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El diseño editorial se actualiza: comprar un libro por su portada ya no es un error

El diseño de las cubiertas es un factor que las editoriales cada vez tienen más en cuenta.

El diseño de las cubiertas es un factor que las editoriales cada vez tienen más en cuenta. / David Castro

Carmen López

Cuando Marta Taboada ve un buen libro con una mala cubierta no puede evitar ponerse de mal humor. Desde pequeña ha tenido fascinación por las publicaciones, pero desde que trabaja como directora de arte su sensibilidad editorial se ha acentuado y un día decidió aprovechar ese impulso y crear algo con él. De ahí nació la cuenta de Instagram Portadas bien, cuya idea principal es aunar literatura y diseño para señalar los buenos modos en el sector editorial. En su perfil no hay críticas, sino alabanzas fundamentadas: cada post lleva un texto en el que explica qué es lo que ha hecho que esa cubierta haya sido seleccionada entre las miles que se lanzan al mercado al año.

En concreto, en 2021 fueron 79.373 (55.197 en papel y 24.176 en digital), según datos de la Federación de Gremios de Editores de España (FGEE). Ante semejante volumen de producción, la necesidad de las editoriales de diferenciarse del resto y adquirir una identidad propia es cada vez mayor. Una muestra de ello es la transformación que el sello Literatura Random House, del grupo Penguin Random House, presentó a mediados de septiembre. La palabra ‘literatura’ ha desaparecido de su nombre –ahora es solo Random House– y han rediseñado sus cubiertas.

Ahora su logotipo es más grande y tiene más visibilidad y la imagen de la portada va a sangre [ocupa todo el espacio del documento, sin dejar márgenes]. Asimismo, la titulación se muestra en bloque y se ha incorporado la tipografía Serifa Itálica para ayudar a destacar al autor sin perder el vínculo con la imagen antigua. Estas dos últimas modificaciones son las más destacables de toda la operación, explica Nora Grosse, responsable de diseño del sello, a El Periódico de España.

La confluencia de ideas entre autor y editorial es importante. La concepción de una obra no termina con la última corrección del texto y su aprobación, sino que aún tiene que pasar por varias fases antes de aterrizar en las librerías. Una de ellas es el diseño. Grosse afirma que, “dependiendo del libro y de la implicación, los autores pueden llegar a interactuar con el diseñador directamente. Son la minoría de los casos, ya que el editor es quien hace de intermediario”. Con las firmas nacionales la posibilidad de comunicación es más directa y cercana y, por lo tanto, más fácil. Las extranjeras se limitan a dar su aprobación. “Hay casos en los que el autor explica personalmente al diseñador el libro que desea e incluso hace sugerencias para las cubiertas. Otros prefieren recibir una propuesta libre y poder ajustar o sencillamente dar su ok”, dice.

La periodista y escritora Begoña Gómez Urzaiz es un ejemplo de autora que se implica y estuvo muy presente en la elección de la imagen de la cubierta de su libro Las abandonadoras (Destino, 2022). “Siempre estoy muy atenta al diseño editorial, por mi trabajo y porque me gusta, y durante un tiempo me dediqué a mirar webs y cuentas de Instagram dedicadas al tema y a guardar las referencias que creía que podían encajar con el libro”, explica.

Al principio no tenía una idea clara de cómo quería que fuese, pero no la visualizaba con una figura femenina ni un retrato, como ha terminado siendo. En parte porque considera que el mercado está saturado de ese tipo de imágenes y porque por aquel entonces se había enamorado de varias cubiertas recientes de diseño límpio y gráfico. “Un día entré a trastear en la web de Nicole Rifkin, una ilustradora que siempre me ha gustado mucho y que publica habitualmente en The New Yorker, y me quedé muy prendada de esta ilustración fragmentada que acabó siendo la cubierta de Las abandonadoras. Esa mirada un poco angustiada de la chica me llamaba mucho y me recordaba a algunas de las mujeres de las que hablo en el libro”.

La escritora destaca que tuvo mucha suerte porque a su editora, Anna Soldevila, también le gustó. Juntas barajaron esa y otras ilustraciones de Rifkin y de otras artistas, pero “la chica fragmentada” –como la define la entrevistada– siempre volvía a aparecer entre las opciones. Al final “la ilustradora aceptó adaptarla para las medidas de la colección Áncora y Delfín, y la editorial aceptó el precio, que no era bajo, que pedía por los derechos de su ilustración y acabó quedándose”, sostiene Gómez Urzaiz. Ahora no se imagina el libro con una cubierta diferente. “Me encanta (cómo no) verla en las librerías. Y hasta ella me parece un poco menos angustiada, más expectante”.

Cómo es una buena cubierta


El estudio Setanta es el responsable de la imagen de títulos de numerosas editoriales como Blackie Books, Gustavo Gili, Paripé Books, Edicions Poncianes, Grupo Anaya o Turner. Sergio Ibañez, fundador de la empresa junto a Eric Coll, explica que el proceso de diseño del libro comienza con “un briefing de la editorial y a veces una conversación con la autora o autor si es una novela o ensayo escrito aquí y editado de manera original, claro. Cuando es una edición de algo internacional, no pasa”. Muchas veces piensan en una idea general, en el libro como un objeto.

Solemos pensar las portadas de modo que pudieran funcionar si fuesen un cartel o un póster. Que predomine una idea, no tres o cuatro. Que sean lo más icónicas posible”

— Sergio Ibánez, diseñador y fundador del estudio Setanta

Ellos se han especializado bastante en el uso de la ilustración y los materiales sin plastificar, con el objetivo de que el lector o lectora toque papel y no plástico. Asimismo, utilizan tipografías fuertes, con grosores ‘extra bold’, una negrita todavía más cargada. La cubierta no tiene que ser descriptiva necesariamente, pero su mensaje debe ser claro. “Solemos pensar en las portadas de modo que pudieran funcionar si fuesen un cartel o un póster. Que predomine una idea, no tres o cuatro. Que sean lo más icónicas posible”, sostiene Ibañez.

Marta Taboada está de acuerdo con esa descripción de cómo debe ser un diseño adecuado. Aunque dice que no se considera ninguna experta, sostiene que “lo más importante siempre es que se entienda el concepto del libro. Esto es fundamental. Si viendo la portada no sabes de qué va el libro, mal. Y aparte de esto, a nivel gráfico, siempre es interesante centrar la atención en un elemento, ya sea la tipografía, la ilustración o incluso una fotografía. Una portada limpia siempre va a ser correcta”. Le gustan especialmente los trabajos de editoriales como Malas Tierras y Terranova, aunque su preferida es Fulgencio Pimentel porque nunca la defrauda.

Considera que las editoriales independientes, como las que menciona, están haciendo un esfuerzo considerable para cuidar el diseño. Sin embargo, cree que en los grandes sellos, los que publican a los autores y autoras que más venden, aún no contemplan tanto este aspecto de sus libros. “Cuando ves la estantería de best sellers de las grandes superficies aquí en España, todos los títulos parecen el mismo. A nivel ventas les debe funcionar, pero a nivel estético tienen poca competencia”. Para ella, la manera que tienen estas empresas de mejorar en este aspecto es “incluir en sus departamentos la figura del director creativo o director de arte” como ha hecho, precisamente, "Random House. Se nota mucho cuando hay una cabeza pensante que intenta la línea visual”.

La renovación que ha llevado el mencionado sello, con la introducción de la nueva tipografía, el título a bloque y la eliminación de los márgenes en la cubierta, encaja en la tendencia de diseño editorial que predomina a día de hoy. Nora Grosse detalla que actualmente “las cubiertas cada vez más usan la tipografía como elemento destacado. Ocupan un gran espacio en la cubierta dándole personalidad y convirtiéndose en la misma ilustración”. Además, el dibujo le ha ganado campo a la fotografía porque “aporta un valor añadido cada vez más cotizado”, afirma la diseñadora. La manera más sencilla de comprobarlo es darse una vuelta por la librería y echar un vistazo a los títulos expuestos en las mesas de novedades. Y, por qué no, romper la regla de no comprar el libro por la portada: puede que haya perdido validez.  

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