LUGAR DE ÉXITO

Jackson Hole: de ring de boxeo palurdo a meca del 'cowboy chic' para ricazos

El valle de Wyoming donde se celebra el pujante simposio económico ha dejado huella en la cultura popular por su privilegiada naturaleza

El Million Dolar Cowboy Bar, desde uno de los arcos hechos con cornamentas de ciervos de Town Square, en Jackson.

El Million Dolar Cowboy Bar, desde uno de los arcos hechos con cornamentas de ciervos de Town Square, en Jackson. / ARCHIVO

Ramón Vendrell

El topónimo Jackson Hole (El Agujero de Jackson) no hace referencia a que el lugar sea un agujero o un culo de sitio; de hecho es todo lo contrario. Los tramperos de principios del siglo XIX llamaban holes a los grandes valles de montaña, por regla general generosos en marmotas, armiños, nutrias y otros animales con pieles apreciadas debido a la abundancia de ríos y arroyos. Con 89 kilómetros de largo y entre 10 y 21 kilómetros de ancho, y situado a una altitud media de 2.100 metros, Jackson Hole es sin duda un gran valle de montaña. En cuanto al Jackson que le da nombre, y cuyo trasero no tiene nada que ver en la denominación, es el pionero David Edward Jackson, que cazó allí marmotas en la década de 1820 y fue uno de los primeros blancos en pasar un invierno en esta zona de Wyoming.

Encajonada entre los verticales picos de los montes Teton al oeste (hasta 4.198 metros de altitud) y la cordillera de Gros Ventre al este (solo 3.570 metros), y con desembocadura al norte en Yellowstone, por algo el primer parque nacional de Estados Unidos, la planicie corta el aliento al margen de los ciervos, alces y bisontes que la pueblan, fruto de políticas de protección y repoblación animal quizá un poco distorsionadoras del pasado preblancos.

Se filmaron películas antes allí, pero es significativo que Jackson Hole fuera el escenario muy protagonista de Raíces profundas (1953), wéstern paisajístico donde los haya. También en Django desencadenado (2012) luce estampa el valle.

Mamporros

En Jackson, el único municipio de Jackson Hole, termina La gran pelea (1980); en efecto, la secuela de Duro de pelar (1978). Películas de cuando Clint Eastwood aún no era un director respetado y se veía obligado a asociarse como actor con... un orangután. Mamporro va, mamporro viene, Eastwood y William Smith se las tienen por medio Jackson en el largo desenlace de La gran pelea. Por ahí asoman Town Square, con sus cuatro arcos de entrada hechos con miles de cornamentas de ciervo, y el Million Dollar Cowboy Bar, con su sensacional rótulo luminoso y sus no menos sensacionales taburetes coronados por sillas de montar.

Wyoming tiene 253.336 kilómetros cuadrados de superficie (la mitad que España) y no llega a los 600.000 habitantes (España tiene 47 millones). El estado presume desde las matrículas de los automóviles de que si en algún lugar se preserva el estilo de vida vaquero es allí y es difícil rebatir datos en mano que en cuanto a naturaleza salvaje juega en la Champions de Estados Unidos.

Gemelo desafortunado

Cody, en la salida o entrada sudeste de Yellowstone, funciona como población gemela de Jackson, en el sudoeste, a la que no le ha tocado la lotería turística, pese a ser también una localidad turística, aunque más bien de paso. Tiendas de ropa y calzado de trabajo vaqueros, restaurantes donde la ración individual da para dos personas y un pony, exhibición de armas con las que se podría invadir Andorra entre la clientela del Hotel Irma. Cody debe su nombre a William Frederick Cody, más conocido como Buffalo Bill, cofundador de la ciudad, y el Hotel Irma fue así bautizado por el famoso exterminador de bisontes en honor de su hija.

En Jackson, por el contrario, todo es cowboy y mountain man chic. Con tres estaciones de esquí a un paseo en reluciente pick-up o Tesla, la ciudad ha pasado de fantástico lugar rudo (ver La gran pelea) a fantástico lugar auténtico para élites. No tiene nada de extraño que allí se celebre desde 1978 el Jackson Hole Economic Policy Symposium ni la alta concentración de casas de famosos. No van a ir uno y otros a un agujero de verdad.

Buena suerte, la última novela de Nickolas Butler, es ante todo un canto de amor a Jackson Hole, pero también una fábula sobre los efectos nocivos de la codicia y, si quieren, el retrato de la cara B del éxito de Jackson Hole.

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