de nada. Vestía clásicamente, comía frugalmente, era un hombre que le gustaba comer un poco de arroz con queso. Casi no tomaba alcohol. Alguna vez, circunstancialmente, podía tomar una copa. Yo creo que Borges consagró su vida a la literatura y dejó de lado muchas otras cosas, como por ejemplo, el tener una familia. En fin, sus viajes eran literarios, sus amistades eran literarias. Yo creo que definir a Borges como un ser literario es encontrar el adjetivo justo.

P. Era un gran amigo también.

R. Sí, sí, sí. Pero siempre sus amistades eran literarias. O sea: no tenía amigos con los que pudiera hablar de otros temas. No le interesaba la política, no le interesaban el fútbol ni los deportes. Claro, a partir de una determinada edad, ya no pudo ir al cine y al teatro por su ceguera.

Yo creo que Borges era un extraordinario amigo. Pero su relación con Bioy, que fue una relación de más de 50 años, era una relación literaria. No había confidencias, no se contaban las cosas de la vida"

P. Borges no veía defectos en sus amigos. ¿Cómo era Borges desde ese punto de vista de la generosidad?

R. Bueno, yo creo que Borges era un extraordinario amigo. Pero su relación con Bioy, por ejemplo, que fue una relación de más de 50 años, era una relación literaria. No había confidencias entre ellos, no se contaban las cosas de la vida: ‘Mirá, hice tal cosa o salí con tal mujer.’ Eso, prácticamente, no. Eso se ve claramente en El Borges de Bioy, ¿no? Porque invitar a comer 2000 veces a una persona a tu casa, mandarle el auto para que lo fueran a buscar, traerlo, llevarlo a la casa a la noche…

P. Recibirlo también por la noche.

R. Sí, también. Pero su relación con Macedonio Fernández es un poco distinta. Con Bioy me parece que era más una relación de pares. En cambio, con Macedonio, no. Lo admiraba, pero era una admiración fabulera, ¿no? O sea: él idealizaba a Macedonio y este estaba admirado de escucharlo hablar. Tampoco era una relación de confidencias, no, donde uno se sienta a tomar un café con un amigo y cuenta, no sé, la relación con los hijos, con la mujer, con la familia. Esas cosas no las hacía Borges con sus amigos.

P. También era un hombre con mucho sentido del humor.

R. Tanto Macedonio como Borges manejaban muy bien la ironía. La ironía necesita, como mínimo, de dos inteligencias para prosperar. Borges usaba la ironía y a veces su entrevistador no se daba cuenta de que detrás de lo que decía había todo un gran contenido humorístico. Y Macedonio era igual que Borges. A veces eran, bueno, exageradamente sarcásticos. Hay cartas de Borges de los años 20 donde imita el estilo de Macedonio para escribir con esa ironía.

P. Esa relación con los otros era también una relación atemporal, porque él hablaba con la misma pasión de Shakespeare, de Cervantes, que de un contemporáneo.

R. Sí, atravesaba todas las épocas. Porque primero hay dos cosas que yo resalto en Borges, aparte de este hombre generoso, bondadoso, austero, que es su condición como escritor. Sin duda está en los cánones. Pero Borges fue un lector increíble. No había manera de entrarle con un libro que él no hubiera leído o que no conociera, del que no tuviera opinión formada. Eso era notable. Yo creo que Borges debe haber sido el lector más importante de la historia de la humanidad.

P. ¿Qué es lo que le apasionó más de lo que leyó?

R. Pienso que los inicios de la lectura de Borges son como el Big Bang, no sabemos que pasó antes. Aprendió a leer de muy chiquito. Nació en una casa con padres muy cultos y él no recuerda un momento de su vida que no hubiera sabido leer. Así que a los cuatro o cinco años ya leía. Incluso hay algunos textos que escribió siendo muy pequeño, con seis o siete años. Borges era bilingüe porque hablaba inglés con su abuela inglesa y español con la abuela española. Después, cuando viajaron en 1914 a Europa, se asentaron en Ginebra, donde se habla francés. Así que Borges empezó a ir al colegio y estuvo tres años en el College Galván y rápidamente aprendió francés, y una de las materias que tenían en el colegio era la enseñanza del alemán. O sea que también aprendió a hablar alemán. Luego aprendió también a hablar en italiano. Eso le dio posibilidades de lector inmensas, porque en esa época no había tantas traducciones como hoy. Él leyó a Whitman en inglés, leyó a los expresionistas alemanes en alemán, leyó a los simbolistas franceses en francés y no todos tenían esa facilidad o ese privilegio. Entonces él llega a los 18 o 19 años hablando cuatro o cinco idiomas y accede a lecturas que para otros estaban vedadas.

P. ¿Usted ha leído todos los libros que leía Borges?

R. Es un ejercicio extraordinario. Él reseña un libro y entusiasma al potencial lector. Yo he ido a leer con fervor otros libros gracias a él. Yo siempre digo que Borges nos dejó trabajo para 300 años. Es como un texto que está vivo y que se mueve y que tiene vida propia. Cada lectura es un aprendizaje. Pasaron ya 36 años desde que murió Borges y siguen apareciendo libros sobre él. Guillermo Martínez, por ejemplo, publicó un libro, Borges y las matemáticas, donde aparece un conocimiento de Borges que no se sabía. O hay otro sobre Borges y la física, que analiza desde ese punto de vista El jardín de senderos que se bifurcan. Es imposible no asociar eso con la física cuántica. Y eso lo escribió mucho antes de que la física cuántica alumbrara.

Yo me considero un buen lector, pero leer seis horas seguidas… pocas veces. Este tipo se sentaba y lo hacía. Él a los 20 años había leído textos de filosofía, estaba cautivado con Schopenhauer"

P. Y en cuanto a los libros que él leyó y que usted ha leído, ¿por qué cree que él los seleccionó?

R. Bueno, insisto, yo creo que Borges era un extraordinario lector de las dos maneras que se puede leer la literatura: en forma cualitativa, o sea, sabía elegir los textos que leía, y también en forma cuantitativa, porque la lectura es proporcional al tiempo que uno le dedica. Cuanto más lee, mejor, porque así uno incorpora mayor conocimiento. Borges, por ejemplo, cuando trabajaba en la revista El Hogar, a fines de los años 30, reseñaba libros. Entonces decía: "Ayer, entre las tres menos cuarto de la tarde y las nueve de la noche, acometí la lectura del María de Jorge Isaacs". Yo me considero un buen lector, pero leer seis horas seguidas… pocas veces. Este tipo se sentaba y lo hacía. Él a los 20 años había leído textos de filosofía, estaba cautivado con Schopenhauer. Escribe dos artículos a los 20 años, La encrucijada de Berkeley y La nadería de la personalidad

P. ¡La nadería!

R. La nadería de la personalidad, sí. Y no conozco muchos escritores que pudieran hacer eso.

P. Y de sus libros, ¿cuál fue el que le permitió conocer mejor a Borges?

R. Yo leí un primer libro que se llama El informe de Brodie, que es un libro que se publicó en 1970. Leí esos cuentos y me maravillé. Borges fue un lúcido ensayista, un narrador extraordinario y un poeta excelso, ¿no? Y yo me siento cómodo en todos los Borges. No me veo en la obligación de elegir. Vivo en un mundo donde me consultan muchas cosas sobre la obra de Borges y eso me mantiene en una actividad constante de ir a sus textos, de revisar cosas. Ahora trabajé asiduamente con Fervor de Buenos Aires, lo leí en profundidad varias veces y empecé a ver cosas que antes no veía. Trabajé con todos los textos precursores a Fervor, o sea, todos los poemas que Borges escribió antes. Cuáles desechó, cuáles incorporó, cuáles modificó…

P. ¿Nunca se cansa de Borges?

R. No, al contrario, al contrario.

P. ¿De dónde nace Fervor y qué actualidad tiene, si es que los libros tienen actualidad?

R. Bueno, creo que sí. Creo que los clásicos tienen actualidad. Creo que eso define a un libro clásico. O sea, el paso del tiempo es un gran teólogo. Fervor es su ópera prima, pero también es el libro de Borges que prefigura todo lo que vendría después, ¿no? Borges era muy joven, tenía 23 años.

P. ¿Y cómo se consolida como una de sus obras cumbre, siendo tan joven?

R. Lo primero que tenemos que decir es que él viaja a Europa en el año 14, está siete años y vuelve en el año 21. Y cuando Borges vuelve, redescubre Buenos Aires. Se había ido siendo casi un adolescente, a los 14 años, y vuelve ya un muchacho maduro, con muchas lecturas. En Europa aprende lenguas, otras costumbres… y cuando vuelve, de golpe redescubre Buenos Aires y siente ese fervor por la ciudad. Fue un libro familiar, porque el padre le pagó la edición. Costó 300 pesos de esa época. El padre vio a su hijo entusiasmado con la idea de publicar, era un padre, como decimos acá, ‘un padre piola’, que apoya a sus hijos... Pero yo creo que Fervor es el producto de un redescubrimiento de su ciudad.

Yo creo que él era más un ciudadano de Buenos Aires que de la Argentina. Incluso tiene un poema donde dice ser esa cosa que nadie puede definir: argentino"

P. ¿Cuál es su relación con su país y con su ciudad?

R. Yo creo que él era más un ciudadano de Buenos Aires que de la Argentina. Incluso tiene un poema donde dice ser esa cosa que nadie puede definir: argentino. Es que… las nacionalidades que sirven más para provocar guerras que para resaltar, ¿no?

P. ¿Qué consecuencias cree usted que tuvo para su ánimo y para su trabajo la ceguera?

R. Él dijo muchas veces que la ceguera de él no fue una cosa intempestiva, no llegó de un día para otro, sino que fue un proceso donde primero empezó a perder la vista de un ojo. Decía: "Mi ceguera es modesta porque es total de un ojo y parcial del otro". A veces veía alguna cosita, enfocaba algo. Luego empezó a depender del dictado de un amanuense, que era su madre, y en esa época no había audiolibros y entonces también tenían que leerle. Su ama de llaves, Fany, en otro tiempo, le llenaba la bañera y Borges estaba ahí toda la mañana recitando o diciendo cosas en voz alta y cuando él dictaba algo ya lo tenía resuelto. O sea, en general, no corregía si dictaba un soneto, o por ahí después cambiaba alguna palabra.

P. ¿No le parece emocionante, Borges? Era como un ser que tenía un punto de angelical, solitario, confiado.

R. Sí, sí, sí. A él le encantaba tener interlocutores. Por supuesto que le gustaban los interlocutores válidos, los que podían acompañarlo en sus reflexiones. Pero él era capaz realmente de encontrarse con una persona que nunca había visto y dictarle un poema.

P. ¿No cree que la ceguera acentuó su sentido del ritmo para escribir?

R. Habría que analizar un poquito. No hay duda de que su voz narrativa luce en los años 40 y él empieza a perder la vista en el año 55. Es cuando le dicen: "Le aconsejamos no leer y no forzar la vista". Yo creo que él modifica un poco esto a partir de los años 60, cuando ya la vista la empieza a perder con más rigor. Ahí él empieza a trabajar la voz lírica un poco más encajonada en la métrica. Trabaja mucho el endecasílabo, trabaja formas métricas fijas. Y su voz narrativa ahí también varía un poco. Abandona un poco la literatura fantástica y se apoya más en los cuentos que podríamos llamar realistas.

P. ¿Cómo, teniéndolo tan cerca, nunca lo conoció?

R. Bueno, creo que le hice un favor. Pensemos que Borges murió ya hace casi 37 años, yo era muy joven y hubiera sido un estorbo en su vida, ¿no?

P. ¿Le da alegría hablar de él?

R. ¡Pero claro! Digamos que mi vida sin Borges es inexplicable. Después de mis hijos, lo que más amo es la literatura, Borges, los libros.

P. ¿Y para usted hay vida literaria después de Borges?

R. Creo que sí. O sea, si uno tuviera que pensar bueno, que sé yo, esa famosa broma que se hace, ¿qué libro te llevarías si te quedas solo en una isla? Yo me lo llevaría las obras completas de Borges y algunos libritos más. El gran legado de Borges es su biblioteca personal. Llegaron a salir 75 números, iban a ser 100. Yo creo que uno se puede ir a una isla con esos libros.

P. ¿Cuáles son los que más le sorprendieron de esa elección?

R. Bueno, hay un libro sobre matemáticas, por ejemplo, de dos estadounidenses. Una vez me llama por teléfono Ricardo Piglia y me pregunta: “¿Borges estudió matemáticas?” Yo no tengo registros, pero tiene que haber estudiado. Mira esto, mira aquello.

P. ¡Qué alegría tenerlo como paisano!

R. Sí, claro, claro. Pero Borges, es universal.

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