EL PLANETA DE MODA

Marte, la tierra prometida de la cultura popular y los magnates caprichosos

Danielle Porretta recorre en su libro 'La otra Tierra' los sueños y los mitos que, en torno al planeta rojo, han llenado la cabeza de científicos, visionarios, creadores y, también, un puñado de multimillonarios actuales

Marte, el 'planeta rojo' de telescopios, libros y películas.

Marte, el 'planeta rojo' de telescopios, libros y películas. / ARCHIVO

Carmen López

En 1877, a los astrónomos se les alinearon los planetas, como se suele decir. Pero en este caso no se trataba de una metáfora, sino que Marte y la Tierra acortaron distancia entre ellos en el mismo lado respecto al sol, es decir, que efectivamente se alinearon. Este hecho permitió que Asaph Hall descubriese los dos satélites de Marte, Fobos y Deimos, que hasta aquel momento solo existían como hipótesis, y que Giovanni Schiaparelli avanzase en sus investigaciones sobre el ‘planeta rojo’. El científico italiano había instalado un telescopio Merz de 22 centímetros en el observatorio real de Brera –del que era director desde 1862– lo que le permitió sacar mucho provecho de aquel momento. Por aquel entonces ya contaba con una gran reputación dentro de su sector gracias a logros como el descubrimiento del asteroide Hesperia, pero lo que vio en esta ocasión fue una revolución.

Schiaparelli observó y dibujó lo que pasaron a conocerse como ‘los canales’, unas líneas o grietas delgadas que la opinión pública tomó como una prueba de que en Marte había vida inteligente. Aquello no eran accidentes geográficos, sino que esos conductos se habían cavado de alguna manera. Pero finalmente, resultó que todo había sido un error que la comunidad científica achacó a diversas posibilidades: defectos en la lente, ilusión óptica o el daltonismo del astrónomo, que nunca fue sospechoso de fraude sino de optimismo. También hay que tener en cuenta que en ese mismo momento, la Tierra se estaba llenando de surcos con la construcción de líneas de comunicación, por lo que era fácil establecer el paralelismo.

Además, la idea de otras realidades galácticas siempre ha sido muy suculenta para el ser humano. Por eso el “yo quiero creer” de la exitosa serie Expediente X se convirtió en un lema. Pero antes del nacimiento de los agentes del FBI Mulder y Scully, la cultura ya había generado una gran cantidad de obras de ciencia ficción, muchas de ellas ubicadas en Marte. Estas narraciones captaron poderosamente la atención de Daniele Porretta, arquitecto especializado en utopías y distopías, que acaba de publicar La otra tierra. Marte como utopía en la editorial Siruela, traducido por Natalia Zarco.

“Había hecho una tesis doctoral sobre la ciudad del futuro en la literatura distópica. Empecé a interesarme por el tema de las utopías y de las distopías estudiando la relación entre los imaginarios negativos y la construcción de la ciudad contemporánea”, dice a este diario. Porretta es colaborador habitual del Institut d'Humanitats de Barcelona y organizó con dicha institución una serie de seminarios relacionados con esos asuntos como Futuros posibles. Utopías y distopías para el siglo XXI (2017) y Marte: la otra Tierra (2019), a partir del cual comenzó su relación con el planeta rojo. “Se habló de una trilogía de ciencia ficción de Kim Stanley Robinson que me interesó mucho. Marte es una especie de subgénero de la utopía. Lo han utilizado muchísimos escritores y pensadores políticos para proyectar deseos y miedos. Y eso ha creado una historia apasionante”.

En su libro, Porretta hace un recorrido por muchas de esas obras relacionadas con el planeta rojo que se han producido a lo largo de los años, tanto literarias como cinematográficas. Se considera que la primera novela de ciencia ficción en la que Marte tiene protagonismo –la Luna ocupó su lugar antes– fue Across The Zodiac: The Story Of A Wrecked Record (1880) de Percy Records, publicada apenas tres años después de los canales de Schiaparelli. En ella ya se narra el viaje a Marte de un terrícola en una nave llamada Astronauta que se encuentra con unos seres pequeñitos incrédulos sobre la vida en otro planeta. El cine no tardó tampoco en utilizar el planeta como escenario y en 1910 se estrenó el corto Un matrimonio interplanetario, del director Enrico Novelli, la primera película romántica marciana.

A partir de ahí, se publicarán títulos de lo más variopintos como la novela Estrella roja (1908) de Alexander Bogdánov, donde el escritor aprovecha el género para imaginar cómo sería una sociedad comunista marciana o Las arenas de Marte de Arthur C. Clarke, protagonizada por un periodista que viaja a bordo de la primera nave de transporte de pasajeros. Porreta incluso menciona la colección de cromos Invaders From Mars (1962) que en 1996 inspiraron a Tim Burton para hacer su filme Mars Attacks!.

Los delirios de colonización de los magnates


La fascinación de astrónomos, escritores y públicos por ese planeta tuvo mucha fuerza desde la época victoriana, en la que vivió Schiaparelli, hasta la década de los 60 del siglo XX. Porretta explica en su libro que en las fotografías de Marte tomadas en la misión Mariner 4 de 1965 se veía un paisaje desolado y lleno de cráteres al estilo de la Luna ¿Quién iba a querer vivir allí? Hasta hace unos años el interés colonial interplanetario no tenía muchos adeptos. Pero a los millonarios más millonarios del mundo les entraron las ganas de explorar el universo y recuperaron esa ilusión.

El arquitecto y escritor Daniele Porretta.

El arquitecto y escritor Daniele Porretta. /

Por ejemplo, Jeff Bezos, creador de Amazon, ha montado una empresa de viajes entre planetas llamada Blue Origin, y en julio de 2021 realizó un viaje espacial de diez minutos en su nave New Shepard (una hazaña que agradeció a los empleados y clientes de Amazon, que fueron los que pagaron el paseo). Pero no fue el primer rico en surcar el espacio en su propia nave. Unos días antes ya lo había conseguido Richard Branson, fundador del conglomerado Virgin Group en el que se incluye Virgin Galactic, que corrió a montarse en un cohete para ganar a Bezos en esta carrera espacial que ya no es entre estados sino entre ricos.

En este grupo de forrados galácticos no podía faltar Elon Musk, por supuesto. El fundador de Paypal y Tesla, montó la empresa aeroespacial SpaceX en 2002 con la que espera alcanzar Marte en 2024. En 2020, coincidiendo con el vigésimo aniversario de la compañía, se estrenó el documental –que más bien es un anuncio promocional de dos horas– Regreso al espacio, que repasa los esfuerzos del sudafricano por levantar su proyecto (está disponible en Netflix). Sin embargo, su objetivo está lejos de llegar a puerto. “En este contexto en el que todos los imaginarios de futuro están dominados por pensamientos negativos, con el tema de la posible catástrofe relacionada con la sobrepoblación, de pronto aparece esta utopía. Elon Musk la defiende como si fuera el salvador de la humanidad”, comenta Porretta.

Bezos y la tripulación de su Blue Origin.

Bezos y la tripulación de su Blue Origin. / Joe Skipper

Tanto él como Jeff Bezos, cuya promesa es la de construir nuevas ciudades en el espacio para preservar nuestro mundo, están planteando una utopía bastante discutible. “Damos por perdido el planeta Tierra y vamos a construir en otro lugar. Yo no estoy seguro de que esos proyectos sean reales”, dice el autor del libro. “La posibilidad de terraformar o de colonizar Marte es muy, muy lejana. Y en este momento, tecnológicamente y también económicamente, es imposible. Es un objetivo lejano y simbólico, además de un tema de marketing”.

El concepto de que ‘Marte es nuestro futuro’ es ahora una dimensión mitológica que los magnates utilizan para vender sus proyectos. “Lo más probable es que lleguemos a Marte y construyamos una base de investigación donde haya unos cuantos científicos que pasen un periodo y vuelvan. Eso, en un futuro lejano, cuando solucionemos todos los problemas tecnológicos que son importantes para mantener seguras a las personas que están allá”.

Literatura marciana


Porretta ha leído mucha ciencia ficción ubicada en Marte. Para él, lo más interesante de estos libros es que permiten “entender las épocas históricas en las que han sido escritas”. Sus preferidas son las Crónicas Marcianas de Bradbury, que aunque se encajan en el género de la ciencia ficción, no cuidan tanto el aspecto del rigor científico. “Es una antología de cuentos y muchos se contradicen entre ellos. Es súper interesante porque te está hablando de la política de los Estados Unidos de los años 50, de derechos civiles, de la condición de los afroamericanos”. Además, también destaca La guerra de los mundos, el clásico de H. G. Wells porque “trata la realidad del colonialismo y de la guerra que hacían los países avanzados en contra de, entre comillas, los salvajes”.

No hay demasiados títulos de literatura marciana firmados por mujeres. Sí hay autoras de ciencia ficción muy conocidas y que aún se han hecho más famosas en los últimos tiempos como Margaret Atwood o Ursula K. Le Guin, pero Porretta no conoce demasiadas que hayan tratado en concreto el tema de Marte. Hace alusión a un texto de Elisa McCausland, crítica e investigadora de cultura pop y feminismo, titulado De la tradició a la utopia: Mart, feminisme i cultura pop (escrito en catalán). Se incluyó en el catálogo de la exposición Mart. El mirall vermell que se pudo visitar en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona en 2021 y en él, la autora menciona Unveiling a Parallel: A Romance, una novela de 1893 que firmaron las escritoras Alice Ilgenfritz Jones y Ella Merchant.

Según McCausland, se trata de un “ejemplo de ciencia ficción temprana”. La trama está protagonizada por un viajero terrestre que llega a Marte y se encuentra dos civilizaciones. Con estructuras sociales contrapuestas. Estas “les sirven a las autoras para debatir modelos de relaciones entre hombres y mujeres: Paliveria, en la que se han invertido los roles que presiden la sociedad terrestre del momento, y Caskia, donde no reina la supremacía de un género sobre el otro sino el armonía entre ellos. A través de esta dualidad, Jones y Merchant fabulan debates feministas de la época sobre los mandatos de género, entre ellos los que corresponden al ejercicio del poder o la sexualidad”.

A Porretta la literatura de ciencia ficción le ayudó a cuestionarse de manera ética los procesos de terraformación y de colonización en otros planetas. Si hay vida más allá de la Tierra –él cree que sí– la cuestión es si los humanos seremos capaces de reconocerla. “En general, como humanidad, tendemos a pensar que cualquier vida es parecida a nuestro tipo de vida biológica. Por eso habría que plantearse si tenemos derecho a viajar a otros planetas y poner en peligro sus posibles ecosistemas simplemente porque no seamos capaces de reconocerlos”.