Estreno de cine

'Aftersun', la película revelación del año: "A los once, entre la niñez y la adolescencia, estás en el precipicio"

La película independiente mejor valorada del año acumula premios y explora "lo mucho que puedes querer a un hijo y lo infeliz que puedes ser al mismo tiempo", explica su directora, Charlotte Wells

Una escena de ’Aftersun’.

Una escena de ’Aftersun’.

A veces las películas 'sorpresa' del año no se encuentran en las secciones oficiales de los grandes festivales, sino en las competiciones paralelas. En la Semana de la Crítica del pasado Cannes se presentó Aftersun, la ópera prima de Charlotte Wells, y desde el primer momento comenzó a correrse la voz sobre lo especial que era. Fue pasando por diferentes certámenes y siguió enamorando al público hasta que se ha convertido en la película independiente mejor valorada del año, tanto en las listas de las revistas especializadas como en los diversos círculos de la crítica de Nueva York o Los Ángeles. Arrasó en los BIFA (British Independent Film Awards) con siete galardones y opta a 5 candidaturas en los Independent Spirit Awards. 

¿Qué tiene de especial Aftersun? La directora se sumerge en sus propios recuerdos para hablar de la relación entre un joven padre (Paul Mescal) y su hija de once años (Frankie Corio) durante unos días de verano que marcarán sus vidas, aunque entonces ellos no lo sepan. La memoria real se mezclará con la recreación ficticia, con los vídeos caseros, con la música de los noventa y, lo cotidiano, dará paso a una serie de sentimientos profundos alrededor de lo que significa hacerse mayor y cómo se gestiona el dolor y la pérdida. 

P. Hace poco James Gray, que ha abordado su infancia en 'Armageddon Time', decía que es mejor empezar a dirigir a partir de lo que uno mejor conoce. ¿Ha sido ese su caso? 

R. Supongo que sí. Aunque no fuera consciente, todo lo que he hecho hasta el momento proviene de algo muy mío, de una necesidad de expresión personal. Mi primer cortometraje trataba sobre la pérdida y era algo así como el germen de Aftersun, que ha sido una ampliación. 

P. Son más comunes las historias sobre madres e hijas, pero no lo son tanto las que cuentan una relación entre un padre y una hija, ¿por qué?

R. Es difícil saber la razón. El cualquier caso, yo no quería que el conflicto emergiera de su relación, que es de amor y de cariño, sino de sus propias experiencias privadas. Buena parte de las películas sobre relaciones paternofiliales son demasiado exageradas y a mí me interesaba sobre todo la sutileza a la hora de adentrarnos en sus miedos particulares. 

P. ¿Es una película sobre cómo nos hacemos mayores y lo que supone madurar?

R. Sí, totalmente. Los once años son una edad muy específica en la que se está en el precipicio, entre la niñez y la adolescencia. Por eso, para mí la escena del karaoke (en la que la protagonista canta Losing my Religion de R.E.M. y su padre la deja sola en el escenario) es como el punto de inflexión, el momento en el que cruzas una puerta y pierdes parte de tu ingenuidad y te adentras en un espacio más oscuro. 

P. Da la sensación de que quería contar esta historia de una forma diferente.

R. Siempre que he intentado escribir un guion convencional nunca he podido. Me gusta escribir porque lo considero una expresión de mis sentimientos y, el cine, el idioma que me ayuda a la hora de darles forma. Por eso intenté estructurar la película a través de diferentes capas para entrar y salir a través de ellas: las imágenes de archivo, las vacaciones, la rave en la que se encuentra suspendido el padre y los destellos del mundo actual de Sophie. Me interesan los primeros trabajos de Terence Davies, en los que se habla del montaje de forma no temporal, sino emocional.

P. ¿De qué forma piensa que la voz íntima conecta con los sentimientos universales?

R. Me siento muy conectada a las películas dirigidas por mujeres que han contado cosas muy pequeñas que en mí han resonado profundamente. Me pasa con Chantal Akerman, por ejemplo. Es importante que podamos validar nuestras historias, así como nutrirnos las unas de las otras.

P. ¿Cómo fue la elección de los actores?

R. Decidí encargarme yo misma del casting. Con Frankie Corio tuve mucha suerte, se parecía a mí cuando era pequeña y era una niña muy expresiva. Pero en el caso del padre creo que estaba persiguiendo una idea equivocada, que se pareciera de verdad a mi padre. Cuando llegué a Paul Mescal me di cuenta de que eso no era lo importante, sino que la energía que desprendiera fuera parecida. Y él tenía esa calidez, ese encanto, era rotundo y vulnerable al mismo tiempo, porque, al fin y al cabo, tiene una inmensa lucha por dentro, aunque Sophie solo se de cuenta en algunos momentos. Y eso es lo que quería contar, lo mucho que puedes querer a un hijo y lo infeliz que puedes ser al mismo tiempo. Y también la herencia que todo eso conlleva, la vinculada al duelo y al dolor.