Las críticas de cine de esta semana: 'Guardianes de la galaxia', 'Asedio', ‘El trío en mi bemol’, 'Mi crimen'...

Si no recuerdo mal –tampoco es cuestión de volver a ver todos los filmes recientes de Marvel cada vez que se estrena uno nuevo–, la última aparición de los guardianes de la galaxia fue en la secuencia inicial de Thor: Love And Thunder, la cuarta entrega de la serie del superhéroe mitológico dentro de la gran saga que es el universo cinematográfico Marvel, en su Fase 4. Si no fuera por Keiven Feige, ideólogo y productor de todas las películas, sería fácil despistarnos. Él otorga cierta coherencia a todas las historias, derivaciones, secuelas y fases que conforman este poliédrico universo cinético y, en el caso de los filmes dedicados a la pandilla formada por Quill, Drax, Rocket, Gamora, Groot, Nebula y Mantis, se le suma un inspirado James Gunn como director y guionista.

Puede que este "tercer volumen" sea mejor que los dos anteriores, que ya eran buenos de por sí. No le faltan elementos: patetismo y ternura alrededor del pasado que ahora se nos revela de Rocket, el superhéroe mapache; la historia ya imposible entre Quill y Gamora, la hija adoptiva de Thanos –el gran villano de la serie, aquí ausente por cuestiones de cronologías y universos–, que lo abandonó para formar parte de los guardianes y ahora no recuerda nada de su pasado; la buena combinación de aventura, fantástico y comedia –de nuevo con la música de los 80 como telón de fondo– y la concepción del mundo de OrgoCorp, como si se tratara de un decorado modernista-gelatinoso. Tras las decepciones de Eternals, Wakanda Forever y Quantumania, este Volumen 3 del grupo más inverosímil posible nos vuelve a congratular con el cine Marvel. - Quim Casas

La directora portuguesa Rita Azevedo Gomes demuestra con este gozoso filme que una obra de teatro puede adaptarse de forma extremadamente personal, siéndole fiel y, al mismo tiempo, apartándose de forma radical del cartesianismo de la versión pulcra. La película parte de la pieza del mismo título escrita por Éric Rohmer en 1989, pero lejos de escenificarla en el sentido estricto de la palabra, inventa a un cineasta –interpretado por el director español Ado(lfo) Arrieta– que está ensayando y rodando un filme sobre esa pieza teatral con una pareja de intérpretes en cuya relación se mezclan el texto rohmeriano y las vivencias personales. 

 El resultado es fantástico en cuanto a la mixtura entre cine y teatro: Azevedo filma los ensayos entre actriz y actor –una pareja sentimental que se reencuentra tras años sin verse–, y lo que ellos y el director aportan a ese entramado de vivencias vividas y recordadas: hay momentos en los que no sabemos si asistimos al rodaje del filme, a la representación teatral o a la vida real. El juego no sería tan perfecto sin el concurso de Rita Durao –actriz habitual en el cine de Azevedo– y Pierre Léon –dramaturgo, actor, director y crítico musical y cinematográfico–, cuya complicidad entre ellos, con Arrieta y con la propia Azevedo otorga ese aire de absoluta libertad a esta película decididamente moderna en la relación siempre compleja entre las dos artes. - Quim Casas