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Boris Izaguirre: "Creo que soy brillante, aunque la brillantez conlleva muchos errores"

Guionista, presentador, escritor... el polifacético periodista estrena la zarzuela 'Trato de favor'

Boris Izaguirre en El Teatro de la Zarzuela en Madrid.

Boris Izaguirre en El Teatro de la Zarzuela en Madrid. / Alba Vigaray

Boris Izaguirre ha estrenado una zarzuela, Trato de favor. Escribir teatro, tras varias novelas, era una de sus grandes ambiciones. Se sabe animal televisivo y dice que transitar por la prensa del corazón ha sido “un viaje extraordinario”. La fama le ha hecho puntual y disciplinado. Cree que nunca se es suficientemente sofisticado. Y reconoce que no ha aprendido a callar.

Su zarzuela ha suscitado palabras de la crítica como desparrame, desvarío, pretenciosa. El desparrame siempre ha sido muy suyo.

Es verdad que es un desvarío, pero no estoy de acuerdo en que sea pretenciosa, porque está hecha con el máximo respeto hacia la zarzuela. Desparrame me parece bien. Escribiendo este libreto me di cuenta de que las zarzuelas tienen, dentro del sainete, un sistema de máxima libertad. No había conocido esa libertad en ningún otro sistema narrativo.

En la obra usted tiene un papel de presentador. ¿No puede evitar ser el perejil de todas las salsas?

Lo pensé, pero Lucas [Vidal, autor de la música] insistió en que eso es algo que hago muy bien. ¿Por qué no iba a ser el perejil precisamente en una salsa que estaba cocinando yo? Mi mamá decía siempre: Es que abren una carta y Boris va a la apertura. Forma parte de mi inquietud. Yo le debo mucho a la vida social.

¿Invitaría a sus tíos del Opus a ver Trato de favor? Aunque si sobrevivieron a Crónicas marcianas

Me encantaría. Pueden ver de todo. Y a mis primos, que son también del Opus. Somos muy amigos. Yo hubiera sido del Opus si éste no hubiera puesto tantas cortapisas para que yo formara parte de ellos. Me echaron el lazo y decían: El Opus se fija en la gente muy inteligente. De todos los halagos, ése es el que más me interesa.

Pero no cuajó.

Es que se pusieron como muy nerviosos ante mi narcisismo. Y para mí mi narcisismo es esencial.

Su protagonista es Ana Mía, una artista encarcelada por evasión fiscal. Pero si por eso no encierran a casi nadie. Todo lo más los mandan a Abu Dabi.

Ella dice, cuando se despierta de la amnesia: O habré hecho algo muy gordo o tengo una cuenta off shore con muchos ceros. Yo creo que el concepto de que una persona vea la cárcel como un objetivo para encontrar su verdadera libertad es una idea buenísima.

¿Cómo engañó a Ainhoa Arteta para encarnar el papel?

No hizo ninguna falta. Nos hicimos muy amigos haciendo Prodigios, en Televisión Española, y yo la vi en el papel desde el principio, una Ana Mía avanzando hacia el desparrame. Lo hace extraordinariamente bien.

¿Cuánto ha llovido desde Crónicas marcianas, aparte de que usted ya no enseña el culo en pantalla?

Eso forma parte de mi capacidad de adaptación. Yo tengo un instinto social muy desarrollado. Y me pareció que los desnudos de Crónicas… eran de Crónicas… Con los años los veo como un hallazgo, como algo divertidísimo y muy genial.

Pero el tiempo va tapando los culos.

Bueno, y sobre todo va mejorando las caras. Tienes que escoger entre la cara y el culo, y yo he escogido claramente la cara.

¿Hay algún charco que le apetezca y en el que aún no se haya metido?

La verdad es que no lo sé. Pero debe de existir. Me encantaría escribir una muy buena novela. Pero una novela por la que sea siempre recordado tampoco está en mi plan.

Boris Izaguirre en El Teatro de la Zarzuela en Madrid.

Boris Izaguirre en El Teatro de la Zarzuela en Madrid. / Alba Vigaray

¿Cómo se transita entre intelectualidad y frivolidad?

Pues con muchísima placidez, con gusto y con ahínco, incluso. Terenci Moix me dijo una vez que nosotros éramos el ascensor entre la cultura A y la cultura B. Me encantó ese concepto de ser un ascensor. Y encuentro que el viaje entre las dos partes es importantísimo. Es lo más pop que existe, y yo soy una persona pop.

¿Nunca se pone en modo modosito?

Debería. Pero la verdad es que creo que no, me cuesta muchísimo.

Mi pluma es importantísima para mí: como indio, como escritor y como maricón”. Tres variantes. ¿No da abasto?

Me encanta. La parte de indio creo que es la que más hay que explicar, porque habrá gente que diga que los yaromami del Amazonas venezolano no se ponen tantas plumas. Y ahora tengo la pluma zarzuelera, que es la más libre de todas, y quizá la más colorida.

Ha dicho que la homosexualidad era un superpoder, como la capa de Superman. Pero también tendrá un punto débil. ¿Cuál es su kriptonita?

Las mujeres. Son mi punto débil y son las primeras a las que, sin darme cuenta, y sin poder controlarlo, puedo llegar a atacar. Me atormenta y me molesta muchísimo no poder evitar a veces hacer algo que las ofenda. Y me horroriza algo que detesto tanto como la lacra del machismo, la mala educación. El varón homosexual, que tanto ha sufrido por el machismo, no es completamente inmune a él.

Las mujeres son mi punto débil, las primeras a las que, sin darme cuenta y sin poder controlarlo, puedo llegar a atacar

¿Su ego sigue siendo desmesurado?

Absolutamente. Completamente. Creo que ha aprendido un poquito a apocarse un poco más. La edad tiene que ver con eso. Pero es cierto que yo he tardado mucho tiempo en darme cuenta de que soy muy atractivo. Y me gusta acompañar ahora ese atractivo de siempre con este nuevo proceso que es la madurez. La madurez me ha permitido hacer de una manera muy natural eso que siempre me ha interesado escribiendo y pensando, que es editar. Editar es esencial en la vida, eliminar lo que sobra.

Soy brillante y asumo mi brillantez”. ¿Es triste no tener abuela?

Jaja, es que no la tengo, no tengo abuela. La verdad es que sí creo que soy brillante. Sería un poco ridículo pensar lo contrario. Aunque la brillantez conlleva muchos errores: el primero, la excesiva confianza en ti mismo. 

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