LIBROS

Gustavo Martín Garzo: "Yo nunca sé el libro que estoy escribiendo. Es como si estuviera leyendo un libro que todavía no existe"

El escritor vallisoletano publica 'El último atardecer', un libro con el que explora las relaciones paterno-filiales, los mitos y la imaginación

Gustavo Martín Garzo, escritor. FOTO JOSÉ LUIS ROCA

Gustavo Martín Garzo, escritor. FOTO JOSÉ LUIS ROCA / José Luis Roca

Juan Cruz

Juan Cruz

Hace algunos años Gustavo Martín Garzo (Valladolid, 1948) citó a este periodista en un descampado de las cercanías de su lugar de nacimiento, como si hubiera ido allí para escuchar mejor los mecanismos de la inspiración que le han llevado a la pluma libros como este que ahora publica, El último atardecer (Galaxia Gutenberg), y muchos otros.

Pero es que en este último el periodista ha querido ver zonas o territorios, o soledades, de esta narración que sitúa en un lugar así, descampado, como aquel al que nos llevó, o por lo menos alejado de la vida ciudadana, como en el que estaba cuando el taxi nos juntó en, digamos, un “pueblo muy pequeño, apenas de trescientos habitantes, situado en el centro de la comarca de los Montes Torozos, en la provincia de Valladolid”. Fue a esa geografía, desolada o quieta, adonde se ha ido a refugiar una doctora que es la protagonista de su última novela.

Es imposible leer este libro sin sentirse allí con él, como si él fuera también la doctora, que ha perdido a su padre, y afronta el trabajo de curar como si estuviera, además, curándose a sí misma. Martín Garzo responde a veces como si fuera el narrador, como si se transmutara en la protagonista. De esa naturaleza están hechos otros libros suyos, como Donde no estás o El árbol de los sueños, o cualquiera que ustedes busquen, pues lo que dice y lo que sueña, y por tanto lo que escribe, parece sacado de una imaginación que prolonga, también en la entrevista, lo que luego ha de ser metáfora de la que está preñada su literatura.

Así pues, hablar con Martín Garzo es como adentrarse en sus propios sueños. Por tanto, dejémosle responder como si, en vez del hotel Santo Mauro de Madrid, que fue donde hablamos, estemos en aquel poblachón al que una vez nos llevó para contarnos, también, un cuento que se le había ocurrido para explicar no se sabe qué metáfora.

P. ¿Cómo le vienen a usted todos esos avisos que luego son sus libros?

R. Como que van viniendo solos durante el proceso de escritura. Yo nunca sé el libro que estoy escribiendo. Es como si estuviera leyendo un libro que todavía no existe. O, mejor: el libro se va escribiendo mientras lo leo. Por eso no sé qué es lo que va a venir. En este caso, he de reconocer que me vino muy bien saber desde qué punto de vista tenía que contar, con qué voz…

P. ¿Y ese “no saber” no le produce vértigo?

R. No. ¡Es que eso es lo atractivo! Si no fuera porque de forma inesperada te llegan cosas que no tenías previstas, tal vez no sería tan soportable el largo proceso de escritura. La parte más gozosa de escribir es asistir a lo inesperado. Es una aventura, es entrar en territorios que no conoces con la convicción de que ahí van a suceder cosas.

P. ¿Cuál era su primer propósito cuando empezó a escribir esta novela?

R. El punto de partida fue la historia de esta mujer joven, herida, desdichada, determinada por la sombra del padre, que decide estudiar medicina como él… De hecho, toda la novela es un diálogo de esta chica con el padre. Ella se va a un pueblo en busca de él y, al llegar a ese lugar, empieza a ver una serie de extrañas afinidades entre lo que le sucede y una película que ella vio a los 14 años y que se le quedó muy dentro para siempre. Hay fantasía, mito… y una serie de cuestiones que desencadena lo no dicho. O lo silenciado.

P. ¿Su propia biografía está aquí?

R. Sí. A ver: esta novela es un proyecto un poco antiguo. Además de la protagonista, aquí hay un pastor hermoso, como si fuera un ángel, uno de esos seres atractivos que no te queda otra solución que seguir, aunque tal vez sea portador de la muerte. Dicen que todo ángel es terrible, ¿no? Es una novela que explora el mundo del mito, que es lo que alimenta nuestra vida y, sobre todo, nuestra imaginación.

P. De esos mundos que cuenta, ¿hay alguno al que le tenga miedo?

R. Es que en la medida en que das pasos sin saber a dónde, entras en un mundo de temor y de fascinación al mismo tiempo. Llegar a un lugar encantado te da la posibilidad de establecer una comunicación profunda con las cosas y con el misterio. Eso es lo que sucede en esta novela: una mujer se acerca a un joven atractivo sin saber exactamente por qué. Tal vez porque piensa que donde está el peligro está la salvación.

El autor, durante la entrevista.

El autor, durante la entrevista. / José Luis Roca

P. ¿Qué tienen esos personajes de usted mismo?

R. De alguna manera estos personajes tienen que ver conmigo, sí. Son como médiums que empleas para que te lleven a zonas a las que sin ellos no podrías llegar. Hoy se nos ofrece constantemente la idea de un mundo cerrado en el que nosotros no tenemos ningún poder sobre él. Pero la literatura nos ofrece el poder de interpretar y jugar y nos lleva a zonas de libertad. Y de riesgo, también.

P. ¿Por qué eligió a una mujer y no a un hombre para que protagonizara esta historia?

R. Es que en mis libros siempre abundan los personajes femeninos. Supongo que es por la fascinación que me causa el mundo de la mujer, que creo que es más abierto y más arriesgado que el mundo del hombre. En ese sentido, un personaje femenino te ofrece muchas posibilidades.

La mujer, en general, no ha podido tener la vida que ha querido y por eso vive en sueños y en su imaginación. Por fortuna ahora, cada vez más, las mujeres cumplen sus propósitos, pero su imaginación siempre ha sido superior a la del hombre"

P. ¿Y cómo llega usted, un novelista hombre, a la realidad de una mujer?

R. Guiado por mi fascinación hacia el mundo femenino. Cuando yo leí En busca del tiempo perdido, me fascinó la escena en la que un Proust niño espera la llegada de su madre para darle el beso de las buenas noches. Me conmocionó porque era una escena de mi propia infancia. Yo no podía dormirme sin un beso de mi madre. Esa mujer que llega en la penumbra y se inclina sobre ti para darte un beso es el momento de un hechizo. Y yo creo que no he podido salir de ahí. Fue mi primera fascinación y siempre vuelvo a él. La mujer, además, es como más literaria, ¿no? La mujer, en general, no ha podido tener la vida que ha querido y por eso vive en sueños y en su imaginación. Por fortuna ahora, cada vez más, las mujeres cumplen sus propósitos, pero su imaginación siempre ha sido superior a la del hombre.

P. Iba a decirle justamente eso: que usted parece habitado por el niño que fue.

R. Completamente. Sí, sí. Hay algo que se dice aquí en la novela: no sólo somos lenguaje. De hecho, el ser humano llega tarde al lenguaje. Un niño tarda en hablar, tiene un periodo anterior en el que va aprendiendo cosas y eso luego pervive. Dicen que antes todos los pueblos tenían una lengua común para hablar con la divinidad. Ante la Torre de Babel, lo que hace Yavé es imponer un castigo: perder la lengua única. Esa lengua es la lengua de la literatura, la que te permite comunicarte con todo el mundo. Es un viaje al mundo inicial, ¿no?

P. Hablando de literatura, ¿cómo ve la literatura española de ahora?

R. Bueno, cada escritor hace lo que puede. Pero es verdad que hay un exceso de apego a la realidad Y a mí eso a veces me fatiga. A mí me interesa lo que, dentro de la realidad, no es real. Lo que es capaz de desvelarnos el secreto de eso. El mundo del deseo, del sueño, de la imaginación en definitiva. Seres que parecen reales pero no existen. Eso me fascina. Es que a mí me gusta mucho fabular.

P. ¿Cuál es su relación personal con el mundo que describe aquí?

R. Este es mi territorio mítico. Es Tierra de Campos, el lugar donde he pasado parte de mi infancia, veranos interminables, llenos de montes, lagunas… el lugar donde contemplé el mundo por primera vez y todo era nuevo y todo me estimulaba.

Nunca somos más tontos y más graciosos que cuando nos enamoramos. De hecho, la comedia nace de ahí, ¿no?, de los enredos que pueblan una relación amorosa"

P. Aquí hay heridas. ¿Hasta qué punto son heridas suyas o de su familia o de sus conocidos?

R. Esta novela tiene un punto de dolor, o de heridas, como dices tú. Pero también tiene alegría y deseo y pasan cosas divertidas. De hecho, uno de los primeros títulos que pensé para esta novela fue Formas de amar. Porque me daba la impresión de que estaba queriendo escribir una especie de actualización del libro de Ovidio. El amor nos vuelve locos y nos hace hacer tonterías. Nunca somos más tontos y más graciosos que cuando nos enamoramos. De hecho, la comedia nace de ahí, ¿no?, de los enredos que pueblan una relación amorosa.

P. ¿Pero no ha sentido dolor al escribir?

R. No, no. Esta ha sido una novela muy gozosa de escribir, hay cosas divertidas, graciosas. También hay dolor, sí. Pero me gusta pensar que hay más alegría y fascinación que otra cosa.

P. También hay muchas cartas.

R. Sí, porque es un libro que aspira a dar cuenta de nuestra imaginación. Esa debería ser siempre la aspiración de la literatura. Yo he vivido siempre en el mundo del ensueño, tal vez porque enfrentarme a la realidad me cuesta mucho. A mí me gusta la realidad siempre que se pueda transformar en una ficción.

P. Es que a veces la realidad parece ficción.

R. La ficción está por todos los sitios. Siempre queremos abandonar la realidad y acceder al ‘momento Cenicienta’, a un momento de esplendor, ¿no?

P. ¿Esta novela le ha tocado más que otras?

R. Me toca más porque es la última, la que tengo más cerca de mí. Tiene muchas cosas que me pertenecen y… será que ya estoy mayor y que a mi edad ya se escriben cosas que son un poco el resumen de tu vida. También he notado que me preocupo mucho por “salvar” a los personajes, no condenarlos.

P. La novela está llena de películas contadas, hasta que llega la policía.

R. Sí, sí [risas]. La llegada de la policía es como la llegada abrupta de lo real en un mundo de fantasía. Cito películas, algún libro… es decir: el arte que sostiene al ser humano. Y luego está la realidad y a esa también hay que citarla.