CINE

María Vázquez, protagonista de 'Matria': "Para la gente, Galicia era un cliché: o la montaña ruda o el narcotráfico. Y ahora están descubriendo que es muy diversa"

La actriz estrena la película dirigida por Álvaro Gago, que denuncia la situación de las mujeres trabajadoras gallegas y que le ha valido el premio a la mejor interpretación femenina en el Festival de Málaga

La actriz gallega María Vázquez, protagonista de 'Matria'.

La actriz gallega María Vázquez, protagonista de 'Matria'. / José Luis Roca

Jacobo de Arce

Jacobo de Arce

En Matria, la película gallega que desató ovaciones en la pasada Berlinale, María Vázquez da vida a Ramona, una empleada de una empresa conservera gallega que lucha por salir adelante con un trabajo precario y una pareja despreciable. Ambas circunstancias convierten su vida en un pequeño infierno, pero para ella, a pesar de su carácter duro y luchador, no es fácil escapar a esa realidad opresiva que todavía se lo pone muy difícil a tantas mujeres trabajadoras.

Vázquez, que nació en Vigo (1979), se crió entre Ourense y el interior de la provincia de Lugo y vive en Santiago, es una actriz veterana y curtida en el teatro y el cine más artesanal. En los primeros dosmiles se convirtió en un rostro reconocible entre los secundarios del audiovisual español, la primera y más talentosa de una pequeña invasión de actrices pelirrojas gallegas. Mataharis (2007), de Icíar Bollaín, a punto estuvo de darle un Goya, pero tras hacer esa película decidió volver a Galicia y apostar por proyectos más pequeños y locales, una decisión valiente que la emparenta con el empuje de su personaje.

Desde entonces la hemos podido ver en series como Hospital Central, Padre Casares (uno de los grandes hitos de la TVG) o Fariña, y en películas como La playa de los ahogados, Viaje al cuarto de una madre o Quien a hierro mata. Inspirada en una historia real y debut en el largometraje del director vigués Álvaro Gago, que ya la había rodado en formato corto y con el mismo título en 2017, Matria y su desmontaje de ese mito que dice que Galicia es una sociedad matriarcal le valió hace unos días la Biznaga de Plata a la mejor actriz en el Festival de Málaga. Con sus papeles protagonistas en la serie Apagón, todavía reciente, y en la película Los pequeños amores, que se estrenará este año, Vázquez atraviesa el mejor momento de su carrera. Aunque apenas le quede tiempo para disfrutarlo.

P. ¿Qué realidad esconde ese mito del matriarcado gallego?

R. Nos querían vender que las mujeres gallegas sí que tenemos un poder social y en casa. Porque trabajábamos fuera, como tradicionalmente habían hecho los hombres. Y puede que eso pasara en el País Vasco y en alguna cultura celta, donde las mujeres que salían del hogar sí que tenían cierto poder político, social, cultural. Pero en Galicia esto no era real. Las mujeres gallegas en realidad éramos unas pringadas, porque era trabajar fuera y trabajar en casa sin ningún tipo de voz ni voto.

P. ¿Y cómo son las mujeres que se encontró al llegar a la zona para rodar?

R. Me encontré con muchas Ramonas, aunque es verdad que estas también las hay en el interior de Galicia y en otras partes. La diferencia allí es que el idioma y el mar imprimen un carácter mucho más para afuera. Yo soy de interior y noto la diferencia en la manera de expresarnos. Además son mujeres más fuertes, porque se crían, viven y trabajan entre hombres muy rudos, y si tú no te buscas un poco de hueco y eres un poco brava, te comen con patatas. Son mujeres muy duras, pero con muchísimo sentido del humor. Esto me alucinó. Hacen más broma de todo, lo que también es una coraza.

P. Ramona está muy enfadada, pero más que con esa realidad opresiva, con ella misma por no ser capaz de salir de ahí.

R. Claro, ella no es capaz de escapar. Y tampoco sabe querer, porque no la han querido bien. Tiene mucha ira dentro porque la vida no la ha tratado nada bien. La gente dice: “¿cómo no deja a ese marido con el carácter que tiene?” Pues porque está metida en una bola de la que es muy complicado salir. Es muy difícil creer que lo merezcas. Cuando todo te va mal, tú misma te menosprecias mucho. ¿Y con quién lo paga? Con su hija. Pasa mucho en la vida: uno es más injusto con la gente que más quiere.

P. ¿Que haya un elemento de denuncia o de crítica es determinante para que le interese un papel? ¿Los busca así?

R. Me los encuentro [risas]. Sí, es muy importante. Y de hecho, que cada vez que me esté yendo un poquito mejor me permite ir eligiendo cosas con las que me identifique, con un discurso que pueda defender. Porque si no es un poco difícil meterte.

Como Ramona, soy un poco hiperactiva y nerviosa. No paro y, cuando paro, me muero. Y qué importante es parar. Porque cuando ella para y respira es cuando todo empieza a cambiar"

P. Su personaje en la película no para: de trabajar, de gritar, de correr, de fumar... Seguirlo llega a ser extenuante. ¿Lo fue también interpretarlo?

R. Fue muy cansado. Durante el rodaje yo vivía en Vilanova [la localidad donde transcurre la película], llegaba al apartamento y todas las noches me despertaba a las 4 de la mañana con la cena delante, sin tocar. Estaba reventada. Yo tengo algo de eso en común con Ramona: soy un poco hiperactiva y nerviosa. No paro y, cuando paro, me muero. Y qué importante es parar. Porque cuando ella para y respira es cuando todo empieza a cambiar. Debe ser la primera vez en su vida que se queda sin nada que hacer.

P. Para ‘Matria’ ha tenido que trabajar mucho el lenguaje, ese acento con 'gheada' y 'seseo' [dos fenómenos fonéticos típicos de la costa gallega] que no es el suyo. ¿Fue complicado?

R. ¡Sí! Quedaba a menudo con Francis [la mujer real que inspiró la historia de Ramona, que protagonizó el corto anterior y tiene un pequeño papel en la película] y también trabajé con una lingüista que me fue enseñando todas las particularidades fonéticas, para luego poder improvisar. Porque el resto de actores y actrices son de la zona, y era muy importante que no quedase yo desentonada. Pero además estuve tres meses de inmersión. El último mes y medio antes de empezar a rodar ya vivía allí. Pero ya antes iba y venía prácticamente todos los días desde Santiago y me los pasaba trabajando en el barco, estando con las mujeres de la fábrica, paseando por allí. Al principio lo hacía fatal y luego, pues poco a poco. Hablaba así todo el rato, hasta en casa, y mis hijos me decían: “mamá, pero ¿qué te pasa?” [risas]

P. El cine español es cada vez más diverso: las realidades que refleja, más periféricas, las lenguas en las que se habla... Esta ha sido una batalla en la que ha estado muy implicada.

R. Yo creo que está mejorando, pero queda mucho por hacer. Hasta que no empecemos a asumir como país que las lenguas cooficiales son de todas y de todos... Porque todavía hay gente que lo toma como que no tiene nada que ver con ellos, o como arma política. Parece que hay mucha diversidad porque despuntan películas en euskera, en catalán o en gallego, pero si ves el porcentaje sigue siendo muy pequeño.

P. Después de ‘Mataharis’, cuando todo le iba bien, decide trasladarse a Galicia, y desde entonces una gran mayoría de sus proyectos han sido gallegos. ¿Fue una decisión meditada?

R. Fue una decisión muy meditada y con una conciencia fuerte de luchar por la idea de que, desde la periferia, también se puede. Hubo también un componente personal de cuidar mi vida, de criar a mis hijos allí, que me parecía más sano. Pero sí que creía firmemente en contar historias descentralizadas, que me identificase más con ellas. Quería apostar por directores que empezaban y que me gustaban, y prefería estar allí para poder juntarnos y empezar a crear colectivamente.

P. ¿Diría que ahora hay un mayor interés en el público por Galicia y sus historias?

R. Yo creo que Galicia es muchas Galicias, y a la gente le sorprende. Tenían una idea de lo gallego más estereotipada: o la cosa de la montaña ruda, o el narcotráfico. Y ahora están descubriendo otros mundos, que les sorprenden e interesan. Que Galicia es muy diversa.

Si lo ves en estadísticas, las mujeres cineastas son muchísimas menos. Pero mira qué bien preparadas llegan y cuánto tienen que luchar, porque las que llegan arrasan"

P. Cuando rodó ‘Mataharis’ con Icíar Bollaín, aquella historia de mujeres dirigida por una mujer era la excepción a la regla. Estos últimos años, en cambio, muchas de las películas más importantes han sido de mujeres. ¿Cómo ha visto ese cambio desde primera fila?

R. Es verdad que cada vez hay más, por suerte. Aunque volvemos a lo mismo: si lo ves en estadísticas, realmente son muchísimas menos que ellos. Pero mira qué bien preparadas llegan y cuánto tienen que luchar, porque las que llegan arrasan. No son tantas, pero hacen ruido. A nosotras no se nos permite meter la pata. Y la igualdad, de todas formas, sigue estando muy lejos.

Vázquez, este miércoles en Madrid.

Vázquez, este miércoles en Madrid. / JOSÉ LUIS ROCA

P. Otro giro importante del cine español es el que se ha dado hacia ese realismo social en el que podría incluirse a ‘Matria’, hoy por hoy el género dominante. ¿A qué responde esta hambre de realidad?

R. La gente necesita referentes con los que se identifique, ¿no? Yo a mis hijos, cuando ven series adolescentes, les pregunto: “¿pero te representa?”. Y me dicen: “No, para nada”. “Entonces por qué la ves?”. Igual es un poco exagerado decir esto, pero para mí ahora lo “moderno” es volver a los orígenes, a lo real, a lo pequeño, sin artificio. Es lo que me interesa en este momento. Con el artificio ya hemos hecho de todo.

P. Pero luego se mete en una historia distópica como la de la serie ‘Apagón’ y supongo que también le divierte.

R. Pero también es muy realista: una mujer que vuelve al campo… Yo le decía a Isaki Lacuesta [director del capítulo en el que Vázquez es protagonista]: “¡esta es mi vida!” [risas].

P. Debutó en el audiovisual con algunos capítulos en ‘Al salir de clase’, pero no se sintió muy cómoda con el medio. Ahora que las ficciones televisivas han cambiado tanto y se han acercado al cine, ¿se siente mejor en ese mundo?

R. Sí. Y de hecho hay películas que tienen un ritmo más apurado que el de alguna serie que está mucho más cuidada. Desde que llegó el digital al cine, todo cambió. Todo se hizo más breve, los rodajes han perdido semanas… Se han unificado las maneras de trabajar. Yo ya casi no noto diferencia entre cine y televisión.

La conciliación te la montas tú como puedes. Yo tengo una pareja que también es actor y, aunque suene un poco fuerte, vamos sacrificando trabajos: ahora te toca a ti, ahora me toca a mí"

P. ¿Residir en Santiago, trabajar sobre todo a escala gallega, se lo pone más fácil para llevar una vida más equilibrada?

R. Estar en Galicia me lo pone más fácil porque allí están mis padres, jubilados, que son unos santos. A ver: la conciliación no existe, te la montas tú como puedes. Yo tengo una pareja que también es actor y, aunque suene un poco fuerte, vamos sacrificando trabajos: ahora te toca a ti, ahora me toca a mí. Y se pierden algunos proyectos. Pero lo vamos viendo: “este proyecto es muy chulo, déjame a mí…” [risas]